Editorial
Capitalismo ‘Woke’
Vivimos en la era del llamado capitalismo ‘woke’. Si, vivimos en tiempos extraños, y somos los protagonistas en una nueva era en la cual la tecnología y las comunicaciones nos rebasan y a algunos nos confunden. El día de hoy me enteré que una candidata en Sonora que representa a un partido político mexicano, llamado Redes Sociales Progresistas, propone cirugías de senos para hombres, no sólo para las mujeres. También hace poco me sorprendió ver un video de reclutamiento de la temidísima y nada apreciada Agencia Central de Inteligencia estadounidense (la CIA), en el cual una mujer latina de 36 años utilizaba unos argumentos y un leguaje bastante progresista—o más bien ‘woke’—para referirse a la “nueva” cara de la agencia y a lo que ésta supuestamente buscaba en sus nuevos agentes. La actriz del comercial se refería al concepto de “interseccionalidad”, y rechazaba al mismo tiempo el racismo y el patriarcado, colocando a la ideología de género siempre en el centro. En abril de este año, Caitlyn Jenner, activista transgénero y quien fuera estrella olímpica y conocida socialité vinculada a las Kardashians, anuncia que desea contender por la gubernatura del estado de California por el partido republicano.
El día de ayer, en una visita a Houston Texas, la Secretaria de Energía, Jennifer Granholm, dijo que los días en los cuales el Departamento de Energía de Estados Unidos promovía el Gas Natural Licuado (LNG por sus siglas en inglés) como “moléculas de libertad” habían llegado a su fin. Ella declaró que la administración Biden promovería en su lugar una opción de abastecimiento de energía más verde. Todo esto se da en un momento en el cual el movimiento ambientalista y la lucha contra el cambio climático a través de las reducciones drásticas de carbono han alcanzado un clímax. Ello explica la gran popularidad a nivel internacional de Greta Thunberg, la joven activista sueca que dejó de ir a la escuela para protestar contra el cambio climática y luchar por el medio ambiente debido a que se “habían atrevido” a “robarle su futuro”. Así, el ambientalismo, el movimiento vegano y el activismo contra el consumo de carne se vuelven una especia de moda entre los jóvenes.
Por su parte, el movimiento anti-racista que se cristaliza en el movimiento de “las Vidas Negras También Importan” (o Black Lives Matter en inglés) toma especial relevancia en el verano pasado y forma parte central del movimiento progresista actual. El movimiento abortista, unido al feminismo de la última ola en el mundo, se vuelve otro de los principales estandartes del feminismo internacional que promueve la ideología de género en todos los espacios productivos y laborales. Asimismo, el concepto de “multiculturalidad” y el movimiento pro-migrante alineado a la ideología de las “fronteras abiertas” se unen a las principales causas de la izquierda moderna mundial. Por su parte, los derechos de los pueblos originarios, sus lenguas, sus usos y sus costumbres se hacen respetar en todas las luchas por los recursos naturales y la tenencia de la tierra en las movilizaciones para recuperar la “tierra robada” (o stolen land).
La desobediencia civil, el anarquismo, el indigenismo, el abolicionismo de las estructuras patriarcales y la denuncia contra los abusos policiales, así como la crítica anti-imperialista, el rechazo al privilegio blanco, el llamado a derribar las estructuras coloniales, el derecho al aborto y el empoderamiento del movimiento LGBT, parecen ser los nuevos valores dominantes o hegemónicos en la tercera década del siglo XXI. El mundo más desarrollado se viste de colores y las estructuras de poder mundial adoptan el progresismo internacional como arma principal para justificar nuevas formas de belicismo y control geopolítico y de los recursos geoestratégicos. La agenda 2030 de la ONU avala el multilateralismo y el progresismo impuesto desde las élites, los grandes medios, las empresas tecnológicas y los grandes grupos de poder mundial.
Estos nuevos paradigmas son felizmente adoptados por muchos jóvenes que ya no comen carne, que se identifican como de género no binario y que luchan incansablemente contra el cambio climático. Es importante destacar que la gran mayoría de las luchas identitarias hoy en día y estos nuevos valores dominantes, desembocan finalmente en el apoyo al movimiento ambientalista, en la reducción de la población y en una nueva revolución tecnológica—que algunos definen como “transhumanismo”.
Estos nuevos valores parecen promover la solidaridad y la igualdad en todas sus dimensiones. Sin embargo, parecen promover las luchas culturales en todas sus dimensiones, al tiempo en que obscurecen la lucha de clases y favorecen a la élite empresarial mundial. Si analizamos cuáles son los grupos de interés que promueven estas causas identificaremos a los hombres más ricos del mundo. Hay espacio entonces para desconfiar de las causas progresistas y de la lógica del combate al cambio climático que promueve la élite internacional. Es difícil pensar que los grandes grupos de poder económico y financiero a nivel mundial, las grandes compañías de energía y agencias como la CIA, de repente se volvieron benevolentes y adalides de los valores universales, de la libertad y la igualdad—incluso cuando antes nunca lo han hecho.
Es válido desconfiar de esta nueva lógica verde y arcoíris, así como del discurso de lo políticamente correcto que avanza en la censura de un pensamiento diferente y es promovido por los grandes magnates que se encuentran en los primeros lugares de la lista de Forbes de los hombres más ricos del mundo. Recuerdo, por ejemplo, como Elon Musk hace poco anunció que su empresa Tesla dejaría de aceptar “bitcoins” como pago, por el enorme uso de combustibles fósiles necesario para minar criptomonedas. Sin embargo, propuso que Bitcoin puede deshacerse de su mala reputación climática si los principales mineros demuestran que usan energía verde. Entender este tipo de procesos aún me parece complejo, pero sigo creyendo que los grandes billonarios no son buenos actores sólo por pintarse de verde. Al final son especuladores y ganan a costa de muchos otros inversores más pequeños y que no tienen poder para influir en los mercados financieros.
Ni la CIA, ni los especuladores que se convierten en multi-billonarios, ni las compañías energéticas que ahora se dicen verdes y apoyan al movimiento woke me dan confianza alguna. Habría que ir analizando los resultados de las revoluciones de color, los nuevos acuerdos verdes y los “radicalismos” identitarios de la última ola. Y así lo haremos en entregas posteriores. Solo hoy me queda una duda: ¿Quién pagará por la reconversión tecnológica mundial basada en las energías renovables? Dicha reconversión se mantiene en el centro de todo lo demás. Pareciera ser que los costos se absorben de dos maneras: i) vía subsidios a las grandes compañías que producen energías renovables y ii) mediante transferencia de costos al consumidor de las nuevas energías verdes (que por supuesto son más caras). Esto me hace pensar en las políticas keynesianas del siglo XX, en la consecuente inflación y en la desigualdad causada por estos procesos y por el incremento de precios dado el uso de energías más limpias, pero, por lo menos al principio, menos eficientes. Esperemos que el capitalismo woke de nuestros tiempos nos ofrezca al final mucho más que humo y espejos.