Editorial

Qué le pasó al feminismo – Gloria Chávez Vásquez

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Qué le pasó al feminismo

Gloria Chávez Vásquez

 

Pensábamos que se trataba de obtener igualdad de derechos. Que se buscaba un equilibrio. Nunca imaginamos que su agenda fuera destruir al hombre o arrebatarles a otros sus derechos.

 

Como inmigrante recién llegada a Nueva York, pude ver desde mi ventana en el centro de Manhattan, las primeras marchas y manifestaciones, reclamando derechos que aún se les debían a comunidades como la negra, la homosexual, y por supuesto a las mujeres. Nos debían seguridad, respeto, e igualdad en materia de salario, acceso al liderazgo y en el manejo de la sociedad. Nos debían poder de decisión doméstica y legal, en nuestro presente y en nuestro futuro.

Para cuando comenzó el movimiento feminista, ya se habían obtenido grandes logros como el derecho a la propiedad, a la educación, al trabajo, al voto, etc. Pero todavía no se había equilibrado la balanza y aun quedaban las injusticias por resolver. Injusticias que no solo eran atribuibles a los hombres. Muchas mujeres obstruían su propio progreso. Ambos géneros en la sociedad miraban con sospecha la capacidad de liderazgo de la mujer o para competir con el hombre en las distintas áreas administrativas o empresariales. Algo que día a día se demostraba a la fuerza y con el ejemplo de pioneras y vanguardistas. Los espíritus mas adelantados, entre ellos hombres, hacían posible esos avances.  

En las manifestaciones de la década de los 70, las mujeres quemaban sus brasieres como un símbolo de liberación a la opresión, y los carteles llamaban a la igualdad en la compensación en el trabajo y al derecho de decidir sobre el cuerpo, a la hora de concebir y tener, o no, hijos. La idea no era reemplazar al hombre ni prescindir de él en la sociedad. El objetivo era hacer de la mujer un ser independiente y con los mismos derechos que el hombre.

En busca de números para sus filas, las líderes feministas buscaron alianzas en los grupos radicales cuyas agendas políticas iban más allá del sentido común. Entre sus aliados se contaban por supuesto, las victimas del abuso y la violencia. Pero muchos más, los resentidos, buscaban destruir la sociedad en busca de una utopía ideológica.

Fue entonces que el feminismo perdió el norte, y desde entonces dejó de representar a la mujer para convertirse en una entidad peligrosa en manos de la política y la corrección social. Las decisiones erradas de las líderes y activistas supuso un retroceso. Lo que antes se veía con simpatía y hasta atraía solidaridad se convirtió en una confrontación social de grandes repercusiones. Se crearon movimientos para combatir las fuerzas feministas que ya no representaban la conciencia femenina.

El feminismo nunca representó debidamente a la mujer hispana. Sus valores y el entendimiento de la cultura vecina no eran tema de preferencia. El Machismo sonaba sexualmente exótico y hasta atractivo. Son muchos los casos donde sus líderes aprobaron las prácticas que ellas mismas pretendían criticar.  

El más cercano lo viví personalmente. Durante un litigio planteado por un grupo de periodistas, contra El Diario-La Prensa, en Nueva York, la líder nacional del movimiento feminista en ese tiempo, Pat Ireland, respondió a la petición de apoyo, que el acoso sexual y la discriminación contra la mujer eran un hecho en la cultura hispana y por tanto había que aceptarlo. La revista MS declinó publicar el caso, aun cuando la demanda resultó exitosa.  

No era la primera vez, ni sería la última, que las feministas tomaban decisiones sin tener en cuenta la moral y la ética. A partir de entonces, el movimiento perdió credibilidad entre las minorías y la mayoría silente le perdió el respeto.

El activismo en pro de los derechos de la mujer continuó en las cortes, generalmente de manera privada e individual, sin el apoyo del movimiento, que pasó a convertirse en el hazmerreír de sus críticos. El liderazgo se acomodó en la invisibilidad y su publicación en una página social que vive de la fundación o donaciones del gobierno, manipulable como es, por los políticos de turno.

Hoy en día la agenda feminista está dictada por los políticos radicales de izquierda a quienes les importa poco el núcleo familiar y mucho menos la vida en el útero de una mujer. A la larga ellos ven solamente a un rebaño que vota demócrata a cambio de la seguridad social, en dinero contante y sonante, y que se ha convertido en un derecho. De este modo el feminismo permite que se mantenga ignorante a la mujer mientras se le trata como a una ficha a conveniencia.

La avalancha de desbarajustes sociales, como ese de que los hombres que se transforman en mujeres pueden participar en los deportes femeninos, se ha convertido en un juego sucio contra las deportistas. Y el movimiento feminista ha hecho mutis por el foro. Mas bien se han dedicado a apoyar medidas ridículas como esa de censurar figuras de la caricatura o dibujos animados por considerárseles sexistas o peligrosas para la mente. De igual manera censuran a la mujer que busca preservar los valores que han mantenido cuerda y estable, tradicionalmente, a la sociedad.

El termino feminazi, creado y usado en su programa por el comentarista recientemente fallecido, Rush Limbaugh, se hizo popular de inmediato debido a que la actuación del liderazgo feminista dejaba mucho que desear. Su agenda había pasado a convertirse en una cuasi réplica de los regímenes socialistas al estilo Hitler o Stalin. Nada mas lejos de defender los derechos de la mujer. Mas bien la comprometían a destruir lo que ella misma construía. A devaluar la relación de pareja, a deconstruir la vida de hogar, a acabar con la vida de un bebé si le era inconveniente para sus planes o vida social.    

Es obvio que, en busca del vellocino de oro, el movimiento feminista quemó sus puentes e incendió sus barcos. Habría que hacer la lista de las cosas que dejaron por hacer, y por las cuales aun se lucha hoy en día. En principio, habría que recordarles la importancia del núcleo familiar para una sociedad sana y saludable. De la manera cómo funciona hoy en día, vamos rumbo a la extinción. pregúntenles a las abejas.

El otro punto urgente es el de la vida humana. Sería bueno saber, en qué momento olvidó Gloria Steinem que la vida se respeta y ni el feminismo puede decidir quien vive y quien muere. Una cosa es que, como mujer se escoja no tener hijos, o no quedar embarazada. Pero esa es una responsabilidad individual que solo se alcanza con la educación, no con un bisturí o una orden judicial.

Por último, es indispensable que admitan, que, si el feminismo no respeta la vida, ni la moral, ni la ética, ni los derechos humanos de los niños y los hombres, mucho menos puede respetar los derechos civiles, laborales o humanos de la mujer.

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