Editorial
PREPARATIVOS – GUILLERMO ALMADA
PREPARATIVOS
GUILLERMO ALMADA
La noche estaba encantadora, había bajado la temperatura y el tiempo se había vuelto agradable. Sin entender muy bien lo que terminaba de vivir, y con temor de preguntar lo inadecuado, dejé partir a Fáthima con solo un cruce de miradas. Después de que su carro se perdió de vista regresé a la casa con la idea de analizar el suceso, y me llevé un susto terrible cuando lo vi a Manuel sentado en el comedor, con su impecable traje blanco, su sombrero de ala ancha, y su bastón.
Estabas tan entretenido despidiendo a la hechicera que decidí deslizarme para entrar sin hacer ruido, con tal de no perturbar el momento, me dijo, con su hablar pausado, sin inmutarse, y continuó, veo que llegué tarde a la cena, así que, por lo menos invítame algo de beber. Serví sendos vasos de whisky, y me senté en el sillón, confundido, y con la idea de que, ya que mi amigo se encontraba conmigo, me escuchara y aconsejara.
No te ofendas por lo que voy a decirte, amigo mío –arrancó Manuel después de escucharme –pero nada de lo que viviste acá es real. Ella vino, cocinó para ti, compartió la mesa. Eso sí. Pero todo lo demás ha sido simplemente tu fantasía. Ya sabes que la realidad y la fantasía tienen idéntica estructura cerebral. Bueno, ella tiene la facultad de liberar tu deseo, para construir con él una fantasía que tú vives. Es el más antiguo y común de los hechizos. Y el secreto radica en su perfume, es un trabajo simple y natural de aromaterapia, pero sobre tu conciencia. Ahora, debo decirte algo, es extraño que Fáthima lo haya utilizado contigo, porque, por lo general, solo se usa para detectar mentiras, o conocer verdades, como prefieras verlo, una especie de pentotal sódico perfumado. Y eso habla a tu favor. Que te haya cumplido una fantasía, algo quiere decir.
Mientras Manuel me hablaba, yo lo miraba, porque todavía no estaba consciente de la realidad que me tocaba vivir. Toda mi vida viví convencido que pertenecía a un mundo de un solo plano con tres dimensiones y nada más. Y ahora resulta que estoy conviviendo con gente que me habla de planos paralelos, que va y viene de otras dimensiones, hombres que vuelan. Nadie puede adaptarse a algo así en ocho meses. Yo estoy acostumbrado a una sola realidad.
¿Ah, sí? A una sola realidad, acotó Manuel ¿Estás seguro que la realidad que tú ves es la misma que ve la persona que, ocasionalmente, se encuentre a tu lado? ¿Estás seguro de que la gente te ve cómo tú te ves en un espejo? ¿Estás seguro de que yo estoy acá y no soy un producto de tu imaginación, y tu cerebro te está haciendo creer que todo es real?
¡Basta Manuel! Me estás volviendo loco a preguntas.
Son preguntas que tú te estás haciendo, me dijo mirándome a los ojos. Y está bien que te las hagas, porque es necesario que comprendas. Vivimos en un universo ilimitado, que no es lo mismo que infinito. Quiere decir que no tiene bordes, ni barreras que funcionen como tal, y separen algo. El universo humanamente visible no es lo que vemos, porque nuestra vista está sesgada. Partamos de la hipótesis que es de forma toroidal, como una rosquilla, una inmensa donut, y tiene dinámica constante, por eso es que el tiempo se curva, se hacen bucles, y plegamientos. Y viajes a donde viajes, siempre se vuelve al punto de partida. Obviamente es una teoría científica, porque nadie ha vivido lo suficiente para comprobarlo, se tardaría miles de millones de años luz, y eso con la suerte de no haber caído en ningún agujero negro.
¿Para qué necesitamos todo esto, Manuel? Le pregunté preocupado, casi asustado. Porque veía su cara, sus gestos, y no eran distendidos y despreocupados, todo lo contrario, eran gestos graves. Pero su respuesta no se hizo esperar. Porque para cumplir con los rescates –dijo, vamos a necesitar viajar en esas curvas de tiempo, ir y venir a otros planos del universo, constantemente, reconocer un horizonte de sucesos para no caer en un agujero negro -¿Pero, qué, vamos a convertirnos en astronautas? Pregunté.
No, dijo Manuel, con suma serenidad, porque no vamos a usar trajes ni naves espaciales. Y ahí es donde interviene Nicanor. Es heredero de los más antiguos, y ellos sabían cómo hacerlo, así que deduzco que su padre lo debe haber aprendido de su abuelo, y él también debe saberlo
-¿Y por qué no viaja él?
– Porque es el que más sabe, se tiene que quedar acá para cuidar el viaje de los que vayan, para asegurarse de que regresen. No es sencilla la misión. A propósito ¿dónde está Nicanor, que no lo veo?
-Está con Diego, le pedí por esta noche, si podía hospedarlo.
Manuel se echó a reír descontroladamente ¡No me digas que te habías hecho ilusiones! decía, sin poder contener las carcajadas. “La próxima vez déjame tomar una localidad, para mirarte, yo pago la cena”, y seguía riéndose. –