Editorial
Crónicas del Olvido – “OCÉANO DE VOCES”, DE MARÍA LUISA ANGARITA
Crónicas del Olvido
“OCÉANO DE VOCES”, DE MARÍA LUISA ANGARITA
Alberto Hernández
1.-
Palabras, todas las palabras. Todas ellas como espuma, como el desahogo de un mar arisco, pleno, movido por las mareas y los tornados. Palabras, muchas son las palabras que llegan al silencio, a una suerte de muelle: el eco. Y no se quedan quietas. Siguen moviéndose, en un perfecto gerundio. No existe una sola palabra quieta, porque aunque haya muerto existe la posibilidad de su reencarnación.
Toda palabra sale de la boca de Dios, dice la Biblia. Y toda palabra emerge del hondo equilibrio de los mares, ese que arrasa con la tierra, la recoge, la acomoda, la nombra, la borra y la vuelve a trazar. Como un volcán siempre a la espera de su despertar. Las palabras son la parte líquida de la memoria, su magma, su lava.
Entonces, siempre habrá una preposición –el tiempo y sus adventicias sonoras- que anuncie la continuidad, llega el eco de María Luisa Angarita con este libro inédito (todo libro lo es cuando su nacimiento se anuncia sorpresa) donde caben todas las palabras porque en la poesía todo es posible, más allá de los garabatos de algunos críticos, tan puros como la fusión del fuego con el agua.
2.-
Y como el silencio imperará pese a tanto ruido provocado por la grosería de la realidad, ella, la poeta, nos dice: “No hay voz para tanto silencio”, y, en efecto, de las vísceras del silencio salen, airosas, las sílabas compuestas, atadas con el hilo invisible de la voz, con el tejido perfecto de las pronunciaciones.
“Decimos más cuando callamos
cuando los ojos se nos pierden
en la profundidad del otro”.
El silencio, augusto, inventa los sonidos. Descubre los vocablos, los que extraemos del adentro, de la hondura donde el vacío se llena de sobresaltos, los que contienen palabras, también el canto o las referencias de los seres que, sin ser nuestra piel, nos habitan.
Y “para abrir paso entre sus ecos” el poema se expande, crece, se robustece como el territorio de un mar infinito, “donde mi ser no tiene cabida”. Sin embargo, el ser es también ese océano de donde deriva la vida, la sal del planeta verbal que habita en María Luisa Angarita. Su mar, su océano de voces.
Algún instante, podría ser un mes: “Marzo es un accidente cósmico”.
Esa metáfora sintetiza toda una poética. El océano, el desde abajo terrenal y el tiempo aferrado a la decisión humana de dividirlo y hacerlo espacio, otro ámbito en el arriba.
3.-
La voz que habla dice: “Sufrir el poema”, como si fuese posible desahogarlo.
La voz es la parte espiritual de las palabras. La parte ósea determina el sentido, el significado, lo que sale como materia de la boca.
4.-
No es un acomodo callar, porque “Tras el silencio nada queda/ sólo el tormento”. Las palabras, las voces, las que son la espuma del espíritu, son habitadas por los tantos ecos que emergen del fondo, de la esencia sanguínea del que escribe, del que habla o sueña.
Y aunque diga: “no somos necesarios”, la poesía admite tal aserto para “volver a ser mi esencia”, el magma oceánico de las voces que construyen el poema.
5.-
Una especie de liquidación, de extrema despedida, no de irse a algún espacio o superficie, sino de abrir otra posibilidad: “Es menester dejar ya de escuchar las voces/ tenderles una trampa”, y así hacerlas más robustas, las cercanas a sus ecos, al océano que las contiene.
Y al cierre, “En cada palabra agotamos la vida”.
Para afirmar, desde este lado del verso que nos finiquita, que el silencio será el responsable de construir nuevas palabras, nuevas voces, nueva vida.
(Con este libro María Luisa Angarita obtuvo el segundo lugar en el Certamen Literario Nuevas Letras del Rotary Club Cid Campeador de Buenos Aires el pasado año 2020).