Editorial
Mariel Turrent – Padecimientos literarios y otras afecciones
Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
La literatura y las ovejas negras (segunda parte)
Dice Mario Vargas Llosa que “un gran libro es aquel que se introduce en mi vida, perdura en ella y la modifica”. Y para que eso suceda tiene que exigirnos un esfuerzo intelectual, debe tener una complejidad como la que tiene la vida, para convertirse en ese amigo fiel al que podemos recurrir en busca de ayuda y consejo cuando nos hace falta. Como confidente, el libro nos obliga a revisar lo que pensamos y nos contradice, para que encontremos nuestra propia verdad y podamos imponerla. La literatura nos hace libres, libres de pensamiento, nos ayuda a tener voz propia, nos ayuda a entender otras vidas, otros ámbitos y a tomar nuestras propias decisiones. La buena literatura nos saca de la cárcel de nuestra realidad y nos abre los ojos a mundos desconocidos, nos prepara para explorar y entender mejor lo que tenemos que vivir.
Gracias a la literatura un individuo dialoga desde lo más profundo de su ser con otro ser humano y reconoce su propia vulnerabilidad, sin importar las diferencias que existan entre sus profesiones, el tiempo y el lugar en el que han vivido.
Entonces, ¿a qué nos ayuda la literatura? Nos ayuda a ver la diferencias étnicas y culturales, la riqueza del patrimonio humano, pero más allá de la filosofía, la sicología, la sociología y la historia, la literatura ha podido preservar esa visión integradora que nos hace parte de una colectividad humana a través del tiempo y el espacio.
Y, nuevamente, regreso a Borges a quién tanto le irritaba que le preguntaran para qué sirve la literatura, y ante esta pregunta, que le parecía idiota, respondía: “A nadie se le ocurriría preguntarse cuál es la utilidad del canto de un canario o de los arreboles de un crepúsculo”. Vargas Llosa agrega: “En efecto, esas cosas bellas están allí y gracias a ellas la vida, aunque sea por un instante, es menos fea y menos triste”, y continúa diciendo que una persona que lee poco o lee basura, puede hablar mucho, pero siempre dirá pocas cosas. Será víctima de una limitación verbal, intelectual, creativa, imaginaria. Él lo llama indigencia de pensamientos y conocimientos.
Así que la literatura nos hace ricos en este sentido, eleva las posibilidades del goce humano, sublima los deseos, porque da otra dimensión a lo que vivimos. En un mundo sin literatura, cualquier experiencia como el amor o el goce, no serían diferentes a las de los animales que las realizan por la mera satisfacción de los instintos más básicos.
La literatura es el alimento de los rebeldes, de los que buscan un refugio, o un hermano que comparta su insatisfacción. La ficción es esa manera inteligente que el humano ha inventado para borrar las ofensas e imposiciones de una vida injusta que nos obliga a ser siempre los mismos. Es como cualquier droga, un paliativo temporal, pero milagroso, porque logra arrancarnos del tiempo y el espacio en el que vivimos, de nuestra realidad, sumergiéndonos en mundos más intensos, más felices, más lúcidos.
Así que, volviendo mi amigo y a su pregunta: ¿en qué puede ayudar la literatura?, encuentro yo también en un libro de Vargas Llosa la respuesta: “La literatura ayuda a formar ciudadanos críticos e independientes, difíciles de manipular, en permanente movilización espiritual y con una imaginación siempre en ascuas, nada como las buenas lecturas”.
En pocas palabras, la literatura puede no traer nada bueno, causa adicción, nos hace rebeldes e irreverentes, creadores de nuestras propias ideas; nos convierte en ovejas negras, diferentes del rebaño, difíciles de manipular.