Editorial
¿EL BIEN O EL MAL?: He ahí el dilema – Gloria Chávez Vásquez
¿EL BIEN O EL MAL?: He ahí el dilema
Gloria Chávez Vásquez
“La naturaleza original del ser humano se convierte en el mal
cuando su ocupación va en contra de la Naturaleza”.
Tung Chung-Su (c.179 c.104 B.C) Filosofo chino
Los aficionados al futbol están acostumbrados a la pregunta: ¿cuál es tu equipo? ¿Por quién apuestas? Pero en estos días de agitación y violencia, la pregunta colectiva es: ¿de qué lado estás? Y en cuyo caso, como antaño, estarás en contra de los corruptos, los criminales, los destructores, los vehículos del Mal. Claro que muchos han asumido que el bien y el mal son más o menos de color gris, y, por tanto, no hay problema en aliarse con el caos. Otros ven más claro, una lucha entre el bien y el mal. Pero, si la sabiduría universal está correcta, es un momento de definición. O el mal se destruye solo o hay que ayudar al bien a vencer las fuerzas oscuras.
El bien y el mal son fuerzas opuestas y como la luz y la oscuridad, forman parte del mismo círculo en el universo. En ese sentido se complementan. La diferencia es que una fuerza es positiva y la otra, negativa. Una es creadora y la otra es destructora. Los efectos los vemos a diario en la Naturaleza y en las actividades del ser humano. El escritor portugués, José Saramago (1922-2010) decía que no pueden existir la una sin la otra. El filósofo alemán G.W. Leibniz (1646-1716) creía que el mal es una carencia, una privación.
Para la ética, el bien es el conjunto de buenas acciones y el valor que se da a la acción de una persona, su inclinación natural a promover el orden deseable, motivado por la comprensión y empatía hacia el entorno, los demás o hacia uno mismo. el mal es una condición negativa que indica la ausencia de principios morales, bondad, compasión o amor natural por el ambiente y los seres que habitan en él. La psiquiatría moderna se ha encargado de catalogar, definir y describir la variedad de síntomas de la maldad que se manifiestan en el ser humano y que se atribuyen a enfermedades mentales. Pero, en ocasiones, lo que se determina como sociopatía o psicopatía en una persona que por lo demás funciona como un ente social normal, escapa toda definición como no sea la de absoluta maldad.
Se atribuye al filósofo griego Epicuro la definición original del problema del Mal: Si existe una deidad omnipotente y omnisciente, entonces el mal no existe, sino que hay maldad en el mundo. San Agustín complementa esa observación diciendo que “Dios no quiere el Mal, solamente lo permite. El dolor, el sufrimiento y la misma muerte entraron en el mundo como consecuencia del pecado de nuestros primeros padres”. A la materia como causa del Mal, Agustín opone la voluntad libre de la criatura que puede rebelarse contra su creador.
¿Será esa la rebelión que estamos experimentando en estos momentos en el mundo?
El sociólogo francés Alain Touraine (1925-) está seguro de que: «El mal y el bien existen. El bien es lo que permite al hombre vivir de manera humana. Eso significa ser respetado, ser reconocido como igual en derechos al margen de si uno es un campesino o un premio Nobel».
De cómo nos afecta la maldad actual, es el dilema. Cuando ocurre un desastre natural, como una tormenta arrasadora, o uno provocado por mano asesina, preguntamos de inmediato: donde estaba Dios, esa fuerza del Bien, para evitar dañarnos. En nuestra frustración, cuestionamos la única fuerza que asumimos protectora. No cuestionamos la fuerza destructora. O suponemos que Dios, como todo poderoso, debía de habernos protegido de todo mal y peligro. O si no, de que nos sirve pedir, orar y otros clamores.
Pero nos faltan muchísimos detalles en el conocimiento de esa fuerza creadora que es Dios y la fuerza destructora que es para nosotros lo diabólico o lo dañino. Los conocimientos heredados de la cultura occidental no son muy completos, porque en su afán de proteger o prevenir al ser humano del poder que da la sabiduría, otros seres nos han disfrazado la verdad que deberíamos poseer para tomar nuestras propias determinaciones. O quizás en nuestra ignorancia, o limitaciones, escogemos solo lo que nos conviene saber. Hay quienes se conforman con una parte de la verdad y así viven satisfechos. Es su derecho.
En la historia universal, teólogos y filósofos tomaron sus propias conclusiones. Algunas basadas en evidencias contundentes. Otras en meras observaciones o hipótesis.
En la India, por ejemplo, la tradición enseña que el alma, que es una energía que forma parte y es una partícula en el cosmos, se encuentra en estado de evolución, y, por tanto, la vida no es mas que una entre miles de oportunidades de sublimarse, eventualmente liberarse y unirse a la energía divina y eterna. La duración de la existencia en este mundo, es como la de un grado escolar, donde el alma aprende lecciones importantes que la harán mejor espiritualmente. El sufrimiento es la máxima purificación del espíritu y por tanto conduce a su evolución, o como la vemos nosotros, la salvación.
Esta creencia fue aceptada con entusiasmo por Sócrates, y muchos otros iluminados, entre ellos los primeros cristianos. Hacia el siglo VI la iglesia se encargó de purgar la idea de reencarnación de los textos sagrados, incluyendo el nuevo testamento, durante los concilios de Constantinopla. Alegaban que la reencarnación invitaba a desentenderse de las responsabilidades de esta vida. En el mundo actual, el número de creyentes en la reencarnación supera al de los descreídos.
Otros filósofos y escritores han visto en este “valle de lágrimas”, el verdadero infierno para unos, o purgatorio para otros. Fue el poeta italiano Dante Alighieri quien mejor describió las posibilidades. Y es como se explica la ley del karma en algunas religiones o filosofías. Si una persona ha sido despiadada o avara, o egoísta, nacerá en un lugar en donde sus circunstancias le sean adversas y hay muchos casos para demostrarlo, de manera personal o colectiva.
En la filosofía China, el significado de Bien y Mal es muy distinta a la occidental. Según C.F. Chan la cuestión de la naturaleza humana proviene casi totalmente del confucianismo. La escuela de Mencio (c.371-c.289 B.C) se basa en dos proposiciones: la primera es que la naturaleza humana es buena; y la segunda que la naturaleza original del ser humano se torna malvada cuando sus deseos son frustrados. Bajo este concepto, ningún ser soporta el sufrimiento de otros porque en la naturaleza humana estaría inherente la virtud de la compasión. Pero si un hombre es sometido constantemente a influencias negativas, su carácter se verá afectado, a pesar de su buena educación. Ese no es su verdadero carácter ni su naturaleza original. El mal en él es el resultado de influencias externas.
En el taoísmo, sin embargo, en la Naturaleza todo tiene su razón de ser. Aquellos que siguen su propio curso o naturaleza (Tao) serán buenos, aquellos que no, serán malos. Por ejemplo, imponer, forzar, subyugar, destruir, matar, la violencia en general, trae solo el descontento y la infelicidad.
En el gran apéndice de El Libro de los Cambios se lee que La alternancia del yin y el yang es lo que significa el camino. Lo que sigue es la bondad, el bien; lo que es completo es nuestra naturaleza. Cuando la persona buena lo ve, es bueno, cuando el sabio lo ve, es sabiduría, los campesinos lo utilizan a diario sin saberlo. Quizás Leonardo da Vinci lo adivinaba cuando dijo que “Hay tres clases de personas: aquellos que ven. Aquellos que ven solo cuando se les muestra. Aquellos que no ven.”
La bondad o el bien es el producto de poner en práctica nuestra naturaleza, enseñó el filósofo Su Shih (1036-1101). En lo que concierne al Principio del Yin-Yang, la naturaleza original del ser humano no es buena ni es mala. Por lo tanto, el bien no es su naturaleza original sino el producto de su naturaleza.
Para Hsn Tzu (c.298-c.238 B.C) la naturaleza humana es una manifestación de los deseos, que es lo que es responsable del mal comportamiento. Lo que se requiere para corregirlo es la enseñanza de la moral, los buenos principios y el respeto a la ley y el orden.
De acuerdo a las enseñanzas de Tung Chung-Su (c.179 c.104 B.C) el bien es como un grano de trigo y la nación es como la planta que produce el grano. La planta produce el grano, pero no es el grano. Así mismo, aunque la energía creadora (la fuente, lo básico, o hsing) produzca el bien, no se le puede llamar bueno al ser humano, porque, contrario a lo que cree Mencio, La naturaleza del ser humano no es buena todavía. El bien, como el grano de trigo, se produce en el continuum del trabajo del hombre en el “propósito divino” y los elementos externos en la Naturaleza. No depende de lo que “el cielo” hace. Lo que el cielo hace llega hasta cierto punto y ahí se detiene. Lo que queda en este punto pertenece al cielo. Lo que yace en ese punto (de ahí en adelante) pertenece al chiao (cultura o enseñanza). El chiao o enseñanza de los maestros yace fuera del hsing (fuente creadora) pero sin esta no se puede realizar.
Volviendo a la filosofía de Occidente, “el mundo ha cambiado mucho en las últimas décadas” nos dice Alain Touraine. “Las viejas palabras ya no sirven para entender el presente. El mundo vive hoy ‘desorientado’. «Cuando hablamos de la realidad social empleamos palabras que ya no entendemos. Si digo ‘democracia’, cualquiera entiende que es lo contrario de autoritarismo. Pero nadie sabe lo que significa democracia. Nadie sabe de qué sirve la escuela, la cárcel, qué es la familia. No hay respuestas aceptadas para eso. Hay que reinventar las categorías básicas para comprender la realidad».
Y entre esas categorías, Touraine recupera la de sujeto. El sujeto es el ser humano dueño de sus actos. Así lo explica: «En el pensamiento moderno llega un momento en el que no se puede evitar el actor. De forma que hay que plantearse si hay una fuerza que tenga la capacidad de resistir a ese mundo económico global».
Resta decir, que desde que China adoptó el materialismo comunista como su norte, y eliminó por contrarrevolucionarias, las enseñanzas de sus antepasados (como lo hace occidente en estos momentos) el mundo entero ha perdido la brújula. La prioridad es, _mientras nos abraza la fiebre autodestructora y la agitación nos conmueve, _examinar nuestra agenda y fibra moral:
¿De qué lado estamos? ¿Somos los creadores o los destructores? ¿Estamos del lado del Bien o por el contrario nos hemos aliado y somos los cómplices del Mal?