Editorial

Crónicas del Olvido – “EL LUGAR”, DE ANNIE ERNAUX

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Crónicas del Olvido

“EL LUGAR”, DE ANNIE ERNAUX

Alberto Hernández

1.-

Hubo un tiempo en Annie Ernaux en el que la ficción fue parte de su existencia. Después hizo de ella una suerte de ficción que proviene de la intimidad, del lugar que es la casa y los afectos o desafectos. Y desde ese otro tiempo la autora francesa se aferró a la memoria, a intentar hacer del olvido una herramienta en desuso afirmativo. Porque –pese a todo- también el olvido funciona como un mecanismo para crear, y desde él, desde ese mecanismo introducir trozos de recuerdos que a la larga son letargos, relámpagos interiores, inventos, perpetraciones, eventos que devienen acertijos, siempre anclados en la realidad, en ese espacio o lugar donde habita todo lo vivido, lo que se ha perdido, lo que se ha dejado de un lado del diario respirar.

2.-

Esta vez es la historia del padre. La relación del padre con la hija. La relación de la hija con el padre. El lugar de la casa. El pequeño pueblo donde vivía. El padre y sus complejos. El padre y su huerta. Su bodega. Su trabajo. Su vida. Y la de ella, desde niña, hasta lograr ser profesora.

Y luego la muerte del padre. La soledad desde sus adentros y desde la mirada del entorno.

La sociedad estratificada. Ella, la que se desnuda en sus novelas. La voz que habla desde ella misma y deja de lado la ficción, aunque al hacer historia íntima, personal, se convierte en ficción ante los ojos del lector.

3.-

Ella escribe en su novela, con su yo verbal a cuestas:

“Así que empecé una novela en la que él era el protagonista, sensación de asco a mitad de la narración.

Poco después me doy cuenta de que la novela es imposible. Para contar una vida sometida por la necesidad no tengo derecho a tomar, de entrada, partido por el arte, ni a intentar hacer algo “apasionante”, “conmovedor”. Reuniré las palabras, los gestos, los gustos de mi padre, los hechos importantes en su vida, todas las señales objetivas de una existencia que yo también compartí”.

En la misma página destaca:

“Nada de poesía del recuerdo, nada de alegre regocijo. Una forma de escribir llana es la que resulta natural, la misma que empleaba en otro tiempo para escribir a mis padres y contarles las noticias más importantes” (p. 11)

En este sentido, la narradora se mimetiza, se convierte en personaje, quien interactúa con la realidad de sus personajes: padre, madre, vecinos, objetos, etc.

Y luego precisa:

“…no siento ningún placer al escribir, en este empeño por mantenerme cerca de las palabras y las frases oídas resaltándolas a veces con cursiva. No para indicarle al lector una doble sentido…” (p. 21).

Su poética sigue en este segmento:

“…poner al día hechos olvidados no me resultaba tan fácil como inventar…La memoria no resiste” (p. 45).

Leer a Annie Ernaux significa crear otra forma de ficción desde la vida de la autora.

(Publicada por epulibro/ Editorial Digital Titi villos/ 2020).

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