Editorial

El doble rasero del presidente ante las tragedias

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Por: Adela Navarro Bello

El presidente Andrés Manuel López Obrador fue muy consecuente ante la tragedia por el desbordamiento y caída del metro elevado que compone la línea 12 en la Ciudad de México.

Un día después del fatal accidente que ya ha matado a 25 personas y mantiene a más de 79 en atención hospitalaria por distintas heridas,

López Obrador guardó silencio y permitió que la gobernadora de la Ciudad de México, la también morenista Claudia Sheinbaum, explicara, o justificara un sin fin de ocasiones, que no harán juicios de valor, que no se despedirá a nadie, hasta en tanto no conocer los peritajes, uno que realizarán las autoridades mexicanas, otro que solicitarán a una compañía especializada en metros y con origen el extranjero.

También a su presentación mañanera el presidente condescendiente invitó a Marcelo Ebrard, el canciller mexicano y responsable de la construcción de la línea 12 del metro de la Ciudad de México. El trato presidencial también fue de peligrosa alcahuetería para quien de hecho, se auto exilió en París durante poco más de dos años, cuando precisamente le investigaban en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México por errores, omisiones y abusos en la construcción de la colapsada línea de transporte público masivo.

Este Andrés Manuel López Obrador dista mucho de aquel que en 2017, de manera muy valiente, enérgica y del lado ciudadano, exigió la renuncia de Gerardo Ruiz Esparza, cuando este era secretario de comunicaciones y transportes, y se colapsó una parte del paso express que conecta Ciudad de México con Cuernavaca, creando un socavón matando a dos ciudadanos que transitaban al momento del derrumbamiento.

El entonces presidente nacional de Morena, López Obrador dijo en un video que aun aparece en la página de Aristegui Noticias: “En cualquier país del mundo sucede una desgracia así y hay responsables. No se castiga, como lo hacen aquí, a chivos expiatorios; se exhibe a uno o dos funcionarios y se acabó. En este caso cuando menos debería renunciar el secretario (Gerardo Ruiz Esparza)”.

Pero ahora, con 25 muertos y más de 79 heridos, López Obrador no pidió la renuncia de nadie. No habló de corrupción en el desarrollo de la obra de la línea 12, no exigió que se deslindaran responsabilidades, a pesar que la Fiscalía General de la Ciudad de México integra ya una carpeta por el delito de homicidio culposo por el “accidente” de la línea 12 del metro, y ha prometido investigar también contratos de obra y supervisión, bitácoras de mantenimiento, empresa constructora y empresa supervisora.

El delito ahí está, los hechos fatales también, la negligencia es evidente, pero como la obra la realizó uno de los suyos (Marcelo Ebrard), y está bajo cuidado y mantenimiento de otra de las suyas (Claudia Sheinbaum), el presidente López Obrador no exige como sí lo hizo en el pasado, que renuncien, que se haga justicia.

El problema para él, y para Morena, es que los dos personajes centrales de la catástrofe del metro en la Ciudad de México, son los dos presidenciables de ese partido político, quienes son mencionados para suceder en la silla presidencial a López Obrador. Por un lado, el canciller Ebrard, por otro la gobernadora Sheinbaum. De ahí parte del silencio del presidente y la mordaza que se ha autoimpuesto para no exigir renuncias.

El más afectado es Marcelo Ebrard, quien ya fue cuestionado por la construcción de la línea 12 del metro, una obra que originalmente tendría un costo de 17 mil millones de pesos, y por la cual terminó pagando 25 mil millones de pesos, pero que además, con serias fallas de estructura, unas once mil detectadas en su año inaugural de acuerdo a la investigación de la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal, motivo por el cual al siguiente año, el 2014, la línea 12 fue cerrada durante seis meses para revisión, de acuerdo a un reporte de Animal Político.

Además, una comisión especial de la Asamblea legislativa, llegó a la conclusión que en el transcurso de la obra se cometieron por lo menos cinco delitos: peculado, pagos indebidos, uso indebido del servicio público, uso indebido de atribuciones y facultades, ejercicio abusivo de funciones. De todas Marcelo Ebrard se defendió pero fue a partir de esas conclusiones que se auto exilio en Paris, de donde dijo viajaría a México en caso de que fuese necesario para indagar el embrollo financiero y legal de su obra insigne.

Pero no lo hizo. A la fecha, Marcelo Ebrard ha seguido negando la mala administración y estructuración de la línea 12 del metro, aunque haya dicho, una vez más, que se pondrá a disposición de las autoridades para lo que sea pertinente, solo que ahora tiene el privilegio de ser parte de Morena, y de contar con el abrazo político del presidente de la República, que a diferencia de cuando socavón del paso exprés, y los dos muertos, no está exigencia renuncia alguna, ni demandando justicia y procesamiento de los implicados, entre ellos, sus dos presidenciables.

A quienes exigen que el todavía canciller sea investigado, o que renuncie por lo menos la directora del metro, o que la gobernadora de la Ciudad de México, asuma y responsabilidad, para el presidente se trata de neoliberales, conservadores, prensa al servicio de los grupos de poder del pasado, o en el mejor de los casos, de una oposición moralmente derrotada.

Porque antes cuando el presidente era oposición, podía manifestarse, exigir, alardear sobre la corrupción en el gobierno de la República, pero quienes ahora lo hacen, no tienen para él, ni calidad moral para hacerlo, ni representación alguna para considerarlos. He ahí la diferencia entre ser oposición y ser gobierno: defender lo indefendible desde el poder, y salirse con la suya, sin que caiga quien tenga que caer, así mueran ciudadanos. Así como en el pasado Ruiz Esparza permaneció en la secretaría de comunicaciones y transportes a pesar del socavón donde dos perdieron la vida, Marcelo Ebrard seguirá siendo canciller aun cuando 25 vidas se hayan perdido en la caída del metro que durante su gobierno mal construyó.

Esto, sin embargo, no pasa desapercibido para una parte de la sociedad, que ve cómo el presidente López Obrador midió con una vara los actos de corrupción que en el pasado llegaron a tragedias como el del socavón en el paso exprés, y con otra a quienes incluso han sido señalados de los errores y abusos en la edificación de la línea 12, pero que pertenecen a su equipo.

En estos momentos, Ebrard es para muchos el responsable de la tragedia de la línea 12 del metro de la Ciudad de México, pero no pasará nada hasta en tanto la jefa del gobierno capitalino, la Fiscalía General de la República, y la Fiscalía de la Ciudad de México, no tengan los periciales para determinar qué fue lo que llevó a la caída de una ballena de la línea 12, que provocó el descarrilamiento del metro, causando la muerte de 25 y enviando a 79 al hospital. Ahora sí, todos tendrán que esperar.

El presidente López Obrador, a lo más que llegó, fue a declarar su solidaridad con la gobernadora Claudia Sheinbaum tras el tercer accidente grave en el Metro de la Ciudad de México durante su gestión, enviar un pésame a los familiares de los fallecidos, y decretar luto nacional. De justicia, nada. De renuncias, menos. Solo falta que una vez, por la evidente corrupción en la línea 12, Ebrard de nuevo haga valer su ciudadanía francesa y se vaya del país, porque si el caso ya le perseguía, ahora hace tambalear su caprichosa carrera política.

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