Editorial

El esnobismo anti fit – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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El esnobismo anti fit

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Los llamados “mamados”, son ante todo, dicen, idiotas funcionales. O eso es lo que popularmente dice el grupo antagónico natural: los culturalistas. Graciosa contradicción, culturistas vs culturalistas, en esta enrarecida sabana de la vida moderna. Resulta y acontece, que tenemos la noción de que las personas que se han dedicado a trabajar en sus cuerpos, son, ante todo, una especia de analfabetas definidos por su masa muscular. Esto dicen, principalmente los contrarios, quienes se han centrado en la “cultura” como un mecanismo de defensa ante las fuerzas externa de la sociedad. Hablamos de los extremos, naturalmente. Sin embargo, las fronteras se han disuelto en esta modernísima modernidad, y cada vez parece más extraño que una persona se defina a través de una única cosa, actividad o gusto. Me agrada la metáfora de H.G. Wells, que había definido esa batalla entre los elois y los morloks, en una extraña distopía del tiempo. En esta rebuscada referencia, los elois somos todos aquellos que no somos morloks, y éstos últimos serían esta ambivalente raza de la que comentamos impunemente en la columna de hoy.

Resultaba, que los morloks estaban divididos en dos subrazas o castas, unos siendo bestias poderosas y casi ciegas, que vivían para servir a la otra casta, y los otros una especie de superhumanos que regían desde sus desbordadas habilidades a la masa de músculos. Poco grácil, pero servil la metáfora, pienso. No sé en otros países, pero nuestro querido México se distingue por su agradable gente, sus bellas tradiciones y comidas, y su arraigado placer en la discriminación. Es poco probable que alguien de nosotros no tenga prejuicios o elabore completas peroratas para justificar sus opiniones, normalmente impositivas y dirigidas contra otros segmentos de la sociedad. Eso no implica que sea mutuo, naturalmente. Como un joven millenial (perdón por la contradicción), la complejidad de la vida diaria se suma al llamado de los trabajadores de la salud y otros buenos samaritanos, para tener vidas más activas físicamente y con mejor alimentación. Por eso, y quizá un tanto de vanidad-autoestima, he terminado conociendo el amplio mundo de la cultura fitnes, a gente que vive esa forma de vida, y las rutinas y actividades que muchos realizan. Claro que hay excesos, puntos grises tirándole a negro, y hartísima banalidad, pero no es nada que no exista en otros grupos sociales.

Lo que he aprendido de la gente fit, del inglés fitness, es que es algo que requiere bastante compromiso y disciplina; o dinero y salud, si se va por la carretera corta. La mayoría de esas personas dedican tiempo a su formación muscular, al trabajo de las articulaciones, desarrollo de fuerza y de habilidades físicas. Sin embargo, también dedican mucho tiempo al aprendizaje de nutrición, de salud humana, de prácticas fisiológicas, y en general, de un adecuado mantenimiento de su salud. Claro que hay todo ese tema de los fármacos, del abuso y de la banalidad humana. Pero he de reconocer que el mundo que he descubierto es admirable, y del que tenía yo una percepción bastante errónea. Muchas de las personas que se dedican al fitness, en sus distintas variantes, son también personas. Eso es lo que más me ha desconcertado. Tienen profesiones, aman a sus familias, se reúnen como amigos, conversan de los impuestos y de proteínas, e intercambian referencias, lecturas, aprendizajes y consejos. La idea de que son idiotas funcionales es, me parece ahora, una generalización anticuada promovida por quienes buscan sentirse moralmente superiores. Desde el lado de los culturalistas, suponer o prejuzgar a estas personas me parece incluso peor, dado que se antepone ese doble raseo ante la compleja existencia humana.

Tampoco vamos a alabar a los mamados, hombres y mujeres que hacen cosas extraordinarias con su cuerpo, pero mayormente con su voluntad, que se fijan metas y sueños, y que de vez en vez los alcanzan y comparten como una comunidad. Pero me parece pertinente dejar de estigmatizar a este grupo desde el culturalismo, y abrirse más a sus prácticas para mejorar nuestras vidas y las relaciones sociales. Sin caer en extremos, porque uno ama la literatura, pero también los tacos, y las chelas con los amigos. No por nada, en el lado de la literatura, pienso sin muchas evidencias, ha habido tantos fallecidos recientemente ante el Covid-19, relacionados básicamente con la mala nutrición y la cultura de la inactividad física.

Pensándolo mejor, tal vez no se deba a una cuestión de superioridad moral, sino a una auténtica proclama en contra de los principios del fitness, y somos un ejército enemigo de sus ideales y sueños.

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