Editorial
El sueño de los patrones
Los recursos utilizados por The Economist causaron, al menos, sorpresa. Pero no por novedosos, sino porque son exactamente los mismos de hace 15 años. Usó el término “Mesías” que acuñó Enrique Krauze para la campaña de 2006; salió a unos días de la elección como aquel Letras Libres y llamó a Washington a intervenir en México como lo ha hecho el historiador. Krauze está en todo su derecho de hacerlo y la publicación británica también; pero a diferencia del primero, la segunda se supone una revista especializada en finanzas y economía. Su artículo, “El falso Mesías de México”, ni era especializado ni era novedad: apenas un texto lleno de lugares comunes, con sabor a noticias viejas. Lo habría evitado cualquier editor profesional del mundo. Quedó en rabieta ideológica: una especie de prédica para agradar a los que creen desde hace años que Andrés Manuel López Obrador es “un peligro para México”.
Nada distinto a lo que argumenta la alianza PAN, PRI y PRD (y aquí me preguntaría si a los editores no les hace cruda estar del lado de esos partidos de pésima reputación): que el Presidente intenta erigirse como dictador. Esa es el alma que conecta a Va por México y a The Economist. La línea argumentativa es de los padres fundadores de la alianza, Claudio Equis González y Gustavo de Hoyos, que tampoco es original: es producto de intelectuales, “activistas” y grupos “de la sociedad civil” que han sido desplazados del poder y que se oponen al actual Gobierno. (La mayoría de ellos –excepto The Economist– fueron beneficiarios de contratos durante sexenios anteriores, lo que hace suponer que los mueve el más vulgar de todos los intereses: el económico). (Por otro lado, que la ensalada ideológica no asuste: es la discada de los albañiles o una pizza hawaiana con mermelada y qué: es todo, con tal de “detener a la dictadura”).
Dos anotaciones me salen de estos eventos. La primera es que las viudas del neoliberalismo en México han terminado su fusión en un grupo grande y ahora sí claramente identificable. La segunda es que han echado toda la carne al asador para retomar el poder, incluso sirviéndose de actores externos, como en este caso es The Economist. La pregunta que sigue es si les resultará, y eso se responderá dentro de una semana. Necesitarán mostrar resultados para dar justificación a su fusión ideológica. Y para eso, requieren mostrar algún tipo de avance; es decir: conservar lo que tienen y sumar algo más.
Lo otro es si PAN, PRI y PRD pierden en 2021. ¿Qué seguirá después del 6 de junio? Porque ya no tendrán de quién echar mano si están quemando todos los recursos disponibles. Una eventual derrota dejará ganadores, claro. No son ellos, los partidos; serán los empresarios que los unieron, entre ellos Claudio Equis y Gustavo de Hoyos. Son quienes les dieron propósito; son los que aportaron el “alma”, la justificación para que no llegaran vacíos a la elección 2021. Los partidos no tenían mucho qué ofrecer hasta que Va por México les dio una causa: frenar a su enemigo común, el que atenta contra sus intereses: López Obrador. Pero haberlos unido no será gratis. Claudio Equis y Gustavo de Hoyos se servirán de la alianza que lograron, gane o pierda.
En los hechos, De Hoyos, Equis y sus representados tienen hoy a sus pies a los más grandes partidos nacidos en el siglo XX. Imagínense: los partidos de derecha, centro, e “izquierda” a los pies de los patrones. Los partidos felices, los patrones más: se consolida parte de su sueño. La versión patronal de “democracia” va en caballo de hacienda: tienen las empresas, tienen los partidos que fueron mayoritarios, tienen a la prensa casi completa, tienen los grupos de pensamiento (o think tanks), tienen a los llamados “intelectuales” y tienen dinero, que une todo lo anterior. Y tienen ganas. Ahora sólo les falta tomar control de otras tres variables para “evitar una dictadura”, como dicen: recuperar el Gobierno, tener a la gente y tener la razón. Falta que los votantes les entreguen los gobiernos, pues. Lo de tener la razón, bueno, esas son exquisiteces prescindibles.
En 2018, 2019 y 2020, esos partidos se veían como perros sueltos en la carretera: no sabían si correr o quedarse parados. Ahora tienen una cierta “congruencia”. Les faltaba un hilo y lo tenían los patrones, a los que han servido siempre y a los que ahora, públicamente, se han subordinado. Pero los patrones no dan pisada sin guarache, que por eso son quienes son: esos tres partidos apostaron su futuro a ellos y si avanzan, deberán pagar los favores.
Si gana Va por México, pues, el péndulo político se moverá violentamente hacia la derecha porque ahora sí, para alegría de The Economist, este país caminaría hacia un Gobierno totalmente al servicio de los que tienen el dinero.
Pero antes que cualquier cosa, PRI, PAN y PRD necesitan ganar. Sus patrocinadores no se responsabilizarán de ellos en el fracaso. Les urge ganar, y ganar no tiene interpretaciones: es conservar lo que tienen y sumarse algo más, por más leve que sea, para presumir que contuvieron a Morena. Ganar es no perder gubernaturas y retomar la mayoría en la Cámara de Diputados. Eso es ganar. Porque el verdadero sueño de los patrones no es unirlos; no es, tampoco, tener a esos partidos a sus pies: eso ya sucedió por décadas. El verdadero sueño de los patrones es tenerlo todo para evitar, como dicen, “una dictadura”: tener los medios de producción, los partidos, a la prensa, a los “intelectuales”, los grupos de pensamiento, las universidades, la educación, los órganos independientes, los contratos y las concesiones y los negocios del Estado; y gran parte de eso lo tienen. Les falta ahora tener el Gobierno y la gente. Y luego construir una justificación –The Economist parece dispuesto a dárselas– para decir que tienen, además, la razón.
Con eso en sus manos (y sólo entonces), los patrones podrán declarar una victoria “sobre la dictadura”. Gran parte de México es suyo, como digo; pero no tienen el Gobierno federal y tampoco tienen, dado el resultado de 2018, el favor de las mayorías. Eso está en manos de la terrible “dictadura”. Necesitan recuperarlo. Cueste lo que cueste. Recurriendo a todas las argucias que se necesiten; recurriendo a partidos podridos por dentro, ligados al saqueo y a todos males que prometen ahora combatir. Recurriendo, incluso, a The Economist.
Lástima que The Economist se quedó corto en el llamado. Su texto era un refrito de otro de hace 15 años. Se vio mal y les quedó mal. Quedó en rabieta ideológica. Lo habría evitado cualquier editor en el mundo. Fue más fácil hacerle caso a Krauze que hacer su trabajo. Ni modo. Hay más oportunidades por delante: unos días antes de la elección de 2024, como es la tradición, pueden volver a asomar la cabeza para tratar de influir en las elecciones de este país al que sienten intelectualmente débil. Porque eso es lo que decía el texto: que estaban entretenidos viendo a otra parte y que se les había escapado ver hacia México. Pues sí, no pueden estar en todo. No se puede intentar gobernar al mundo con dos manos, por más experiencia que se tenga en administrar colonias.