Editorial
Crónicas del Olvido – INTRIGA EN EL CAR WASH
Crónicas del Olvido
INTRIGA EN EL CAR WASH
Alberto Hernández
Seis cuentos revisan la historia de “esa” Venezuela de siempre, la del fracaso, la Venezuela de los buenos y malos deseos, la aventurera, la musical, la vanidosa (o “echona”), la deportiva, la Venezuela díscola. Los personajes que recorren este libro de Salvador Fleján parecen ser los mismos que un sujeto (improbable lector) lleva en su vida. Lo recorren porque el receptor –o el mismo escritor- se desplazan sobre la conducta de los actantes, condición cuasi nacional de quienes tienen en esos pasatiempos, aventuras, descargos y vicios una forma de vivir o sobrevivir.
Fleján narra como si estuviese hablando con un “pana”, con un amigo de tragos o con un compañero de apuestas en el clásico “Simón Bolívar” en la Rinconada. Tiene la virtud de escribir para contar, no para enredar. Cuenta desde la experiencia de los otros teniéndose como parte de la historia: un testigo nada esquivo, protagonista a veces desde la agudeza del que no se inclina por la omnisciencia.
“Intriga en el car wash”, Literatura Mondadori, Caracas, 2006, no deja mal al lector como destino de unas historias que podrían ser las propias. Su lenguaje es claro, con el acento del venezolano y el característico humor de quien sabe que éste, el humor, es también una manera de salvarse o salir de un “paquete”. Y para quien le entra con malas intenciones: una fuente sicológica que tiene que ver con el comportamiento tropicalmente entrador del criollo “vivazo”.
Relata, narra, cuenta, desliza sus historias con la gracia de quien asume la escritura como oficio, en tanto que lo conoce. Maneja con facilidad el hilo de sus anécdotas y sale airoso de cada uno de los cuentos de estas páginas que hace poco releí, luego de varios meses de olvido.
2.-
“Albóndiga en salsa”, “Óvnibus”, “Miss Nueva Esparta”, “Grandeliga”, “Restauración” e “Intriga en el car wash” son los títulos que nos ocupan. O me ocupan para no agregarle al plural responsabilidad ajena.
Bailar al son de Oscar D´León, tener presente que los personajes que discurren por el primer relato forman parte, sí, de un correlato, de una realidad que se hace ficción en el imaginario de Fleján. Albóndiga es un vocativo que conocemos de la boca del sonero mayor. Los éxitos y tropiezos de los personajes quedan evidenciados en este cuento de ocurrencia caraqueña o nacional. Es la historia de una orquesta, pero sobre todo es la historia de un sujeto que enmaraña su vida en búsqueda de la sobrevivencia. Es la historia de un riesgo entre mafiosos de la droga en una fiesta colombiana.
El segundo es la experiencia de un personaje en Miami. Los distintos momentos que cruzan por su existencia. La vida holgada, el perfil de quienes emigran y se convierten en otra cosa o siguen siendo los mismos “con el rancho en la cabeza” o con las ínfulas en la lengua. Un cuento de reparación emocional que se ubica en una pintura de un museo en la que un personaje hace pensar que en él hay un ovni. Un juego para pasar un buen rato.
El tercero es tan de nuestra piel: el concurso de Miss Venezuela forma parte de la historia patria contemporánea. Éxito y fracaso, subida y bajada. La belleza, el pasar del tiempo y el retorno al lugar de origen a mostrar las fisuras o grietas de ese fracaso, luego de una temporada en una cárcel de Aruba dan cuenta de una muchacha que luego de haber alcanzado el Miss Nueva Esparta y haber fracasado en la TV se ve inmersa en distintas situaciones engorrosas.
“Grandeliga” podría ser parte de nuestros clásicos. Aquí también pernocta el fracaso. El muchacho que logra firmar contrato con un equipo de béisbol de Estados Unidos y la borrachera lo lleva a la ruina. Sin más.
Y “Restauración”: el vehículo como fetiche. Muy de este país donde el dueño se convierte en esclavo de un carro y termina mal, tanto con el negocio del vehículo como con el matrimonio. Hay toda una bibliografía acerca de ese fanatismo tan criollo.
Y el último, el que la da nombre al tomo, ocurre también en Miami, lugar donde coinciden varios venezolanos, mexicanos y otras nacionalidades y trabajan en un lavado de automóviles donde algunos de ellos hacen trampas para trabajar menos y ganar más dinero, hasta que la ambición los lleva a la traición y la venganza.
3.-
Los temas que ha trabajado Fleján han pasado por las páginas de Guillermo Meneses, Miguel Otero Silva, Eduardo Liendo. Títulos como “Campeones”, “Cuando quiero llorar no lloro” o “El último round”, respectivamente, se conservan como referentes. Hay otros que andan por ahí, silenciosos, arrumados por el olvido, pero lo resaltante de este libro de Salvador Fleján radica en el hecho de combinar elementos y personajes reales con ficticios. Tan reales que el lector los identifica con mucha facilidad.
Es una lectura refrescante y feliz, y como lo afirma Federico Vegas: “Este juego de palabras nos recuerda que una buena narración es un viaje en dos sentidos: unas veces navega de la realidad hacia la ficción, y otras, a veces de golpe, te jalan de regreso”.