Editorial

ELLAS NO QUERÍAN LA LUNA – GUILLERMO ALMADA

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ELLAS NO QUERÍAN LA LUNA

GUILLERMO ALMADA

 

Cada 8 de marzo se conmemora en todo el mundo la lucha de las mujeres por la igualdad, y el reconocimiento y ejercicio efectivo de sus derechos. Aunque mucha gente tenga como costumbre regalar flores o chocolates. Yo no puedo desear “Feliz día”, hace que me sienta avergonzado, en ese lugar en donde la vergüenza pone en evidencia el límite entre lo que uno es, lo que cree que es, y lo que actúa.

Lo cierto es que, lejos de tratarse de un día festivo, y contrariamente a lo que se cree, su origen se enmarca en un contexto histórico e ideológico determinado por profundas desigualdades de género.

Y desde ese 8 de marzo de 1908, venimos tapando, disimulando, disfrazando, una realidad en donde parece que las mujeres están en la búsqueda de lo que perdura en un mundo en donde todo se transforma. ¿Qué nos asombra de esa equivalencia? Que desde hace más de cien años seguimos teniendo el mismo cielo, la misma mirada, la misma lucha, porque acá en este lado, en este siglo, todo sigue igual. Y lo peor del caso en que ahora también las matan. Las asesinan, sin piedad ni templanza. 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, en Estados Unidos, aquel 8 de marzo, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo. El dueño de la fábrica ordenó cerrar las puertas del edificio, para que las mujeres desistieran la medida, y se decidieran a abandonar el lugar. Con el espantoso resultado de la muerte de las obreras que se encontraban en su interior. México cerró el 2020 con 3.723 muertes violentas de mujeres, sumando feminicidios y homicidios dolosos.

¿Cuál es la idea, de festejar qué? Ellas, tal como son, poseen, desde su naturaleza, una visión distinta del mundo que nos rodea, una percepción diferente de la vida y de todo lo que en ella existe. Es tiempo que, al fin, nos demos cuenta y aceptemos que ellas y nosotros miramos la misma montaña, pero desde otra costanera, consecuentemente, nos guste o no, compartamos o disintamos, somos complementarios.

Y qué maravilloso es saber que existe alguien, a nuestro lado, que nos puede hacer ver aquello, que no somos capaces de discernir.

Siempre ha sido duro y espinoso el camino que debieron recorrer, y al mismo tiempo, con los hechos, nos demostraron que son capaces de hacerlo.

Se les escribieron miles de poemas y canciones, se les dedicaron novelas, óperas completas. Se les prometió la Luna. Y ellas, no querían la luna, solo pedían un espacio de igualdad y equidad.

 Pongamos en valor, entonces, esas diferencias tan desdeñadas, con la íntima convicción de que juntos podemos armar el gigantesco puzle social al que pertenecemos, y sintámonos orgullosos de que estén con nosotros construyendo la urdimbre para el futuro, ese futuro que nadie, ni aún las más distópicas mentes futuristas, han podido imaginar sin su presencia.

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