Editorial
RADIOGRAFÍAS La sociedad en los acertijos de la literatura
RADIOGRAFÍAS
La sociedad en los acertijos de la literatura
NORMA SALAZAR
La literatura es una actividad de orden social no sólo le compete al ámbito intelectual, académico o para algunos que disfrutan en sus ratos de ocio el leer por puro placer, va más allá la estriba de los contextos de la literatura con su función asociada a valores, es una vértice más ante las ciencias humanísticas del mundo. Puesto que forma en parte de la sociología de la literatura, instituyendo desenlaces que parten de una atención minuciosa: en lo histórico, literario, político, geográfico, religioso, cultural, económico, etcétera. Asimismo, exhorta una disertación entre las relaciones del texto y el contexto que se plantean metodológicamente ante problemas de tensión entre el análisis interno (la estructura de la obra) y el análisis externo (función social). Sí, la literatura- sociedad mantienen una correspondencia recíproca por un lado el escritor reacciona ante el sistema de dogmas intranquilidades y valores del entorno social; con su tiempo o simplemente rechazando los acontecimientos. La labor literaria delibera una grafía de compendios ideológicos que priman en el período y contexto social que les toca convivir y se escribe, además observamos que la ideología constituye la reproducción de los hechos a partir de las formas como lo escribimos y se conecta con las estructuras con sus relaciones de mando en la sociedad en la cual conviven.
No debemos perder de vista algunas obras literarias actuales que ligan ideas desemejantes que competen a la naturaleza humana y social, al saber las múltiples variables del pretérito, las representaciones referentes al presente con influencias futuras que posee un punto importante en la narración y motivo sociocultural, como leemos en el siguiente fragmento de la novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (1967)
“El coronel Aureliano Buendía promovió treinta dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría bastado para matar un caballo. Rechazó la Orden del Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía.
Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso término a casi veinte años de guerras civiles”
Ahora bien, la función de la escritura en ciertas ocasiones se vincula a otro medio de comunicación, tal es el caso, cuando da aportes testimoniales, sean estos psicológicos, históricos o simplemente situacionales o evidénciales adentro del texto, es decir, cuando se quiere informar algo que uno percibe y que los otros lectores no han divisado, aquí, es cuando el escritor(a) hace un énfasis a través de señalamientos con su propio manuscrito para no olvidar ciertos momentos, acontecimientos o transitar a otro tiempo, época pero con un punto específico para informar. Los intelectuales saben perfectamente el poder de la praxis escritural que es un lenguaje de comunicación, entre sus líneas hacen una llamada, denuncia, alerta, debo reiterar que el escritor (a) en cualquiera de sus rubros literarios habla a través de sus personajes dando a una voz de opinión ante los otros. Leamos un fragmento del libro de Ítalo Calvino El caballero inexistente (1993)
“Pienso en ello, oh, muerto, me lo haces pensar;
pero ¿qué cambia? Nada. No hay más días que estos días
de antes de la tumba, para nosotros los vivos y también para vosotros los muertos.
Que se me conceda no desperdiciarlos, no desperdiciar nada de lo que soy
y de lo que podría ser. Llevar a cabo hazañas egregias para el ejército franco.
Abrazar, abrazado, a la fiera Bradamante. Espero que no hayas gastado
tus días peor, oh muerto. En cualquier caso, para ti los dados ya han sido echados.
Para mí todavía bailan en el cubilete. Y yo amo, oh, muerto, mi ansia, no tu paz.”
Ésta hermosa fábula trata de la identidad, sobre la discrepancia entre ser y creer que se es, Calvino se interroga cognición por que un hombre es amado, a su vez que otro desea vengarse. La réplica atina tal vez en la misma pregunta acompañada por su nostalgia y su estupefacción. Déjeme, ser enfática en los acertijos de éste libro en particular, Calvino discurre sobre cómo se establecen los mitos sobre cómo creamos nuestro propio relato trascendental y sobre cómo el ser humano se escudó con una vigorosa indumentaria para resguardarse de los envites de la vida y de la sociedad. El caballero inexistente tiene su oportuno estilo literario tan característico que acaso el único epíteto en el que se pueda distinguir esta novela sin errar es que es una novela posmoderna. Termino ávidos lectores, estos acertijos entre literatura y sociedad es una forma de plasmar las ideologías, los acontecimientos culturales, religiosos, políticos, geográficos, históricos, económico, los razonamientos y sentimientos que nos acercan y son un complemento del entorno social que su función sirve para demostrar las diferentes épocas de la historia literaria sin perder de vista el amplio mundo del léxico del lector y su redescubrimiento de los otros entornos sociales. Asentir o impugnar el escritor(a) renueva ante el sistema de credos, expectaciones y valores de una sociedad con su propio tiempo, también esboza a la sociedad acompañándola por los rompecabezas del acontecer cotidiano con todos sus problemáticas y soluciones.