Editorial

LA MAGIA DE LETIZIA – GUILLERMO ALMADA

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LA MAGIA DE LETIZIA

GUILLERMO ALMADA

 

Me puse a ordenar las ideas, necesitaba tener una cronología de los hechos y sus circunstancias. Yo había llegado hasta Mérida siguiendo y buscando el paradero de la clarividente, esa niña que, en trance, podía predecir el futuro con una exactitud milimétrica. Había tenido dos contactos en Rosario, el primero fue personal, que se frustró debido a alguna visión que la asustó y salió corriendo del lugar, y más tarde me pareció verla en una fiesta pero cuando llegué al rincón del salón por donde la había visto, desapareció entre las paredes.

 Viajé porque me fue revelado que ella estaba en Mérida, y desde que llegué comenzaron a sucederme una secuencia de episodios que no alcanzaba a comprender. Está claro que mi intensión era abrir los conceptos y generar recorridos filosóficos diversos, en lugar de apostar al reduccionismo y la síntesis, así que lo primero que me dispuse a confeccionar fue un listado, o un esquema, o un racimo, lo que sea, pero necesitaba ver que podía tomar las cosas en mi poder y darles un orden.

 Después de haber confeccionado, con mucho esfuerzo y discernimiento, ese listado de sucesos, lo miré y me puse a pensar que debía haber alguna razón perfectamente fundamentada para que hubiera elegido ese orden y no otro, esos sucesos, inclusive, y no los que no clasifiqué. Nadie elige libremente nada, ningún listado es arbitrario. Algo de los sucesos detallados allí me afectaba subjetivamente y por ese motivo le había dado yo ese orden de prelación y no otro.

Nicanor dormía en su cuarto, y yo, me preparé el mate para ver si me ayudaba a relajarme y podía cumplir con la tarea que me había propuesto, era muy temprano y había en la casa una quietud y un silencio que debía aprovechar. Revisaba la lista y cada vez le modificaba algo, sentía que la lista estaba plagada de fantasmas que aparecían y desaparecían conforme desde donde analizara su trascendencia.

 En lo mejor que estaba intentando llegar a alguna conclusión alguien tocó a la puerta. Era Letizia, y me llamó la atención debido a la hora, era demasiado temprano. Sí, lo sé, me dijo ella, como si me hubiera leído la mente. Sabía que estabas levantado desde temprano y necesitaba contarte algo ¿Cómo sabías que estaba levantado? De eso se trata. Yo tengo la particularidad de anticiparme a los sucesos. No soy clarividente, porque no se me presentan visiones de los hechos reales, sino imágenes que yo debo interpretar, y eso me indica lo que podría estar pasando ¿Se entiende?

Como no le iba a entender si fue la que más claro me habló. Pero ¿tú puedes manejar esa situación a tu antojo? Le pregunté interesado. No, me dijo. O sí, pero, no sé cómo. De bien estar se me vienen las cosas a la cabeza, como una idea, no como visión. Como si se encendiera la lamparita.

Letizia ostentaba en su personalidad una inocencia superior a cualquiera conocida en mujeres de su edad, casi parecía una niña si se la miraba a los ojos. Tengo una idea, le propuse. Recuerdo que Nicanor dijo que el libro no se descifra, sino que se manifiesta, y se me acaba de ocurrir que pruebes, a ver qué pasa con tus poderes ¿Te animas? Le consulté deseoso de que la respuesta fuera un sí rotundo, pero solo levantó los hombros, gesto que tomé por un sí rotundo, y traje el libro, lo saqué de su caja y lo puse delicadamente entre sus manos, ella lo abrazó, como suelen hacer las estudiantes, y cerró los ojos.

Desconozco si estaba concentrada, dormida, o qué, pero esa actitud suya me permitió correr una de las sillas hasta quedar enfrente de ella y mirarla, contemplarla. Siempre había mirado a las gitanas sin detenimiento, por un prejuicio mío de no desear hacerlas sentir observadas, incómodas. Era la primera vez que tenía a una de ellas enfrente de mi vista, y con los ojos cerrados. Podía detenerme en cada detalle, y lo hice. Hasta que en una de esas arrojó el libro al suelo y dio un salto en la silla. Las cosas no están bien en el otro mundo, me dijo. Laurel fue sorprendida inmiscuyéndose en cosas secretas, y por más que sea un hada, sus poderes son limitados frente a las hechiceras. Por ahora está oculta, pero no va poder salir de ahí si no se muestra.

¿Eso te lo dijo el libro? Le pregunté. No, respondió. El libro no me dijo nada, eso se vino a mi cabeza. Vamos a tener que acelerar los tiempos, y hacer un esfuerzo verdaderamente grande para unirnos en serio, y poder hacer el rescate. Y a propósito ¿Qué viste en mí que me mirabas con tanta atención? Nada, le dije, sorprendido. Es que nunca había visto a una gitana tan de cerca y no quise perderme detalle, por cierto, eres muy bonita.

Letizia no respondió nada, solo me miró con firmeza sosteniéndome la mirada, pero su rostro denotaba otros parámetros. Algo sabía, que no había querido decirme. En eso apareció Nicanor, y todo ese clima, se volvió otro, de repente. Así que lo dejamos ahí.

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