Editorial

DISTRIBUCIÓN DEL TRABAJO – GUILLERMO ALMADA

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DISTRIBUCIÓN DEL TRABAJO

GUILLERMO ALMADA

 

La frase de Nicanor nos dejó a todos atónitos. Nos miramos, unos a otros, se acrecentaron las dudas, las sospechas, y se oyó el ruido del golpe de la puerta de calle, que se cerraba. Yo miré y dije “estamos todos” ¡No! Gritó Fáthima, falta Laurel, ella fue la que huyó, hay que atraparla. No tiene sentido, dijo Manuel, es un avatar, puede ser cualquiera. Pero, si ella es un avatar, reflexioné ¿Adónde está la verdadera? Tal vez nunca hubo una verdadera, dijo Letizia. Es verdad, intervino Manuel, no es nuevo que tú eres el designado. Tal vez ella lo sabía antes que nadie, y por eso se mantuvo cerca de ti, para poder controlarte. Ahí se volvió a escuchar la voz chiquitita del hombre pájaro “No, yo me hubiera dado cuenta. Laurel siempre ha estado en contacto conmigo” ¿Entonces? Preguntó Fhátima, verdaderamente desorientada. Entonces quiere decir que debemos rescatar a alguien más. Dijo apesadumbrado el padre Anselmo.

Me temo que vamos a tener que acelerar los procesos, dijo Manuel, con la cabeza levantada, y cerrando los ojos. Y siguió: “Las hechiceras nunca fueron buenas amigas de las hadas. Hay como una cuestión de jurisdicción mágica. Hasta qué punto llega la una, y hasta qué punto avanza la otra. Y si además agregamos que estas hechiceras han cambiado de plano, pasándose del positivo al negativo, podemos presumir que cualquier hada la pasaría muy mal”.

El ambiente se puso tenso, áspero, pesado, no sé cómo definirlo. Tal vez, todo junto. Teníamos muy pocas cosas de nuestro lado. No había una manera sencilla de ver el vaso medio lleno. La esperanza de rescatar a la mamá de Fáthima se acababa de complicar sumándole el rescate de Laurel, y estaba más que claro que entre un hada y una dama superior, Laurel no tenía puntos de ventaja.

Diego tomó la palabra, y eso fue, para mí, sorprendente. Por lo general era un observador obediente de lo que se resolviera, un soldado, como quien dice, y nunca hablaba ni exponía, así que lo escuché con suma atención.

No se trata de elegir a una u otra, comenzó diciendo, porque esa es la trampa que nos están poniendo. Al introducirnos un factor de división, intentan debilitarnos con un malestar interno. Tenemos que reforzar la estrategia, pero manteniéndonos siempre unidos. Pero unidos desde el entendimiento, desde la raíz, desde la metafísica del asunto. Porque cualquier duda les servirá de ventana de ingreso para mellarnos, y no van a dudar en hacerlo. Tenemos que actuar rápido, pero muy seguros. No es un lugar adonde se pueda entrar y salir, y volver al otro día, como si fuera un centro comercial. Es una única oportunidad que no podemos desperdiciar, así que debemos ser detallistas en la estrategia.

Manuel golpeó el borde de la mesa con el bastón, a modo de aplauso, y dijo, muy bien, Diego, esa es la actitud, un líder debe mantener unido al grupo en aras de un objetivo común. Y esa es su única función, o por lo menos, la primordial. Me alegra que la hayas asumido con esa entereza.

Anselmo interrumpió ansioso para decir, “bueno, Diego, dinos cuál es el paso a seguir, ya que eres el líder” no sin cierto sarcasmo. Y Manuel intervino, no, no, no Don Anselmo, no se confunda. El líder no siempre debe tomar las decisiones, él solo se encarga de que todos estemos unidos, y hacerlas cumplir. Pero, a usted se lo ve muy dispuesto, así que díganos cuál es el paso que debemos dar.

Descifraremos lo que dice ese libro, dijo el padre Anselmo, pero hay que hacerlo rápido, porque, justamente, lo que no tenemos es tiempo. Y se volvió a escuchar la voz tenue, pequeñita, de Nicanor, que desde atrás de todos, decía que el libro no se descifra. Automáticamente las miradas se dirigieron a él, para que aclarara, así que siguió: “El libro se interpreta, y no se hace mediante la lectura. Él busca un alma sensible mediante el cual transmitir, y desde el principio, eligió el alma de los pájaros. Pero los pájaros no sabían hablar con los humanos, entonces nosotros fuimos creados para eso. Pero el trance solamente llega cuando el libro necesita comunicar algo.

Es su espíritu el que se conecta con el mío, y ahí se produce la transmigración, y todo lo que yo digo es palabra del libro, que está basado en las pláticas y sabiduría de los primeros ancianos.

¿Y cómo diablos se pone en marcha eso? Preguntó Letizia.

No es cómo, es cuándo, la pregunta, dijo Nicanor. Y la respuesta es cuando nuestras almas entren en verdadera comunión. Debemos estar unidos desde el convencimiento, para que, en la suma, el espíritu sea uno solo. Mientras eso no suceda, el libro no hablará. Así que el primer trabajo es interior, y nuestro. –

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