Editorial

Turista nacional vs. Turista mundial

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El Presidente ha decidido que sus corcholatas se paseen, se muestren. Claudia Sheinbaum anda de gira por el país, Marcelo Ebrard le representa en una reunión de mandatarios en Italia. Fotos por aquí, fotos por allá. Es como si estuviéramos invitados a atestiguar partidas de ese pasatiempo llamado Turista. Uno en versión nacional, otro en la mundial. ¿Será entretenido?

Perdonarán ustedes, pero no tuve Monopoly, así que apelo a la memoria, y empatía generacional, para pedir que se lean estas líneas usando como referencia los respectivos turistas de la marca Montecarlo, sí, del conejito y los hórridos trajes típicos nacionales o mundiales.

Claudia Sheinbaum pisará este fin de semana largo Baja California, Guanajuato, Campeche y Colima. Si fuera una jefa de Gobierno convencional podríamos decir que en esos lugares a ella no se le perdió nada. Pero no lo es. Está en “la jugada”. Así que va a ver si compra gasolineras y hoteles, es decir, si puede adquirir estados para luego cobrar réditos, para reclamar esas entidades como suyas si otro morenista luego quiere placearse por ahí. Es nuestra turista nacional.

Marcelo Ebrard andaba en Roma, Italia, donde se reunía el G-20. En el maratón de fotos que se tomó incluso aparece con Angela Merkel, decana de los liderazgos mundiales democráticos (ella sale en la imagen con la atención hacia otro lado, así que cualquiera puede decir que la germana reaccionó frente al enviado de segundo nivel a una reunión de mandatarios con el clásico “ni te topo”). Pero, es cierto, el canciller recorrió esas casillas y es más que suya la interlocución mexicana con el who is who internacional. Es nuestro turista mundial.

Andrés Manuel López Obrador tira los dados de ambos tableros. A final de cuentas es el único que avanza. Las corcholatas creen que están en el juego, pero eso sólo se sabrá en el futuro, si cuando el que tiene la mano elige a uno de los dos para, en efecto, competir en la elección del sucesor del tabasqueño. Porque igual y éste se aburre y se va a jugar con otra corcholata. Las del turista son partidas largas, se sabe, y no siempre resultan divertidas.

Porque el turista, nacional o mundial, tiene sus azares. Además de los caprichosos dados, en el mazo de castigos hay todo tipo de penalizaciones. Puede uno ser multado, perder turnos, ser regresado a la casilla inicial, obligado a comerse algo o acabar detenido. Y, sobre todo, puede uno acumular propiedades que a la postre sean baratijas, posesiones cuya renta sea simbólica antes que sustantiva.

Si la turista nacional saca provecho quizá se convierta en una líder de los gobernadores morenistas. ¿Se podrá quedar con lugares como Guanajuato, donde el movimiento del Presidente no pega? ¿Cómo le irá cuando vaya a Nuevo León o Jalisco? ¿Le harán travesuras los mandatarios de otros partidos?

El turista mundial, por su parte, es dado al autobombo. Él y su equipo claman a toda hora y por doquier que qué bárbaros, que qué equipazo, que son jugadores glo-ba-les y que los mexicanos les debemos desde las vacunas hasta la risa. Es casi de pena ajena cómo quieren vernos la cara de provincianos, de gente que necesita que siempre le expliquen el mundo.

Qué le importará más a AMLO, que le vaya bien a la turista nacional o al mundial. Igual y luego los cambia de tablero y a ella la mueve internacionalmente, y a él le deja ranchear nacionalmente más allá de la Alameda. Con este Presidente nada es seguro. Ni entretenido; pero suerte a los turistas.

 

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