Editorial

EL FEMINISMO AVANT GARDE DE CAMILLE PAGLIA – Gloria Chávez Vásquez

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EL FEMINISMO AVANT GARDE DE CAMILLE PAGLIA 

 

Gloria Chávez Vásquez

 

 

La publicación de su primer libro Sexual Personae (1990) titulado inicialmente El sueño andrógino, la convirtió en una de las figuras más respetadas y controversiales del momento. Títulos como Más allá del feminismo (2001), Vamps & Tramps (1994) e Imágenes Rutilantes (2012) revolucionaron el ideario sociocultural de esta época.

Profesora de Humanidades de la Universidad de las Artes de Filadelfia, reconocida como la crítica más acerva de la corrección política, odiada por las feministas, es, irónicamente, el icono post-feminista por excelencia. Es, además, una de las diez mujeres, en la lista de los cien intelectuales más influyentes en el mundo compilada por la revista inglesa Prospect (2005).

La vida y obra de Camille Paglia (1947) es sinónimo de activismo y lucha por equilibrar lo que significa ser humano en una sociedad desorientada, desilusionada con la realidad. Es además una de las pocas personas en la mirilla publica, capaces de reconocer sus propios errores y enmendarlos.

Su familia, de inmigrantes italianos educados, vivió los efectos de la Gran Depresión (1929-1941) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Radicados primero en Endicott y luego en Syracuse (Nueva York), Pasquale y Lydia Anne entendieron la realidad global y protegieron a su hija, explicándole los peligros del mundo moderno. Gracias a eso, la joven desarrolló una personalidad que le permitió enfrentarse a los altibajos de la libertad.

En Harpur College, Binghamton,1964, los administradores interpretaban el estricto reglamento como una forma de proteger a las estudiantes. El dormitorio de las chicas se cerraba a las 11 de la noche mientras el de los varones permanecía abierto. Señalando el doble estándar, las jóvenes pidieron al rector la misma libertad, “aunque eso nos acarree riesgos”. Y la lograron.

Como estudiante graduada (1968-72) Camille comenzó a calibrar su identidad y sus creencias. En Yale, y con la guía de su tutor y consejero, Harold Bloom (1930-2019) eminente humanista y crítico literario. la joven estudiante cuestionaba las instituciones y grupos en los que ella misma militaba. Estudiosa de la cultura francesa, observaba de cerca la doble moral de Jean Sartre y Simone de Beauvoir y se dedicaba a disfrutar de las películas de Godard, Chabrol y Truffeau. Le disgustaba, sin embargo, la ceguera y sordera del elitismo de las lideres de su generación. Le molestaba el “desdén mandarín” de Susan Sontag y el “oscuro nihilismo” de Rita Mae Brown, ambas intelectuales gais y feministas.

Pronto se dio cuenta de que los medios y los intelectuales radicales contribuían a la falsa creencia de que el feminismo incluía “todo el espectro humano” en sus filas. Una de sus líderes, Kate Millett (1934-2017) había iniciado la crítica feminista “al estilo Stalin”. Con los años, Camille comprendió que liderar sin la habilidad de escuchar, desdeñando de paso la crítica constructiva, como hacia Patricia Ireland, expresidente de la NOW (National Organization of Women), obstruía la verdadera liberación femenina.

Camille Paglia se dedicó a escrudiñar la historia reciente del movimiento. Se dio cuenta de que, en tratar de atraer a las mujeres trabajadoras en los años 60, el feminismo de izquierdas había adoptado las maneras y el lenguaje de la clase menos educada. En los 70 las feministas impusieron una corriente que se centró en las mujeres con profesiones liberales como artistas, profesoras y periodistas. Ese tipo de feminista que cree saber qué es lo mejor para las mujeres pero que no se tomaban el tiempo en conocer a fondo los problemas del resto que pretendían representar. Mientras tanto manipulaban a las más radicales, que eran la cara pública del movimiento. Paglia considera que fue nefasto que la segunda ola del feminismo tuviera una visión tan negativa de las mujeres que se quedaban en casa para cuidar a sus hijos. Las miraban como a ciudadanas de segunda.

El debate sobre el aborto era un claro ejemplo, dice Paglia: Yo estoy 100% a favor de la libre elección de las madres y de todo eso de que mi cuerpo es mío porque ni el Estado ni la Iglesia pueden decir a ninguna mujer lo que tiene que hacer. Sin embargo, respeto los movimientos antiabortistas y me parece atroz que el feminismo los excluya de sus manifestaciones y sus marchas.

La revolución sexual que liberó a la generación hippie hizo del sexo algo banal y está forzando a las niñas a tener relaciones mucho antes de lo que ellas quieren. Eso altera las relaciones entre sexos. Los hombres tienen acceso ilimitado al sexo sin ninguna obligación, mientras que las mujeres pierden dignidad, estatus y tienen toda la responsabilidad moral y económica. Por eso es importante una reasignación de la sociedad contemporánea para que hombres y mujeres vuelvan a valorar los códigos del cortejo.

El ultra feminismo era incapaz de entender o analizar las relaciones sexuales porque aborrece a hombres como Sigmund Freud. Pero sin Freud _ afirma Paglia, _no se explica lo que pasa entre hombres, mujeres, padres, hermanos. Es importante además diferenciar entre la sexualidad masculina y las psicopatías de los depredadores sexuales. No todos los hombres son depredadores o violadores sexuales. Por eso el ultra feminismo no ha sido capaz de construir una teoría del sexo. Su única aportación es un análisis desde el punto de vista político y el sexo no se puede explicar con política.

Camille Paglia define su identidad sexual como transgénero y declara que piensa más como ser humano que como mujer. Soy una feminista igualitaria que exige un trato equitativo para hombres y mujeres en todos los ámbitos. Lo que es evidente es que las mujeres tienen derecho a elegir diferentes caminos.

Y recuerda que, históricamente, “en las sociedades agrarias, los hombres miraban a las mujeres como sus iguales porque compartían el trabajo físico. En las ciudades las mujeres eran más delicadas y llevaban corsé y tomaban el té. Las mujeres trabajadoras tratan más como iguales a sus hombres y les hablan más claro que esas mujeres de clase media y alta, educadas para complacer y ser pasivas”. Por eso yo llamo a mi feminismo un feminismo de la calle. Creo en las mujeres fuertes que se protegen solas, no en las que corren a refugiarse en un comité.

Camille piensa que es injusto no reconocer los logros de los hombres porque las estructuras que ellos han creado es lo que ha permitido a las mujeres escapar de la opresión de la propia naturaleza y tener sus propias carreras, identidades, logros. Las grandes estructuras fueron producto de hombres que rompieron los estilos. Luego vinieron mujeres que crearon a partir de esas estructuras y las mejoraron.

El problema del feminismo es que se ha centrado en la ideología y en la retórica antimasculina en lugar de hacerlo en el análisis objetivo de los datos, de la psicología humana y el significado de la vida. Las feministas radicales pasan por alto aspectos cruciales de la vida humana: el privado y el público y la importancia de desarrollar la vida familiar y afectiva. Centrarse sólo en la vida pública distorsiona la personalidad. De ahí el consumo de las drogas y antidepresivos.

A finales de los 70 y los 80 cuando surgió la ideología de identidad, se inventaron también los departamentos de género y los estudios afroamericanos. Esa institucionalización de las identidades, como afirma C. Paglia, es lo que ha deteriorado la educación y entontecido a la gente. La universidades y colegios están ahora manejados por burócratas que no tienen ni idea de Historia o Literatura. De este modo, se ha descartado una verdadera visión multicultural, dando paso a los estudios de género o de raza que son mera propaganda y no una disciplina académica.

No hay diferencia entre ese discurso y la propaganda fascista. Si se crean estudios de género, qué menos que incluir el estudio de la biología. El género no es una construcción “totalmente social” como dicen ellos, sino más bien “una intersección entre cultura y naturaleza”. Los hombres y las mujeres ven el sexo de manera diferente. Y éste es otro error del feminismo: ha abandonado la biología y dice que no hay diferencias entre sexos.

En 2018 durante el lanzamiento de su libro Feminismo: pasado y presente, Camille Paglia declaró que el feminismo radical había conseguido envenenar la atmósfera cultural con su aversión a lo masculino. El feminismo se ha centrado en la retórica antimasculina en lugar de en el significado de la vida

Paglia lamenta haber votado por Obama en 2008 porque su presidencia se dedicó a inflamar las tensiones sociales en lugar de resolverlas, dejando así, un país resquebrajado. Pero la idea de que las mujeres tuvieran que votar por Hillary, uno de los seres más corruptos de nuestra Historia, por el mero hecho de ser mujer, le pareció ridícula.

En estos momentos hay una crisis de roles de género. Todo lo masculino se desprestigia y llegan a decir que los hombres son mujeres incompletas. Se ha tomado dos generaciones para hacer de la gente joven, de clase media, personas blandas e incapaces de sobrevivir. Viven en un entorno protegido, educados para no ser ofendidos. No se les enseña la sucesión de horrores que ha sido la Historia. Sólo se les habla de esta basura identitaria y victimista. Disfrutaran de muchos lujos o privilegios, pero no son felices.

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