Editorial

“Llueva, truene o relampaguee”

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Por: Enrique Quintana

Dicen los diccionarios que la expresión que encabeza esta columna y que fue usada por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, el pasado fin de semana, se usa cuando se quiere señalar que algo debe hacerse aunque las circunstancias se opongan a ello.

En este caso, el presidente se refería al regreso a las clases presenciales al comenzar el nuevo ciclo escolar.

Y la circunstancia que se opone a que el 30 de agosto se reabran las escuelas es la tercera ola de contagios del Covid-19.

Las autoridades federales y algunos gobiernos estatales han desestimado esta ola porque no ha causado tantos fallecidos como las dos primeras.

Señalan que el avance en el proceso de vacunación y el hecho de que ahora se estén enfermando los más jóvenes, permite suponer que los efectos serán más leves.

Y por esa razón las autoridades locales, como la Jefatura de Gobierno de la CDMX, simplemente cambian el color del semáforo sin aplicar ninguna medida diferente.

La explicación es que al cambiar el color del semáforo solo quieren alertar a la población de que hay más riesgo.

Considerando el promedio semanal, el nivel de contagios que hoy tenemos en el país alcanzó 12 mil 768 nuevos casos por día. Esta cifra prácticamente está por duplicar el pico máximo que tuvimos en la primera ola en los primeros días de agosto de 2020, al llegar a poco más de 6 mil 900 contagios por día.

Nos encontramos también 27 por ciento por abajo del nivel máximo al que se llegó en enero, cuando el promedio semanal fue de casi 17 mil 600 nuevos casos.

No tengo la menor duda de que en cuestión de semanas estaremos por arriba de esa cifra y alcanzaremos el máximo de toda la pandemia en agosto.

El número promedio de fallecidos, en efecto, es por ahora significativamente menor. En este momento es de alrededor de 300 frente a los más de 700 de la primera ola y los poco más de 1 mil 300 promedio de la segunda.

Tampoco tengo la menor duda de que el número se va a ir para arriba, aunque no sé si se alcancen los registros de agosto o febrero. De cualquier manera, se va a tratar de un número inaceptablemente alto.

Y, pese a que afortunadamente se ha acelerado la vacunación, el porcentaje de vacunados sigue siendo muy bajo. Solo 18.4 por ciento de la población tiene el esquema completo, mientras que otro 13.9 por ciento tiene al menos una dosis.

La variante delta exige que, para obtener la inmunidad colectiva, al menos 80 por ciento de la población se encuentre vacunado con esquema completo, para lo cual aún se deben aplicar aproximadamente 110 millones de dosis.

En un escenario optimista en el que apliquen 800 mil vacunas por días, nos faltarían 137 días, lo que implica que hacia el final de este año probablemente estaríamos llegando al objetivo de vacunar a 80 por ciento de la población.

Al 30 de agosto, fecha de inicio del año escolar, podríamos aspirar optimistamente a tener un 30 por ciento de vacunados con esquema completo.

Me parece que ese porcentaje ni lejanamente ofrece una seguridad razonable para el regreso a las clases presenciales.

El gobierno apuesta a que las tasas de letalidad del virus sigan relativamente bajas a pesar del salto en los contagios y que no se produzca, como en enero, una saturación de los hospitales.

Puede que salga la apuesta y puede que no, si el crecimiento de los contagios se acelera o si aparecen nuevas mutaciones.

De acuerdo con datos oficiales actualizados a los primeros días de junio, el exceso de mortalidad general en México llega casi a 500 mil personas.

Hay que tener en la mente este dato cuando se hable de dar prioridad a la educación presencial o a la economía.

¿Cuántos más queremos agregar a la suma, llueva, truene o relampaguee?

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