Editorial

Mariel Turrent – Padecimientos literarios y otras afecciones

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Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones


Para siempre

Los inicios llevan consigo la terminación, la terminación de algo y la suya propia. La que llegará algún día. Y por eso me gustaría empezar el año hablando de alguien que, tras una larga vida, al finalizar el año nos dijo adiós para iniciar su eternidad en este 2022: don Elías Avilés.
Disfruto leer “El infinito en un junco” de Irene Vallejo, porque me remonta a los inicios de todo lo que conocemos ahora, principalmente de los libros, y la escritura, ¡cuántos siglos han pasado para llegar a donde estamos ahora! Luego pienso en Cancún, una ciudad cuyo nacimiento todavía algunos podemos atestiguar de viva voz y me parece que su historia es una especie de cortometraje en cámara rápida. Como una licuadora que va a 25,000 rpm. Cuando yo llegué a vivir aquí, era un pequeño lugar similar a las ciudades que los niños arman con bloques: había una estación de bomberos, un cine, una gasolinería, un super y una farmacia, y esa era la París de la av. Yaxchilán. Don Elías Avilés, llegó a trabajar como encargado de esta junto con su familia en 1979, y se convirtió en el único boticario de la ciudad. No conozco a una persona de las que en ese tiempo vivimos aquí, que no haya ido a pedirle alguna consulta, que no haya dejado inyectarse por él (que tenía buena mano y aunque no la hubiera tenido era la única opción), o le haya pedido alguno de sus preparados para curar males de diversa índole. Recuerdo a don Elías como un hombre de pocas palabras (de acento yucateco), reservado y serio. Siempre en su papel, sumamente responsable. Recuerdo también que, gracias a él, los dueños de la farmacia apoyaban con patrocinios para imprimir poemarios y libritos de cuentos de algunos autores cancunenses a los que su hijo, Gabriel Avilés con su Editorial Presagios, publicaba y los tenía a la venta ahí en la farmacia que era el lugar, junto con la Papelería “El Recreo” y luego la “Papelería Cancún” al que uno acudía cuando necesitaba algo que no sabía dónde comprar (ahí siempre había de todo).
Todo eso parece que sucedió hace siglos, allá en los tiempos que narra Irene Vallejo cuando con los juncos hacían los papiros para escribir los primeros libros. Ahora, tan solo en la supermanzana 22, hay nueve farmacias diferentes. En Cancún hay más farmacias que tiendas de conveniencia y eso es decir muchísimo.
Sin embargo, hoy escribo esto porque a mí me gustaría que, así como miles de años después podemos conocer a algunos personajes cotidianos de aquellos tiempos, don Elías Avilés quede para siempre en la memoria como el boticario de Cancún que, sin afán de protagonismo, permanezca en la historia de esta ciudad precoz y de crecimiento acelerado.

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