Editorial

Sin estrategia para la tercera ola

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Por: Raymundo Riva Palacio

La tercera ola de Covid-19 está peor de lo que se ve en público, y el problema lo tienen claro en Palacio Nacional. Sin embargo, no tienen idea de cómo va a sacar el gobierno a 130 millones de mexicanos de esta nueva fase de la pandemia. Estamos, ciertamente, en un atolladero.

Quien suponía el presidente Andrés Manuel López Obrador sabía qué hacer, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quedó evidenciado por él mismo como un incompetente durante una reunión de gabinete especial hace unos días en Palacio Nacional, donde la tercera ola fue el tema único de la agenda. Ahí se dejó claro al Presidente y a quienes participaron en ella, que el zar del coronavirus no tiene idea de cómo contenerla.

Se esperaba que López-Gatell presentara una estrategia que mostrara el camino para salir de ella, pero no pudo aportar nada. Su presentación provocó molestias entre los presentes y exasperación del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien repetidamente lo interrumpió para pedirle respuestas concretas, a lo que el subsecretario sólo parloteó ambigüedades y presentó una sola idea concreta: reanudar las conferencias de prensa vespertinas para insistir en la responsabilidad de la gente para contener y derrotar al Covid-19.

Como cualquiera se puede imaginar con ese tipo de creatividad, la reunión para López-Gatell fue un desastre. Ya no es novedad. Desde hace 10 meses, cuando fue confrontado por la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, la estrella del subsecretario se comenzó a apagar. Aun así, el Presidente siempre le dio la razón. Ahora las cosas han cambiado radicalmente, y aunque López Obrador lo sigue defendiendo, como sucedió en esta reunión de gabinete, parece explicarse más en la necesidad de una defensa de su propia terquedad por mantenerlo pese a la creciente evidencia de que sus estrategias y proyecciones estaban mal, que por alguna otra consideración.

Como siempre, el Presidente no admite errores y aprieta el acelerador para neutralizar cuestionamientos. Pero este caso no es un asunto de politiquería electoral, porque se trata de vidas. ¿Cuántas muertes ha causado la incompetencia de López-Gatell y la tozudez de apoyarlo? En el análisis final sobre la toma de decisiones de la pandemia, las víctimas de la irresponsabilidad se conocerán. Y eventualmente, quizá, vendrán responsabilidades penales.

López Obrador debió haberse convencido de la incapacidad de la persona a la que encargó la salud y vida de millones de mexicanos, cuando en la reunión de gabinete, donde esperaban que López-Gatell mostrara su estrategia para enfrentar la tercera ola de la pandemia, no presentó nada convincente. De acuerdo con la información que trascendió, el subsecretario fue incapaz de dar respuesta a las reiteradas preguntas de cómo saldría México de la emergencia que enfrenta.

López Obrador lo interrumpió varias veces por las generalidades que estaba diciendo el subsecretario sin poder contestar la pregunta, mientras que el secretario de Salud, Jorge Alcocer, a quien desplazó por completo en público y en privado, y dejó como un simple adorno en el manejo de la pandemia, lo escuchaba sin intervenir. La reunión fue muy difícil para López-Gatell, quien ante los señalamientos de culpabilidad tuvo que ser rescatado por el Presidente. Sobre todo cuando Sheinbaum, que lleva semanas acumulando molestias contra él por su ineficiencia, se le fue encima.

La jefa de Gobierno prácticamente lo acusó de ser el responsable del incremento dramático de contagios de Covid y hospitalizaciones por el lento avance de la distribución de vacunas disponibles, Incluso lo llamó falto de ética al tener más de 20 millones de dosis sin distribuir. La indignación de Sheinbaum tiene fundamento. El Sistema de Información de la Red IRAG, acrónimo de Infección Respiratoria Aguda Grave, informó en la semana que, de los 58 hospitales habilitados para Covid en la Ciudad de México, 16 tienen una saturación mayor de 78 por ciento, 11 hospitales presentan una ocupación de 100 por ciento en camas generales, y otros cinco oscilan entre 78 y 90 por ciento.

Sheinbaum, por lo trascendido, tenía más agravios que echarle en cara, pero fue detenida por el Presidente. Lo que cuestionaba, le dijo el Presidente, era lo mismo que le estaba pidiendo el resto de los gobernadores –pero ninguna de ellas y ellos participa, como Sheinbaum, en las reuniones de gabinete ni administra el bastión electoral de López Obrador–, y no podía tener contentos a todos y enviarles todas las vacunas que solicitaban. El Presidente atajó lo que no estaba reclamando Sheinbaum, la pésima distribución de las vacunas, con millones almacenadas en lugar de que, como en todo el mundo, sean parte medular de la estrategia contra la tercera ola.

La fallida distribución diseñada por López-Gatell ya tuvo efectos adicionales, le explicó Ebrard al Presidente en la reunión, porque las negociaciones con Estados Unidos para abrir la frontera cada vez se complican más por el escepticismo creciente sobre el manejo de la pandemia y la utilización de vacunas no autorizadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos. López Obrador respondió con acusaciones espontáneas –como asegurar que el gobierno del presidente Joe Biden parecía una agencia de colocaciones de los laboratorios farmacéuticos– que no cedería ante sus presiones. La apertura de la frontera, visto el contexto de la interpretación presidencial, tardará mucho más tiempo de lo pensado en materializarse.

Aunque crítico con López-Gatell, las reacciones del Presidente, de acuerdo con lo que trascendió de la reunión de gabinete, lo muestran como un líder arrinconado por la realidad, pero tratando de encontrar justificación no sólo al subsecretario, sino a él mismo. Finalmente, López-Gatell no pidió ser el zar del coronavirus, sino que el Presidente lo designó y lo sostuvo pese a sus bufonadas y errores en la estrategia y en las recomendaciones sanitarias iniciales.

La defensa que hizo de él ahora parece una fuga hacia delante ante la realidad contundente: no existe ninguna estrategia para enfrentar la tercera ola del coronavirus.

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