Editorial
EL TRINAR DEL CENZONTLE – A PULSO DE TINTA
EL TRINAR DEL CENZONTLE
A PULSO DE TINTA
GABRIEL AVILÉS
presagiodemar@gmail.com
Para mi madre, Rosario de Avilés
Después de la creación, todo en la naturaleza era perfecto, la concordia entre los animales estaba siempre presente, sin embargo, los sentimientos de algunos se confundían con pensamientos viciados. Uno de ellos, el cenzontle que tenía el potencial de imitar el canto de otras aves de una forma virtuosa.
Conforme el tiempo pasaba, éste pajarillo empezó a vitorear su destreza, cada vez que uno de sus compañeros cantaba, éste emitía el mismo cántico para demostrar que era el mejor; haciendo sentir mal a los azulejos, cardenales, chichimbacales y todo aquel que tuviese una bella sonoridad; los humillaba de tal manera que poco a poco dejaron de exhalar sus tonadillas mientras el plagiario señalaba de modo altanero:
–Yo soy el único que puede cantar todas las melodías del mundo, pobrecitos, ustedes sólo se conforman con una; ninguno me iguala, soy el mejor de la especie.
Una tarde, el dios del cielo paseaba por los árboles cuando escuchó la fanfarronería del pequeño pájaro, entristeciéndose mucho ante tal impertinencia, decidió darle una lección de humildad. Se le acerco e indagó:
–Querido cenzontle, loable es tu don de repetir las canciones de las demás avecillas, pero, dime, ¿cuál es el sonido que te diferencia de ellas?
Éste enmudeció, dándose cuenta de algo increíble, él no tenía una canción genuina, sólo repetía sin cesar, aún en esa condición, el orgullo enardeció su espíritu, pese a sentirse deshonrado por el universo, replicó a la deidad:
–Es de poca importancia ese cuestionamiento, yo puedo alabar a los dioses con múltiples canciones, con mis trinos no necesitan oír a nadie más.
Percibiendo su altivez, la divinidad habló con vehemencia:
–Pobre criatura, el ego te ha cegado; si te hubieras arrepentido, de tu interior saldría una loa imposible de repetirse, pero no, prefieres la egolatría, por ello, tu castigo será copiar cada resonancia proveniente de los pajarillos.
Desde ese día, los cenzontles cuando oyen un hermoso trinar, lo reiteran hasta percibir uno nuevo, siempre será así. Eso me dijo mi mamá antes de dormir y las madres nunca mienten