Editorial

¿Cuándo empezamos a vivir? – Y Aquí Empieza el Abismo

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¿Cuándo empezamos a vivir?

Roberto Cardozo

Y Aquí Empieza el Abismo

 

Cada vez que uno cumple años, los buenos deseos empiezan a llegar en esa cascada de felicitaciones por todos los medios que uno conoce, aunque en ocasiones pareciera que el verdadero propósito de éstos es que el festejado se distraiga un poco de la realidad que le acecha, se es un año más viejo. Claro, no hay nada de malo en hacerse viejo, más allá de que sin darnos cuenta nos acercamos de forma inexorable a nuestro único destino cierto.

En este caso, muchas personas suelen decir que llegar a cierta edad cercana a las cinco décadas es empezar a vivir y pareciera que es cierto. Sin embargo, para los hombres la esperanza de vida en Yucatán es de 73.1 años, por lo que cinco décadas nos ponen más cerca de la línea final que de realmente empezar a vivir.

Realmente no sé hasta qué edad llegaré en esta loca carrera hacia ningún lado, pero cumplir 45 me hace reflexionar sobre ciertos aspectos de mi vida que, ciertamente le han dado un rumbo a este sinsentido que me tocó por vida.

Me he dado cuenta que rebasé la mitad de mi vida hace cerca de diez años, por lo que, como decimos por ahí, todo lo que viene es pura bajada. También he reflexionado que mi vida en general ha sido bajar en avalancha por la colina y que si soy un viejo ridículo es porque fui ridículo toda mi vida y si reconozco alguna crisis es porque, como diría Hulk, ese es mi secreto, siempre estuve en crisis.

He dejado de escribir en presente, menos lo hago en futuro y empiezo a escribir en pasado, tal como terminé el párrafo anterior. Este año pensaba celebrar por lo alto, no todos los días se cumplen 15 por tercera vez y en algún momento pensé en esa rancia costumbre mexicana de los tan añorados y odiados XV. Luego me di cuenta que no me gustan los cumpleaños ni las celebraciones, algo que me queda en claro al recordar que nunca tuve una fiesta de cumpleaños de niño. Bueno, tengo quince años más para pensar si planeo fiesta o no.

La gente siempre me dijo que soy un tipo con suerte, que no me merezco muchas de las cosas que me han pasado y quizá tengan razón, pero quién soy yo para llevarle la contraria al azar, al destino o algún viejillo cósmico que decidió consentirme. En todo caso, siempre he pensado que uno debe estar preparado para aprovechar cualquier oportunidad que se presente y tomarla sin más, que si uno no lo hace, otro la tomará.

Otra de mis características es que por lo general he sido una persona que disfruta su soledad y evita las aglomeraciones. Incluso, cuando estuve en el movimiento Scout, me llamaron Won-Tolla, quien era un lobo solitario y considero que refleja mucho mi manera tan huidiza de ser, sobre todo cuando se trata de reuniones y convivencias en multitud.

El color negro ha sido otra de las constantes en mi vida, desde el apodo familiar, hasta mi forma de vestir, aunque he tenido la oportunidad de probar modas más coloridas, regresando siempre a esta forma básica de vestir sin mayor pretensión que, precisamente, pasar desapercibido.

En la antesala de un año más -una vuelta más al sol, como dicen ciertas personas-, miro hacia atrás y veo una espiral que se va estirando hacia el infinito, ya no sé si voy o vengo de ahí, sé que este es mi momento y mi lugar, esta consciencia se termina conmigo.

Quedarán obras, quizá, pero no seré yo ni el que muera, será un personaje diferente siempre, hasta que el recuerdo, se convierta en mí una débil polaroid y en los demás se fragmente como un fractal de algo que parecerá más un sueño que evidencia de mi insignificante andar sobre esta superficie terrestre. Que cada quien me recuerde un poco y que cuando en mi mente queden solo colecciones de colores y sonidos mezclados torpemente, se acerquen a mí para intentar rehacerme o convertirme en un vitral de reminiscencia.

 

“Tal vez sea por esto

que pensar en un hombre

se parece a salvarlo”

Roberto Juarroz.

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