Editorial

Piñatas literarias – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Piñatas literarias

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Recientemente, en Silao, Guanajuato, México, el maestro Santiago Sotelo y su hermano Miguel Ángel, se dieron a la tarea de convocar y editar una antología de literatura experimental, basada en las calaveritas literarias, pero con tema navideño. De ahí la figuración de llamarlas piñatas literarias. Una piñata literaria es una calaverita, con la misma lógica de esa tradición mexicana, que conjuga la copla, la picaresca y la literatura. Y en sí misma es una idea bastante interesante. El reto de hacer una tradición es comenzarla y que alguien te siga la corriente, o al menos no ser ignorado terriblemente. Y por fortuna, esto no le pasó a los hermanos Sotelo, quienes a inicios de 2022 pudieron presentar la antología en Silao, con un saldo positivo de 25 autores reunidos en su proyecto. Las piñatas literarias se convirtieron en realidad, incluyendo a varios participantes de otros países.

La piñata no es mexicana por origen, pero sí por derecho. Aunque desde la antigua China se conoce información sobre sus vidas pasadas, no hay nada más mexicano y que nos distinga culturalmente, como la piñata. Ese símbolo de la festividad ha llegado a convertirse en un sello que ha dejado su huella en la cultura pop estadounidense, y por tanto, en el ideario de gran parte del mundo por contagio. Incluso han aparecido en películas, series y videojuegos. La piñata representa una manera de la mexicanidad, y que se ha expresado en las fiestas y eventos más inverosímiles. Por otra parte, la calaverita es un juego lúdico, donde el lenguaje busca provocar o hacer reír al lector, sin olvidar que hay un trasfondo macabro sobre la muerte, el desaparecer, el ser temporal.

Así, la idea de las piñatas literarias busca esa festividad del lenguaje, pero llevada más allá, hasta volver la música y el lenguaje parte de esa composición de la materialidad del relajo. Pero con inteligencia, con amabilidad, y con la mística de lo que representa para cada uno la fecha navideña, muchas veces más allá de lo religioso, y del folclore del creador. Este proyecto es encantador porque además abre las fronteras a los curiosos, que normalmente nos ven entre maravillados y confundidos lo que los mexicanos hacemos, especialmente en la literatura y las fiestas. Además, no están llamando a escribir villancicos, melosos, un poco cursis, tan tradicionales, sino piñatas, esperpentos que doblan o no la realidad, quimeras, metáforas y esperpentos, en los que podemos reunir la algarabía, pero a los que de igual manera podemos dirigir la cólera, el enfado, las ganas de destruir cuanto hay por delante. Las piñatas literarias de los hermanos Sotelo son un llamado a la creatividad, pero también al ejercicio mental y descontrolado del escribir como un acto de vida, donde todos son bienvenidos, y con la única aspiración de generar nuevos canales de comunicación.

A quienes tengan interés de saber más de esta obra, pueden acercarse a las redes sociales para buscarlas, o incluso encontrar pequeñas ediciones impresas de este primer llamado. Pero más aún, pueden construir su propia piñata y darle la forma que gusten, buscando destruir o construir mediante la poesía aquello que esté en sus pensamientos en el momento en que se dignen a elaborar la suya propia. Apoyar estos juegos no sólo fortalece la comunicación entre comunidades de escritores, sino que ayuda a que la sociedad se acerque a las artes, especialmente las palabras, y que encuentre nuevos caminos para expresar sus pensamientos, problemas e incluso quejas. Esta primera edición de piñatas literarias es festiva y alegre, pero da para el sarcasmo o toda la hiel que varios políticos mexicanos merecen, y que en las calaveritas y las metáforas muchas veces no acaban de ser crucificados de la mejor manera. Las piñatas literarias pueden parecer cursis o incluso infantiles si no se considera que son una invitación al lúdico desparpaje del lenguaje, a la comunión y la rebelión, donde el principal llamado es a construir, a reflexionar y compartir con los demás mediante una singular excusa: la fiesta.

A mi poco sabio parecer, este llamado merece la atención no sólo de los escritores, sino de todos en general, ya que las fechas decembrinas son parte de nuestra cultura (independientemente de a qué santo se venera), y han marcado un antes y después de nuestras vidas personales y laborales. Por eso, buscar generar una nueva tradición literaria, ese juego del pensamiento, me parece adecuado, encomiable y necesario. Quizá no sean las producciones de literatura sofisticada que el canon tanto necesita y exige, pero son orgánicas, artesanales, divertidas, y muy honestas. Agradezco a los hermanos Sotelo tanto el atrevimiento como la invitación a ser parte de esta primera antología, y más que nada a la creatividad, y al placer de ver la literatura como algo que se cultiva para el día a día, y no un pesado legajo de quejas del poeta contra el mundo.

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