Editorial
TANATOLOGIANDO – EL HOMBRE Y EL ANIMAL
TANATOLOGIANDO
LAURA SALAMANCA L.
EL HOMBRE Y EL ANIMAL
La naturaleza ha protegido a los animales inferiores dándoles instintos. Un instinto es una percepción programada que desencadena una reacción programada, así que un animal no puede responder hacia algo que no puede reaccionar, su mundo es muy pequeño un pequeño trozo de realidad y un programa que los obliga a marchar en línea recta, excluyendo todo lo demás, pero ahora que pasa con el hombre que parece haber eliminado la cautela y los instintos programados, en este caso la naturaleza creó un animal que no tiene defensa para la plena percepción del mundo externo, un animal totalmente abierto a las experiencias y que no solo avanza en línea recta, sino que puede relacionarse no solo con animales de su propia especie sino con todas las otras especies, puede elegir no solo lo que es comestible para él, sino cualquier planta que crezca y no conforme con todo esto, no solo es capaz de vivir en el presente sino que expande su interior hacia el pasado o hacia el futuro, lleno de esperanzas y temores, no vive en un territorio pequeño, ni aun en un planeta, sino en una galaxia, en un universo y en las dimensiones que están más allá de los universos visibles.
Es asombroso el peso que soporta el hombre, el peso de las experiencias, sin embargo el hombre ni siquiera puede estar seguro de su cuerpo, como lo están los animales, que saben que tienen patas traseras una cola que arrastran, que esta exactamente allí, miembros que son para usarse, que pueden lamerse cuando caen en una trampa y cuando causan dolor y no se pueden mover.
El cuerpo del hombre es un problema que aún no se ha resuelto, aparte de serle extraño su cuerpo, también le es extraño todo su mundo interior, sus sueños, sus recuerdos. No sabe quién es, porqué nació, que está haciendo en la tierra, que se supone que debe hacer, que debe o puede esperar, su existencia le es incomprensible.
Maslow decía que la ambivalencia surge porque somos deiformes: esto nos fascina y le tememos, nos impulsa y nos defendemos de ello o sea que simultáneamente somos gusanos y dioses.
Freud afirma que el hombre tuvo que inventar y crear las limitaciones de la percepción y la ecuanimidad para vivir en este planeta.
También dice que la mayoría de las enfermedades psicológicas, es el temor al conocimiento de sí mismo, a conocer las propias emociones, los impulsos, los recuerdos, la capacidad, las facultades, el destino propio. Y que es el temor sino el miedo a conocer la realidad de la creación en relación con nuestras propias facultades y posibilidades.
Maslow nos habla del “síndrome de Jonás” que es el miedo a la intensidad plena de la vida, afirma que no somos lo suficientemente fuertes para soportarla. A menudo la gente en los momentos de éxtasis, puede comentar “esto es demasiado”, “no puedo sopórtalo” o “podría morir”. La felicidad delirante no puede soportarse mucho tiempo. Nuestros organismos son muy débiles para soportar grandes dosis de grandeza. Y el síndrome de Jonás es el temor justificado de ser destruido, de perder el dominio, de ser hecho pedazos y desintegrado y hasta de morir por esta experiencia. Sería un miedo al propio desarrollo, fija bajos niveles de aspiración, temor a hacer lo que uno es capaz, la mutilación voluntaria, la falsa estupidez, la falsa humildad, son las defensas contra la grandeza.
Es la falta de fuerza para soportar lo superlativo, para entregarse a la totalidad de la experiencia, por verse abrumado por el pavor, por lo maravilloso y al temor de hacer frente a la creación, al milagro de esto. Otro pensador dice que es un sentimiento de inferioridad natural del hombre ante la gran trascendencia de la creación, el sentimiento real de la persona ante el milagro abrumador y contradictorio del ser.
El niño es cobarde por naturaleza y carece de fuerza pero podemos aprender mucho de la infancia, recobrando algunas impresiones sorprendentes, que estaban bañadas por la emoción y la admiración: que aspecto tenía el abuelo favorito, o como fue el primer amor al iniciarse la adolescencia. Pero modificamos esas percepciones cargadas de emoción, porque necesitamos movernos en el mundo, con cierta ecuanimidad, con fuerza y rectitud; no podemos marchar con el alma en un hilo absorbiendo con los ojos cualquier cosa grande y fuerte que nos impresione, el gran beneficio de la represión, es que hace posible vivir decididamente en un mundo abrumador, milagroso e incomprensible, en un mundo tan lleno de belleza, de majestad y terror, que si los animales lo percibieran quedarían paralizados.
«En lo que respecta a los animales, no tenemos deberes directos para con ellos. No son conscientes de sí mismos, y están ahí meramente como un medio para un fin. Ese fin es el hombre». Emmanuel Kant