Editorial

RADIOGRAFÍAS – Welcome to Jerusalem 

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RADIOGRAFÍAS

Welcome to Jerusalem 

NORMA SALAZAR

 

Oh Dios de los ejércitos,
vuelve, mira desde el cielo
y contempla; visita tu viña
y protégela, ya que
tu mano la plantó
SALMO 80, VERSÍCULOS 15-16

 

                                                                                                                           

Escribo esta breve postal de mi viaje a Medio Oriente en una mañana calurosa de julio:

 

Al fin, llegamos al campestre paisaje a orillas del desierto de Judea adonde la ciudad se acrecienta sobre varias colinas amplias con insuficiente vegetación, hacemos un alto junto al muro para poder cruzar, una portentosa trinchera de concreto acabada por alambres de púas.

Soldados israelíes con rifles en mano nos inspeccionan nuestros pasaportes viro a un lado y un rotundo silencio se hace presente porque se cumplen las reglas; ningún civil israelí debe cruzar sin acceso militar por ende un extranjero. Observo con cierta prudencia el panorama todavía puede contemplarse algunas casas antiguas que fueron construidas de roca color amarillo pálido alojadas a lo largo de las calles empinadas y angostas.

Jerusalem y Belén solo están apartadas a 9.5 km, tan sólo, una división angosta de la geografía regiónal. Ésta realidad coloca en territorios desiguales, es decir, Belén enraizada en Cisjordania territorio ajetreado por Israel a causa de la Guerra de los Seis Días en el año de 1967.

 

(Vuelvo a despertar de mí cavilar en silencio a prestar atención a mi familia)

 

Una ciudad Palestina con habitantes musulmanes al acecho por decenas de terroristas suicidas Todos, adentro de la camioneta y acalororados mi familia y su servidora seguimos en la fila de autos esperando ingresar.

Llega el momento… Nos han autorizado el paso, acto contiguo se abre una puerta de acero corrediza, los soldados se hacen a un lado del muro para dejarnos pasar sigo observando mi destino al frente de pronto escucho un golpazo de la puerta que ha sido cerrada no deseo mirar

atrás. Belén, vamos avanzando nuestro recorrido por la erguida pendiente, mis primos y yo volteamos para mirar el espacio, cómo se ensancha la serpiente gris del muro que sisea con torres de vigilancia cilindríndricas.

Belén urbe tan reverenciada por las hordas mundiales, uno de las zonas más beligerantes de la Tierra.

Llama mi atención unos hombres sentados y escucho sus sorbos exquisitos del café árabe en un estanquillo al aire libre mientras la carne de carnero gira en un asador goteando grasa.

Aquí estamos en el epicentro del volátil lugar rodeada por asentamnientos judíos y campos de refugiados, encerrada tras un muro, encubierta por un bosque de minaretes, la Iglesia de la Natividad, un cruce de caminos del mundo -la interacción añeja entre Europa, Asia y África-, asediada a lo extenso de la interminable historia.

Observo a mi padre cabizbajo pensativo pero con una mirada radiante porque se ha cumplido su anhelo de muchos ayeres planeándolo, orando al TOPODEROSO para que le diera fuerzas, cordura y salud de traernos a toda su descendecia y toda la principal familia paterna, como lo hicieron sus padres, abuelos, bisualos aquí en su momento, el tiempo indicado. En Belén mencionan la Biblia, otros recitan el Corán unos más cantan la Torá, sigo mi travesía de viaje éste país muestra sus medias tintas entre sus campos, otros nos deslumbran la pupila con sus olivares, unos más evocan a nuestros oídos su relatoría histórica mientras yo me pregunto, ¿Cuándo se llega a la condescendencia por un trecho de tierra?, ¿Dónde esta la cordura humana? ¿Y la paz?

                                                                                       

Marrones plegarias

 

En uno de tantos atajos de la vetusta y estrecha Jerusalén a cierta distancia siendo prudentes en compañía del cielo raso en tierra Santa.

Observamos con tímidez y miedo aquellas multitudes cubiertas de ropaje blanco que llegan a postrarse para realizar sus oraciones quitándose como buenos devotos las babuchas.

Estoy presta a toda oídos con respeto a preñarme ha todo susurro.

Arrancar un sentido al caos mundano, pués también he escuchado al almoacín que desde el minarete hace el llamado:

“Allāh’ akbar, Allāh’ akbar” “Dios es grande, Dios es grande“ lā ilāha illā –llāh,   lā ilāha illā –llāh”   “Doy fe de que no hay más divinidad que Dios, Doy fe de que no hay más divinidad que Dios” “hayya ‘ah’ S-Salāt, hayya ‘ah’ S-Salāt” “ Acudid a la oración, Acudid a la oración”    

Con toda su altivez en la Mezquita rugen las plegarias por mis oídos retumban por escuchar las cantigas han traspasado la cúpula de la Roca y mozaicos azules que doblegan a todo viajero, día con día por cinco veces se mira esta escena tan prístina. Entregan el ropaje fatigoso por tanto carga del trayecto de sus vidas, entran cabizbajos se inclinan ante Ėl, saben que tendrán un mejor cobijo.

Ellos, abarrotan un urbano espacio del barrio antiguo de Belén. La Mezquita de Omar se levanta desde la Plaza del Pesebre hacia el sur, llegan las plegarias que rozan colinas marrones y yermas del desierto.

Observo con lágrimas incontrolables el colosal paisaje, mi lucha emprende aquí, buscando una futura analogía un consejo al reloj de la ausencia que me ha tatuado.

A mi lado Papá saca su furia de sal y parla en hebreo:

“Llevo sesenta y tantos años vivo por inercia cargando mi nudo”.

Yo, tan insignificante no me quedan palabras para tan complejo razonamiento de mi padre sólo enmudezco ante esto.

Me salen por los ojos borbotones de lluvia que siento mi cuerpo adormecer ligera.

No volveré a respirar el aire igual.

El sol imponente opaca nuestros llantos extasiados,

nos abre el cielo con sus rayos,

Él TODOPODEROSO, DIOS, ALÁ ¡El únigenito del Mundo existe!

 

 

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