Editorial

RADIOGRAFÍAS José Vicente Anaya un poeta a dos tiempos NORMA SALAZAR

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RADIOGRAFÍAS

José Vicente Anaya un poeta a dos tiempos

NORMA SALAZAR

El magnífico libro Hikurí  del chihuahuense José Vicente Anaya, forma parte de la colección Archivo Negro de la Poesía Mexicana que lanzo Malpaís Ediciones Conaculta/Fonca, una colección atractiva para revelar la poesía del siglo XX. Anaya poeta y traductor que perteneció al movimiento infrarrealista fue un escritor  respetado en el ámbito literario y editorial. Hikurí dio luz en el año de 1978 en nuestras letras mexicanas es un libro fundamental se inmortaliza con el tiempo, es decir, cíclicamente fluye de manera relevante en nuestras lecturas de ocio y  académicas para algunos. Redescubrimos a través de éstas lecturas dual con sus lectores

 

                                               “El miedo en el museo de la pre-historia

                                               las rutas que seguimos espirales sin fin

                                               hacia el amor total”

 

La brevedad directa de Anaya no se pierde tan solo con una experiencia testimonial adentro de su entorno, al contrario, afirma un renacer humano al pasado del tiempo. Un poeta que escribe de forma lírica aquellos duplos mutables, versátiles relaciones entremezcladas con el universo. Un poema interno donde trata de comunicar con el orbe místico; a su vez rechaza los polos simbólicos al ser transportados unos con otros de una manera activa y fortuita. Cristalizar un santiamén para tomar la médula del mismo tiempo en el que fue gestada la infinita posibilidad de vida en un abismo de la posmodernidad.

 

“no chavochi iwigátima chavochi mukuwáame orama

 ___ kórama secretos por los que soy humano

 y seguiré la trayectoria del Sol que a diario es otro

 soy nómada no construyo polvo asfixiante

 pirámides o rascacielos”.

 

Un grito humano intrínsecamente desde sus entrañas, observa con relación al universo es el otro de los temas que podemos ver en Híkuri, situando como resistencia al hombre antes de extenuarse.

 “adentro de mí mismo no me sacia

___volar, danzar sobre desechos, Tónari

___Tutuguri/ y el tiempo…”

 

El poema de largo aliento ya afianzado habla por sí sólo y por los otros con una época contemporánea se niega a desaparecer, me refiero a la cultura de raíces tarahumaras. Nos traslada de forma representativa para tomar conciencia, a través de una conciencia espiritual donde confluyen dos destinos preponderantes del ser humano. José Vicente Anaya trazó en dos lenguas opuestas; el rarámuri-español una reconstrucción y luxación Hikurí. Las palabras en un procedimiento universal, donde el discurso fluye interiormente en el poema, un plano pretérito-presente atrae las emociones y combina las imágenes del poema. La conciencia del pretérito está latente en la poética de Anaya, asimismo es un autocrítico con el plano posmoderno, en el concepto de lo femenino podemos leer al mismo tiempo el concepto masculino, ésta dualidad es su total empirismo, lo astrológico, lo científico; la madurez de su infancia y, que sobresale todo lo íntimo espiritual, la madre y el padre, lo negro y blanco, lo cóncavo y convexo, todo está  en Hikurí.

Anaya tiene en su escritura una conciencia que resalta por sus orígenes escriturales, forma parte de esa cosmovisión de aquél cosmos activo que lo mantuvo vivo como si estuviera en su hábitat tarahumara. Lo sagrado en sus raíces nunca lo perdió. Cumplió el ritual, aquella composición del tiempo mítico que vio minuciosamente en todas sus vertientes herméticas, así, lo escribió en Hikurí. Nuestro escritor puntualizó en su momento.

                               “Es el punto de partida del viaje realizado dentro de su mismo universo,

                               que es el nuestro también: la raíz de las especies de la tierra y sus culturas”

 

Déjeme ser enfática, en estas líneas para nuestro autor, no está exenta la multiplicidad de las formas que se encuentra, es todo lo contrario, rompe las estructuras con sus situaciones para encontrar una comunión

 “Para perder para ganar

la Confusión

que es el principio”

Sí, el poema es una guía de iniciación que manifiesta los diversos cauces multiformes con brazos opuestos, ésta dualidad de desunión-unión, odio-amor, maldad-bondad, destrucción-creación, masculino-femenino persiste en cada ser humano. Es un retorno a lo eterno en el árbol cósmico para cada ser vivo es importante, es una fuerza para poder subsistir. Todas estas coyunturas las leemos en su lirica poética, son sus apreciaciones metafísicas que siempre estuvieron presentes en el poema. Es y fue su viaje interno-externo, éste viaje dual de una VIDA en constante formación Hikurí , en tarahumara jiculí es un peregrinar místico y mítico; es un vínculo con el NOMBRE VERDADERO; tiene en este campo metafísico que ver por supuesto con lo teológico José Vicente Anaya nos transporta más allá de lo obvio y demuestra a través de escritura un acompañamiento a lo divino. Termino ávidos lectores con mi primer encuentro con el autor. Fue una tarde lluviosa y caótica,  típica de la ciudad, ambos nos encontrábamos en la acera de la librería Gandhi de Av. Miguel Ángel de Quevedo entre cruzamos  miradas mientras hojeábamos libros de los stands. Ambos sin saber esperábamos a Raúl Renán, no nos conocíamos pero entablamos un dialogo por un libro que atrapó nuestras miradas, era la biografía de Jackson Pollock, lo tomé primero sé que fue cortés de su parte. No solté el libro, nos fuimos platicando hasta sentarnos en un sillón de la librería… Raúl Renán apareció con su flamante sonrisa cobijado por su gabardina, se acercó me vio el libro entre mis piernas y comentó “veo que ya se conocieron” Ahí, inició una amistad  de mutuo respeto, admiración. Sabíamos  del uno  al otro por  amistades en común cuando no podíamos vernos y también en muchos reencuentros de presentaciones de libros, encuentros poéticos, congresos. Gracias por todo querido José Vicente Anaya.

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