Editorial

La peligrosa obsesión contra Calderón

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Por: Raymundo Riva Palacio

Toda la semana pasada el presidente Andrés Manuel López Obrador machacó su obsesión contra Felipe Calderón, que lo derrotó en la elección presidencial de 2006. Utilizó una nota vieja reciclada por La Jornada para reiterar que Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública, está vinculado al Cártel de Sinaloa, y señalar como responsable que se hubiera corrompido al expresidente. López Obrador avivó el fuego mediático durante varios días, mientras la violencia descontrolada en el país mostraba los niveles de ingobernabilidad. Tuvo éxito relativo en desviar la conversación, pero al final del camino no está claro cómo resulte.

La apuesta es grande, acusar a Calderón y a García Luna de arietes del Cártel de Sinaloa. Se aproxima el juicio contra García Luna en la Corte Este de Distrito en Brooklyn, programado para octubre, donde los fiscales tendrán que demostrar lo que hoy afirma López Obrador. Los datos, sin embargo, no favorecen los dichos del Presidente. Hasta hoy, no hay ninguna figura o cuadro relevante del Cártel de Sinaloa en la cárcel. En el gobierno de Calderón, García Luna persiguió a ese cártel y detuvo a 795 de sus miembros, incluido Carlos Beltrán Leyva, sucesor de Arturo, su hermano, que fue abatido por la Marina en 2009, y Édgar Valdés, La Barbie, lugarteniente de Arturo Beltrán Leyva.

El contraste con López Obrador es rotundo. De todos los cárteles que enfrentó García Luna, el de Sinaloa sigue siendo la gran empresa criminal de México. La manera como López Obrador ataca sistemáticamente a García Luna y a Calderón debe ser música en los oídos para esa organización, el tener en el Presidente a un justiciero contra quienes lo persiguieron.

Sus ataques revivieron con esa grabación retomada por La Jornada, entregada por los fiscales del caso a la Corte Este de Distrito en Brooklyn el año pasado, donde dicen que desde la cárcel ordenó contactar a la mafia rusa para que asesinaran a Reynaldo El Rey Zambada, cuyo testimonio en el juicio de Joaquín El Chapo Guzmán, en 2018, es la imputación principal contra el exfuncionario. Probablemente, al ser un audio poco legible, de acuerdo con la defensa, se desestime por el juez.

Los fiscales quieren avivar el debate para apuntalar su estrategia de un jurado secuestrado y testigos anónimos, por lo que también filtraron que una periodista había sido amenazada y tratado de sobornar para que dejara de investigarlo. Puede ser que detrás de ello está el intento para que el juez amplíe el plazo para presentar todas sus pruebas, que vence a finales de mes, pues por lo que ha trascendido en la misma Corte, no parecen tener un caso sólido.

Esto no sería tan malo para el Departamento de Justicia, como para el presidente López Obrador, quien ya sentenció a García Luna como narcotraficante y a Calderón por solapador. El Presidente está en arenas movedizas al dar por ciertas las afirmaciones de Zambada, que le entregó en un restaurante en 2005 y 2006 dos maletas con seis y ocho millones de dólares, y otros tres a cinco millones en 2006. ¿Caben en dos maletas?

Como referencia se puede tomar al periódico bonarense La Nación, que cuando fue detenido el exsecretario de Obras de Argentina del gobierno de Ernesto Kirchner, en 2016, le encontraron escondidos nueve millones de dólares y otras divisas en 160 cajas de 66 centímetros de largo, por 62.4 de ancho y 22 de alto, donde cabía, estimó, un millón de dólares en 100 fajos de 100 billetes de 100 dólares, con un peso cada una de 10 kilos, al pesar cada billete de papel un gramo, de acuerdo al cálculo de la Reserva Federal de Estados Unidos.

El dinero al que se refiere Zambada no cabe en dos maletas, pero esto no es lo más delicado para quien haga un acto de fe sobre los dichos del hermano del jefe del Cártel de Sinaloa, quien hizo la misma imputación tras ser detenido en 2008, que fue desestimada por falta de pruebas. Hay también otros elementos que no deben soslayarse a Zambada: su captura, realizada por el grupo al mando de Gerardo Garay, uno de los colaboradores más confiables de García Luna, en ese entonces comisionado de la Policía Federal.

Garay, a cuya cabeza le puso precio el Cártel de Sinaloa, reveló en noviembre de 2018 en una entrevista en ForoTV, que en agosto de 2008 recibió información de la DEA sobre un domicilio en la colonia Lindavista vinculado a Zambada. A partir de la vigilancia de la propiedad, en coordinación con la DEA, se tuvo la certeza de que ahí se encontraba Zambada. Su captura la realizó la Policía de la Ciudad de México.

Cuando estaba bajo ataque, Zambada urgió a su infiltrado en la Policía Federal que lo rescatara, pero nunca llegó. Garay lo identificó como Bayardo del Villar, comandante en la Policía Federal, y lo puso a disposición de la entonces jefa de la Subprocuraduría Especializada en Delitos contra la Delincuencia Organizada, Marisela Morales, que dependía del procurador Eduardo Medina Mora. En lugar de detenerlo lo hicieron ‘testigo protegido’ y acusó a García Luna y a Garay de vínculos con el cártel.

Enfrentado con García Luna, Medina Mora metió a la cárcel a Garay, señalándolo de vínculos con aquéllos a quienes persiguió. Estuvo preso cuatro años, hasta que un juez lo exoneró de todas las acusaciones. En estos años, Garay ha revelado datos sobre la infiltración del Cártel de Sinaloa en la PGR de Medina Mora.

No se sabe con certeza si el presidente López Obrador tiene conocimiento de estos detalles, o de las vinculaciones de funcionarios de su gobierno en la Ciudad de México en el primer lustro de este siglo con el Cártel de Sinaloa. Haría bien en allegarse mejor información y reorientar su odio y enfocar mejor sus críticas contra Calderón y García Luna, para que en caso de que venga un revés, tenga una salida legal y política.

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