Editorial
Mariel Turrent – Padecimientos literarios y otras afecciones
Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
Nostalgia
Los cuatro ramos colgaban bocabajo, cada uno con dieciocho flores marchitas simbolizando los setenta y dos días que duró su amor apasionado.
En un principio, cuando Julia los veía, recordaba con un suspiro las horas nerviosas de aquel idilio. Los celos clavados como una daga en el abdomen y después las manos que aliviaban todo.
La añoranza de aquellos momentos se había ido desvaneciendo con el tiempo. Ya no miraba los ramos, su mirada los había incluido al conjunto de detalles decorativos que daban un toque especial a la casa. Pero cuando llegaba alguien nuevo los notaba inmediatamente: “¡Cuántas flores!”, entonces, Julia volvía a mirarlos, sin revivir su historia, con el apego que les tenía por su belleza anacrónica, por haber adornado tantos años su vida.
Sin embargo, el tiempo fue acarreando nostalgias, dicen que los viejos viven de momentos pasados y un día Julia volvió a sentir la estocada, a añorar las caricias sanadoras. De pronto, le vino un vahído y sus piernas se doblaron como si sostuvieran un gran peso dejándola caer sobre el sofá. Al recuperar la conciencia, la sorprendió una de las antiguas rosas que pendían del muro, sus colores eran más intensos y al acercarse pudo ver que había reverdecía. Comenzó a recordar sentimientos de aquellos años y cada mañana, al despertar, se apresuraba a observar los ramos en los que una flor más resucitaba. Se tendía en el sofá sin moverse y con la mente recorría cada lugar por el que había transitado en otra época, su cuerpo se estremecía sintiendo el contacto de otra piel, y en su vientre florecía la espasmódica emoción del amor adolescente. Día con día el violeta seco, opaco se transformaba en un rojo vivo. Poco a poco, la anticuada habitación se llenó de luz.
Al transformarse la última rosa, todo se marchitó otra vez y Julia se vistió de un gris dos veces más profundo que aquel que algún día había ensombrecido su juventud; recibió una llamada anunciando que, tras setenta y dos días en estado de coma, su antiguo amor finalmente había muerto.