Editorial

Sombras de la avenida, de Ney Antonio Salinas – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Sombras de la avenida, de Ney Antonio Salinas

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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El escritor chiapaneco Ney Antonio Salinas Domínguez tiene una figura pesada, casi hosca, con la barba crecida y los ojos extraviados en el horizonte, repasando las dolorosas partituras del campo del sureste mexicano. Parece huraño, casi agresivo, con el cabello al ras, mirando de tanto en tanto el suelo, fumando. Pero es una figura engañosa, un artificio de la casualidad. El hombre es gentil, aunque de palabras breves, alegre pero tímido, y tiende las manos con la sencillez de quien ofrece su mejor taza de café en una vajilla que guarda misterios dignos de las novelas policiacas y Noir que tanto le gustan leer y escribir. Amante de los cafetales y de la música, especialmente el jazz, Ney Salinas es un hombre de otro tiempo, de otras latitudes, atrapado en las periferias de Tuxtla Gutiérrez. Es cuentista, y recientemente se ha estrenado como novelista con “Sombras de la avenida”, publicado por CONECULTA-Chiapas en 2021, bajo la colección Tz’akbu Ajaw.

Esta novela transcurre en Tuxtla Gutiérrez, y encierra varios círculos conectados de personajes en torno a la pasión, el deseo, y la fatalidad del aburrimiento y la desgana. Cada uno de sus personajes busca desesperado completarse con aquello a lo que aman, y de quienes están terriblemente separados por el destino. Estas personas, historias, memorias tal vez, son las sombras de ese gran personaje que es el entorno, la ciudad ceñuda y descuidada, retratada como un paraíso de baches y lodo, con el ombligo puesto en el célebre Parque de la Marimba, donde acontecen algún par de sucesos. El dolor es parte de la narrativa de los personajes, quienes se van sintiendo traicionados por sus sueños, que les echan de tanto en tanto en cara todo el fracaso al que están arrimados. Deslealtades, deudas, y la lúcida locura, los van encaminando a esa tibieza hedónica que los deglute, a la que no pueden engañar.

Esta primera novela del escritor tiltepeño da cuenta del proceso creativo de Ney, quien ha caminado desde hace bastante tiempo con su asombrosa narrativa, poblando de personajes ariscos y sufridos, a lo rulfiano, pero con el carisma catarquico del chiapaneco. En todo lo que escribe hay un dejo de fascinación por la melancolía, y el calor tropical se mezcla con la música natural de las piezas o las que invocan sus personajes, donde las mujeres son en todo momento seres maravillosos, y los hombres un remedo de una mejor versión de sí mismos que no llegaron a ser. Estas sombras que pueblan las principales avenidas de la capital chiapaneca se van encontrando en un lenguaje articulado, cauto, que perfila sus pasados y emociones de manera meticulosa, cortando directamente en su piel las dolencias que arrastran. Así, el abuso queda retratado con un cinismo propio de quienes están acostumbrados a ver las injusticias de cerca, hallando en la locura y la pillería una forma de venganza para no caer plenamente derrotados.

A través de sus páginas, el autor nos hace acertadas críticas a la realidad, donde su tema central es el desamor, o mejor dicho, el desencuentro de los que se aman. Todas las historias se mezclan en un punto, gracias a los dos personajes principales, que actúan como un eje mal engrasado del que depende el resto de la población de la novela. El hartazgo, la resignación, la búsqueda insatisfecha, y regresar a la memoria para cerrar los ojos de los horrores que siguen persistiendo. Ney no es un creador tiránico que se complace con torturar a sus creaciones, sino que se conduele por ellas, y denuncia con esa voz maravillosa de escritor al lector por su indolencia, por no sentir la empatía adecuada, por no evitar la catástrofe que se va hilvanando página tras página. La novela de Ney es una cruda reproducción de las relaciones humanas, y lleva hasta el final la sardónica muesca de lo que Woody Allen hiciera en Nueva York, con la diferencia de que los personajes son menos neuróticos, pero más mártires. Nadie es malo porque nadie es bueno, y están atrapados en su carnalidad para expiar sus propias penas.

Con esta primera obra novelesca del autor se abre un nuevo capítulo de la novela negra mexicana, especialmente chiapaneca, donde el pesar y la angustia de un hombre tan cercano a los padecimientos del pueblo le han permitido destilar desde debajo de la sudorosa piel de sus creaciones la realidad misma. Me alegra sobremanera poder leer terminada esta obra literaria, y ver que aquel joven que se soñó escritor en la universidad ha comenzado a dar fuertes ganchos a la sociedad, a la que no puede dejar indiferente con su meditado lenguaje académico, y dentro de ello el aroma del café popular, de lo que se vive en la calle, de esa otra realidad para la que luego no hay reflectores suficientes, pero que como mexicanos tenemos tan a flor de piel. Mis mayores felicitaciones al chiapaneco, del que esperamos leer más material, que sé de buena fuente, que ya tiene escrito, y cuya segunda novela también se encuentra en proceso de edición. Porque lo que hace un escritor es escribir, independientemente de si ya tiene una estrategia editorial o no. Ney Antonio Salinas Domínguez, una pluma a la que hay que conocer definitivamente.

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