Editorial

Crónicas del Olvido – CIEN MUJERES CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO

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Crónicas del Olvido

CIEN MUJERES CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Alberto Hernández

                                                                                     Luego me da una bala para que la trague

                                                                                                       como una píldora para dormir.

                                                                       Estoy acostada en este vientre de niños muertos

                                                               eruptando cada uno los gases amarillos de la muerte

                                                           y sus madres ruedan, globos oculares, rodillas, sobre mí

                                                      cada una por última vez, cada una auténticamente muerta.

                                                                     El soldado se para en una escalera sobre nosotros

                                                                apuntando su pene rojo directo hacia mí y diciendo:

                                                                                                                         No es nada personal.

                                                                                                                                        Anne Sexton

1.-

Cien mujeres, cien voces, cien almas, cien cuerpos. Son cien las que cantan desde el desgarramiento. Son cien mujeres las que recorren su continente maltratado, sus partes aporreadas, su espíritu mancillado. Son cien mujeres que alargan la experiencia de otras tantas de otros países que ya han dejado constancia de sus temores, miedos, golpes, noches de locura, pesadillas y carnes arrastradas.

Son mujeres que hablan de ellas, desde ellas o hablan desde otras mujeres, pero son las mismas mujeres.

Y son 126 páginas donde cien mujeres venezolanas cuentan diferentes maneras de ser convertidas en figuras de espasmos. Mujeres que han encontrado el apoyo en otras tres que se encargaron de compilar experiencias, ecos, miradas perdidas. Es decir, las experiencias, los ecos y las miradas perdidas de otras mujeres que, como ellas, se han dado manos con Kira Kiriakin, Virginia Riquelme y Violeta Rojo y así crear desde aquel ¡Basta! la necesidad de este libro con una centena de testimonios: Cien mujeres contra la violencia de género, libro editado por Fundavag.

2.-

Son cinco ensayos cortos, unos cuarenta poemas y alrededor de cincuenta y cinco relatos en los que el lector se ve mujer, se siente parte de un acoso, del miedo producido por la violencia de quien es portador del terrorismo forjado en sus testículos o en una mala lectura de sus hormonas.

Aquí están cien mujeres: poetas, narradoras, psicólogas, maestras, psiquiatras, profesionales todas, mujeres del lavado y el planchado, madres del niño y de sus insomnios en los relatos que otras anónimas han sido reveladas por las líneas de quienes han hecho posible este libro.

Yo me leí en él desde el conocimiento que tengo de mujeres maltratadas, golpeadas por sujetos que después de pasar la frontera de lo que ellos llaman hogar, se muestran respetuosos de los derechos de otras mujeres. Yo me leí desde una ventana que daba con otra ventana que me sirvió de pantalla para observar la paliza que ese sujeto, caballero en la calle, le daba a su mujer. Una criatura débil, pequeña, acorralada en un rincón. Mi grito bastó para que el tipo se asomara y me amenazara con un puño. Entonces alguien sacó a relucir un bate y saltó a la vereda y allí lo esperó. Nunca salió. Nunca salió por la puerta principal. Huyó por el patio del edificio y nunca más volvió. La mujer pequeña, débil y acorralada le plantó el divorcio. Y ahora ella sonríe. Pasa y saluda. Es otra mujer. Es una mujer. Es la mujer. Antes era un ser silencioso. Y por esa razón alguien, ese alguien como yo, se siente árbol frutal.

Y por eso me gustó este libro que estas mujeres, estas cien mujeres, escribieron con dolorosa belleza, por ser frutal, por haber detenido “la píldora para dormir” que la poeta norteamericana no pudo detener para salvarse ella de ella misma.

3.-

Cuando mi amiga Violeta Rojo me llamó para que las acompañara hoy, me sentí extraño porque pensaba que se trataba de un libro de quejas. Porque creía que se trataba de un libro de antropología urbana dedicada a las mujeres golpeadas por sus maridos. Pues bien: me encontré con un libro de literatura donde habitan unas mujeres de carne y hueso. Me encontré con un libro de creación donde el dolor es la realidad. Me topé con un bello libro escrito desde un puñetazo, desde un correazo, desde una bofetada, desde una paliza, desde una puñalada, desde un disparo, desde una ofensa, desde el grito de un coñodemadre que se la daba de macho y sólo era o es un pobre diablo.

Cada uno de estos testimonios nos contiene desde nuestros propios errores. Desde los que no hemos cometido hasta los que hemos pensado. Y ha sido así porque la mujer, desde que el mundo es mundo, ha sido vejada, naufragada, ahogada, castigada.

Y hasta mal pensada, que es otra forma de vejarla.

Por eso, desde estas páginas sí es personal decir, reclamar, denunciar y gritar todo lo que ha pasado con ellas. El sujeto que apunta con su arma o su pene no es más que una sombra derrotada por el silencio. La poeta Anne Sexton también tiene su parte en esta historia.

La calidad de estos textos nos regala cien instantes que pasaron y que ahora son poemas, relatos, ensayos…pesadillas que se han quedado atrás y ahora forman parte de la gracia de ser convertidas en arte. Porque la mujer es el arte más gracioso –en el más estricto sentido cristiano- que la naturaleza nos haya regalado.

Desde este libro, desde estas cien mujeres y desde las tres inteligentes compiladoras, celebro este ¡Basta! que retumba en todo el continente y en el mundo todo.

Leo para mí y para ustedes uno de los primeros y él último de estos testimonios:

SECA

Yoyiana Ahumada

El estruendo del cuerpo hecho miseria arrojado a la madrugada fue venganza macerada. Seca, sonaba por dentro. De un portazo se hizo a la calle y en cada paso del miedo invocó su muerte. Fugitiva, su rabia, no volvería a saber de su mandíbula rota.

AL PIE DE LA LETRA

Lena Yau

Quiero vivir atrapada en tus besos.

Él sonrió.

Acercó su boca.

Abrió los labios.

Y accionó el cepo.

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