Editorial
Mi sueño americano – Gloria Chávez Vásquez
Mi sueño americano
Gloria Chávez Vásquez
I had some dreams; they were clouds in my coffee…
Carly Simon
Estoy sumamente agradecida a Lauren Bacall por haber sido tan amable conmigo durante el sueño de aquel fatídico 10 de junio. Quiero agradecerle también a la persona que me invitara a esa fiesta onírica _ y cuyo nombre y personalidad todavía permanecen vagos, (aunque estoy casi segura de que se trataba de una de mis antiguas compañeras de clases).
Quiero además agradecerle a los dos gringos yuppies, actores o productores, nunca me quedó muy claro_ que aparecieron en una breve escena y cuyo cuestionamiento de mi acento y la razón por la que escogí hablar español en mi sueño inspiró este cuento. Siempre recordaré su amargura tan considerada.
Debo también reconocimiento a la presencia de la mexicana, quien no solo apoyo mi discurso y mis tesis surrealistas sino que continuó cantando mientras yo explicaba lo disgustados que estábamos cuando los gringos nos mandaban y nos trataban como retardados o como ciudadanos de segunda clase cuando no podían entendernos.
Le estaré eternamente agradecida al resto de los invitados _ incluyendo el compañero de Ms. Bacall quien, aunque menos gracioso que Humprey Bogart, se aguantó la lengua para no expresar su desagrado al estar en el sueño de un inmigrante (legalizado y naturalizado por si acaso) _quien asistió a aquella curiosa fiesta en donde tuvo la oportunidad de decirle a Lauren lo bella que se mantenía, y lo mucho que adoraba en mi lejana infancia, las películas de Hollywood.
Gracias Lauren, por payasear conmigo durante mi sueño «americano»; por mantener contacto visual; por tratarme como a un ser humano y por bailar el tango apache cuando no podía ni siquiera mantenerme en mis zapatos. Gracias por enseñarme el arte de guardar recortes de periódico, del New York Times, para referencia futura. Creo que su apartamento es muy acogedor y _ verdaderamente _ una inspiración para que yo decore el mío en un futuro muy cercano. Me gustó especialmente su colección de árboles Bonsai, que espero emular tan pronto consiga el dinero por publicar este libro.
Siempre apreciaré su apoyo moral, cuando le dije al gringo insufrible aquel que estaba en la fiesta (y que aseguró ser uno de los dos hijos de Mr. Simon desde el comienzo del sueño) que preferíamos hablar español entre viejos amigos y familiares, porque nos sentíamos mas cómodos. Algo así como cuando uno caminaba en sus zapatos viejos.
No olvidaré jamás cuando el tipo insistió que estábamos en» América» y que por lo tanto teníamos la obligación de hablar cada palabra en inglés para que ellos pudieran entender y asegurarse de que no éramos espías o chismosos que estábamos criticándolos por detrás de sus espaldas. Sentí que ella me entendía cuando le dije al papanatas que estaba siendo un ignorante e inflexible H.D.P. y que si quería entender y asegurarse de que no estábamos hablando mal de él, debería aprender español. ¡Así de simple!
El respondió muy agriamente «¡Ustedes los hispanos tienen tan mal gusto! y como para añadir insulto a la herida, su amigo Miller, agregó: » ¡y son tan ilegales!»
Jamás hubiera podido seguir adelante de no ser por la intervención de la artista mexicana, que se moría de ganas por unirse a este intercambio diplomático y quien dijo muy casualmente:
«Papito, ustedes son los que se inventaron el mal gusto. Acuérdese que ustedes aprendieron la geografía e historia de Latinoamérica -para no mencionar la cultura- a través de Hollywood. Además, seremos ilegales mientras ustedes continúen siendo intolerantes e hipócritas. No saben lo que se aprende compartiendo con todo tipo de personas y gente que hable en otros idiomas, ni lo que se pierden queriendo pintar el mundo de un solo color. Por lo menos nosotros podemos disfrutar del arco iris».
En mi recuerdo de la fiesta quedará por siempre grabada la burla que ellos hicieron de su acento. Mejor aún, grabé en mi mente las voces de todo aquel que hablaba español en aquella fiesta y que vino a nuestro rescate contribuyendo con «ideas» para que pudiéramos argumentar juntos con aquellos hijos de Miller y de Williams, como se presentaban ellos a los sajones de la alocada fiesta.
Como un bello gesto guardaré por siempre en mi corazón, la invitación de mi «compañera de crimen» para que, olvidándonos de aquellos cerrados, comenzáramos cantando la canción de Carly Simon: «¡You are so vain!» para acabar mi sueño y despertar cantando:
Te crees que el mundo entero gira alrededor tuyo… don’t you? don’t you? «