Editorial

LA INCULTURA DEL ESTADO PROFUNDO – Gloria Chávez Vásquez

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LA INCULTURA DEL ESTADO PROFUNDO

Gloria Chávez Vásquez

 

El término ‘Estado profundo’ implica que hay gente, fuera de la mirilla pública, tirando de las cuerdas y manipulando cosas.

Gordon Adams (Profesor y experto en política de defensa y seguridad nacional)

 

 

Es un argumento que recuerda la historia de Edmund Dantes, el protagonista de El Conde de Montecristo, un hombre difamado por sus rivales, robado de su prometida, su juventud, su reputación y su fortuna, condenado injustamente por traición, que, solo muchos años después, y a pesar de la maraña tejida a su alrededor, logra reivindicarse.

Hablamos continuamente de la injusticia como un abstracto, como si no tuviéramos control, ni arte o parte en su tiranía. Para los que aún no se enteran de cómo funciona en su impunidad la ambición desmedida, y de cómo destruye todo a su paso con tal de lograr sus objetivos, tenemos a diario muchísimos casos. El objetivo es el mismo: eliminar a los mensajeros de la verdad.

Para ello desacreditan, difaman o asesinan el carácter y la reputación de una persona. Solo hace falta un rumor y uno o varios cómplices en los medios de comunicación que lo validen. Luego vienen los ejecutores, los mandaderos, que realizan el trabajo sucio: testigos falsos, falsas pruebas. Si eso no funciona, entonces queda destruir al oponente que para ello está el sicariato y los especialistas en “suicidar” a lideres y testigos. Para obstruir la justicia están los jueces amancebados con los criminales. Y al final queda la complicidad de la gente que acepta, por conveniencia o ignorancia, la narrativa de la mentira.  

Enfoquemos en una historia que viene desarrollándose desde 2016. Este caso tiene dos versiones: la real y la ficticia, inventada por los medios y aceptada por los partidistas a quienes no les interesa o quieren de plano ocultar los hechos.

La versión real: Hace seis años, desesperada por hacerse a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Clinton plantó un rumor en su cuenta de twitter: Trump, su opositor en las elecciones, tramaba algo con Rusia. Seguidamente, un consejero de su campaña empleó a un abogado que a su vez contrató a un técnico para espiar y extraer documentos de las computadoras de Trump Tower y de la Casa Blanca con la esperanza de conectar a su oponente con la banca rusa.

Los inescrupulosos amigos de los Clinton en el FBI y la CIA se las arreglaron para venderle a los antiTrumpistas medios en Washington la gran mentira. A esto le añadieron un dossier con pruebas falsas. Salivando, sus aliados en los medios se encargaron de convertirlo en noticia y promoverlo a escándalo, mientras los entusiasmados cabecillas “demócratas” en el gobierno y las agencias federales de la saliente administración de Obama, se apresuraron a reforzar el Rusiagate con alevosas declaraciones. Una vez despegó la ficción, todas las reglas dejaron de existir.

El comentarista del New York Post, Michael Goodwin uno de los selectos periodistas que no cayeron en la trampa, señala que “en su prisa por elegir a Hillary”, los medios partidistas ignoraron que “todo el cúmulo de pruebas apuntaba al montaje de la Clinton”. Con artículos rabiosos, pero sin pruebas, se dedicaron a ridiculizar, insultar y demonizar sin descanso a Trump y a toda su familia. En el caso del New York Times y el Washington Post estos se entregaron a la desinformación, en una forma de anti periodismo parabólico y dañino para la democracia.

Ahora que ha salido a la luz la historia completa, gracias a la investigación de John Durham el consejero especial e independiente asignado a corroborar la investigación inicial encabezada por John Muller, el NYTimes y el Washington Post se niegan a admitir la verdad y tratan de desacreditar los resultados atacando al investigador y a todos los que reclaman transparencia en los medios.  

Los recientes reportes de John Durham, han causado ronchas en los individuos e instituciones que intentan justificar su mala conducta. La motivación de ocultar la verdad de los hechos es obvia, nos aclara Goodwin, un veterano experto en los meollos de la política, que nunca perdió la brújula. Darle crédito a Durham requiere que los medios de comunicación que malinformaron al público, reconozcan su papel en perpetuar el truco más sucio en la historia política en Estados Unidos. Y agrega: la verdad de cómo [estos supuestos periodistas] la embarraron destruiría carreras y arruinaría reputaciones.

Los hechos probarían que sus ‘exclusivas’ estaban completamente equivocadas continúa diciendo Goodwin. “En cuyo caso numerosas fuentes anónimas tendrían que volver a ser entrevistadas y nombradas y los Pulitzer y otros premios y condecoraciones tendrían que ser devueltos. Sería un espectáculo horroroso para la crema y nata de los medios y por tanto no se puede permitir. Sobre todo, los que han apostado sus negocios en convertir a Donald Trump en un monstruo de traición, no soportarían verlo reivindicado. Por eso siguen golpeando sus hachas y aferrados a su historia.  

El intento de ambos periódicos de negar que Trump fue víctima de espionaje por parte de Clinton y el gobierno de Obama debe reconocerse como lo que es: desinformación. Goodwin no espera a que el resto del Big Tech llame el montaje por su nombre pues son parte del complejo de desinformación. Su próximo paso es tratar de destruir a Durham, como hicieron en el pasado con Kenneth Starr, el investigador de los escándalos (fase 1) de los Clinton.

Por años la justicia ha sido burlada y obstruida por individuos como los Clinton y sus secuaces. La evidencia de su conducta impropia, ambición desmedida, y maquinaciones para lograr la presidencia inundan los anaqueles de bibliotecas y librerías sin que ellos se inmuten o la desmientan. Sus cómplices en los medios y otros fanáticos, insisten en que no ha pasado nada y todo es un montaje de sus oponentes.

¿Ira Hillary a la cárcel? Es poco probable. Con el tinglado y el ejército de cómplices que por años ella y su marido han montado, permanecerá impune, resguardada en su fortaleza de naipes. Hillary ha permanecido callada y no responde a los llamados de la prensa. Cuando lo haga, repetirá su mantra de que es una conspiración de los republicanos contra ella.

Mientras tanto, como dice el senador Kevin McCarthy, los demócratas y los medios querrán barrer este alarmante reporte bajo la alfombra, y pronostica que si los republicanos ganan la mayoría en la Casa de representantes la investigación se acelerará. El daño a la reputación de Trump ya está hecho. El odio sembrado a nivel internacional hacia la figura del presidente # 45 tiene sus raíces bien profundas. Los jueces demócratas partidistas bloquean los derechos y recursos legales de Trump y de personas como Rudy Giuliani, Jerome Corsi, Dennis D’Souza entre muchos otros que van a por la verdad. El objetivo ahora es averiguar si se defraudó al pagador de impuestos, utilizando fondos federales en ese montaje, y si los empleados de esas agencias abusaron del poder.

La senadora republicana Marsha Blackburn, cuestiona a su vez, ¿Por qué la Casa Blanca rehúsa condenar el papel de sus afiliados en fabricar evidencia contra el presidente Trump? Son preguntas que dudosamente hallaran respuestas del inculto Estado Profundo.

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