Editorial
¿EL ÁRABE O EL DIABLO? – GUILLERMO ALMADA
¿EL ÁRABE O EL DIABLO?
GUILLERMO ALMADA
Estuvimos hasta tarde en la madrugada, primero viendo el show de Fáthima, luego comimos todos juntos, y nos quedamos a una sobremesa de tragos y cafés, mientras contábamos anécdotas y nos reíamos como locos, conociéndonos más distendidamente.
Más tarde Diego me llevó a casa, y Fáthima salió con Letizia que llevaba el mismo rumbo. Antes de dormir me serví un wiski y me quedé mirando por la ventana la noche meridana. Dejé el vaso sobre la mesa de luz y me tiré en la cama, sin desvestirme del todo, pensando en esa mujer que había cantado una canción entera mirándome a los ojos. En realidad, quería soñarla, que iba a ser más fácil, a que ella me permitiera alcanzarla. Y así me dormí.
Me despertó un resplandor espontáneo. Como si un rayo hubiese caído adentro de la casa. Aún era de noche, me quité los pantalones, y sentí la boca pastosa por el alcohol, así que fui hasta la cocina a buscar un vaso de agua, y ahí estaba el árabe, mi amigo Balt-Hazar, esperándome como si nada ¿Se despertó? Me preguntó, cuando todavía no salía de mi asombro ¿Cuándo vino? ¿Cómo entró? Le pregunté. “La señora Carlota me dijo que usted necesitaba verme, hablar conmigo”, me respondió con su acostumbrada displicencia, y se quedó mirándome como si viera a un fantasma, y no sé si yo no estaba haciendo exactamente lo mismo.
Ya que estaba, le conté para qué lo necesitaba, y, en detalle, mi experiencia de la noche anterior. Pero usted se pierde yendo de la cocina al baño ¿Cómo llegó hasta ese bar? Me preguntó inquisidoramente. “No lo sé” tuve que responderle, porque en verdad, no tenía ni idea de cómo había hecho para llegar. Entonces me sugirió que debían haberme inducido a través de alguna maniobra del ánimo, como la hechicería, por ejemplo.
Me reí a carcajadas. Pero él me miraba inmutable. Tenga cuidado, me dijo, ya sabe que una persona normal no distingue con facilidad adonde están los brujos, los magos, los hechiceros, druidas, y chamanes, y que todos, de una manera o de otra, alteran las convenciones del ánimo y la voluntad, si lo desean. Ese espacio, ese triángulo que usted me contó, de anoche, puede haber sido plasma, también conocido como la antimateria. Es esa porción del Universo en donde se dice que habitan las almas. Lo cual es extraño, porque usted está vivo.
Su composición principal es el éter, también llamado el quinto elemento, o el alma del mundo. Está formado por partículas cargadas positiva y negativamente, que se encuentran en una proporción tal, que su carga total suma cero. El equilibrio magnético ¿Ha visto esa especie de corona o áurea anaranjada que a veces se observa en la llama de una vela? Es un producto de la disociación e ionización de las moléculas del aire, y constituye una especie de plasma de baja densidad y temperatura. La energía del éter es la fuerza que fluye constantemente desde las profundidades del Universo, uniendo al hombre con la Creación.
¿Está entendiendo lo que le explico? Me preguntó Balt-Hazar, porque me mira como si le estuviera hablando en árabe, me dijo y se rió con una estruendosa carcajada.
No tenía ni idea de que el árabe pudiese tener tanto conocimiento sobre estas cosas. Sobre física, o astrofísica. El calígrafo, que se ganaba la vida repartiendo cartulinas con frases escritas en su lengua, y que él traducía en bellos poemas de amor, a las mujeres que paraban en los semáforos, me acababa de dar una lección, de dos minutos, de física cuántica.
¿Alguien más en el grupo conocería estas dotes del árabe? Ese tipo no era una caja de sorpresas, sino una enciclopedia no descubierta por nadie ¿Cómo habrá hecho para llegar hasta Mérida un hombre que jamás se había interesado en cruzar los límites del barrio, asegurando que en él lo encontraba todo?
Estas, y otras preguntas más, comenzaron a darme vueltas en la cabeza. De repente ya no estaba sentado delante de mí, lo busqué con la mirada y se había trasladado al living. “Es linda la casa ¿Paga caro?” me preguntó. No pago nada, le dije, es un préstamo. Me sonrió de manera socarrona y me dijo, con cierta carga irónica, cuídese de los intereses. Estaba raro, y le iba a decir, pero no me dejó hablar, siguió preguntando ¿Cómo puede ser que no se dé cuenta que todo esto no puede ser gratis? Yo, que usted, me voy. No se quede a esperar resultados, puede ser tarde, puede ser caro… En ese momento llamaron a la puerta y me sobresalté, levanté la cabeza, y estaba dormido sobre la mesa de la cocina, en calzoncillos, y con un vaso de agua por delante. Busqué por la casa y no encontré a nadie, volvieron a golpear la puerta, era el padre Anselmo, cuando entró me dijo sorprendido, “Que carita, hijo, ni que hubieras pasado la noche con el Diablo”