Editorial
Un Camino en el Universo – Y Aquí Empieza el Abismo
Un Camino en el Universo
Roberto Cardozo
Y Aquí Empieza el Abismo
Desde los catorce años empecé a tener consciencia de mi existencia y de la inutilidad de la vida en relación con estas cuentas macrocósmicas y con la infinitud de los universos.
Nótese cómo hablo en plural, pensando en la posibilidad, aunque mínima, de que haya miles y millones de universos más allá de nuestras más alejadas fronteras de los años luz y de los límites de la imaginación. Hasta la imaginación se queda corta ante todo el infinito de posibilidades de vidas y biodiversidades supracelestiales.
En todo este tiempo, a partir de este renacimiento, que nada tiene qué ver con el consumo de alguna sustancia psicotrópica o el chamanismo ni mucho menos influencia de sectas religiosas, sino como parte de un reconocimiento de mi existir a través de la reflexión consciente y despojado de este egocentrismo con el que solemos disfrazar nuestros más terribles miedos, he ido explorando a través de la meditación las implicaciones de mi existencia a partir de la interacción con los demás y cómo las otras personas se ven influenciadas por el contacto conmigo a través de conversaciones y de la convivencia.
He de reconocer que muchos años veía a los demás con un dejo de soberbia y con cierta lástima por ese patético andar por la vida como anestesiados ante lo inevitable de la muerte y lo trágico del acontecer cotidiano pasando sin que lo noten en una especie de hipermetropía emocional e intelectual que, sin embargo, permite a las personas ser felices.
Después, les vi con lástima, más adelante con envidia. Ahora simplemente reconozco que muchos nacen y mueren sin enterarse de lo esencial de la vida, de ese nuestro propósito que por inútil que sea, da sentido a nuestro corto andar sobre la corteza terrestre.
Esto no ha sido más que un aprendizaje continuo a tavés de la exploración de los sentidos y las consciencias reflejadas en el arte, tanto de consumo como de creación. La conclusión final sigue siendo la misma, pero ya no me preocupan las eternidades ni los plazos sin cumplir, más que la felicidad de disfrutar lo que me tocó vivir y tratar de enseñar a los que me rodean a disfrutar sin más pretenciones que desconectarse de este mundo que a veces entendemos tan bien, o que otras no comprendemos para nada.
Finalmente, no hay aprendizaje más allá de las fronteras de nuestros sentidos y en este sentido es poco lo que pueda hacer por los demás, sino compartir lo aprendido y esperar que cada quien encuentre su camino en el universo.