Editorial
El Ascenso del Hombre – Gloria Chávez Vásquez
El Ascenso del Hombre
Gloria Chávez Vásquez
Jacob Bronowski (1908-1974) fue uno de los más importantes divulgadores de la ciencia y uno de los pocos representantes (el primero, quizás) de un humanismo renacentista de su época. Es una de las figuras del siglo XX que más se acercaron a la sabiduría y de paso la compartieron con sus contemporáneos. Si eso no es generosidad o filantropía, hay que inventar un nuevo término.
Hablando del impacto de la serie El Ascenso del Hombre, escrita por Bronowski y producida por la BBC en 1973, Carl Sagan declaró haberse inspirado en ella en sus episodios de Cosmos. El novedoso concepto del documental, acompañado del libro, representó un giro total en la forma de hacer programas educativos. No solo elevó todos los estándares existentes en la educación, sino que pasó a ser una guía para la enseñanza de las ciencias en colegios y universidades.
J. Bronowski, escribe C. Sagan, forma parte de un grupo selecto de personas, que han hecho del conocimiento humano, algo interesante y accesible. El matemático, filósofo y escritor de origen polaco, que vivió y enseñó en Inglaterra y en Estados Unidos, no se limitó al estudio de una sola disciplina, sino que exploró todo el panorama del aprendizaje humano. Es el Renaissance Man en todo el sentido de la palabra.
El conjunto del libro y la serie de televisión resultó ser una formidable herramienta de enseñanza, aparte de una síntesis de la historia de la evolución del cerebro y el ser humano. En 13 capítulos, y de manera elocuente y poética, Bronowski nos describe el desarrollo intelectual, los altibajos, los sufrimientos y los logros de la Humanidad. Gracias a la Internet, más concretamente Utube, es posible comulgar con sus enseñanzas, aún vigentes, después de más de cinco décadas de su estreno.
La evolución cultural es la ampliación de la imaginación
La idea central en su teoría, es que la búsqueda del conocimiento y la producción de las artes por el arte mismo es lo que hacen humano al individuo. Nos recuerda, además, que cuando el individuo piensa que lo sabe todo, es cuando se convierte en instrumento del Mal. La valiosa moraleja de su argumento, es, que no estamos en este mundo para rendir culto a lo que sabemos sino para cuestionar ese conocimiento.
“El ser humano es una criatura singular”. Con estas palabras comienza el primer capítulo de El Ascenso del Hombre. Y continúa: “Contrario a los animales, el hombre no es una figura en el paisaje sino el paisaje mismo. Es quien modifica el paisaje.
Al definir la grandeza del ser humano, Bronowski presenta el arte y la ciencia como expresiones de la maravillosa plasticidad de su mente. Tanto en la ciencia como en el arte y en el autoconocimiento, exploramos y nos movemos constantemente, volviéndonos al mundo de los sentidos para preguntar: ¿es esto así?
Con imágenes maravillosas de civilizaciones pasadas nos ilustra que cada animal deja rastros de lo que fue, sólo el hombre deja huellas de lo que crea y construye. Y que cuando la persona imagina, crea imágenes y las mueve dentro de su mente en busca de nuevas posibilidades. Pero nuestras imágenes son insuficientes, –nos enseña; cada una de nuestras imágenes al final resulta ser tan errada básicamente que es un milagro que funcionen después de todo.
Indiferencia, Crueldad vs. Respeto
Autor de El sentido Común de la Ciencia (1951) entre muchos otros libros, Bronowski reconoció que ninguna ciencia es inmune a la infección de la política y la corrupción del poder. Nos lo demuestran las carreras de las armas, las guerras, las masacres en nombre de la paz y la justicia. La revolución francesa, por ejemplo, fue inspirada y promovida por científicos, filósofos, ilustradores y enciclopedistas, pero desbocada por ambiciosos provocadores y manipuladores cuyo símbolo patrio degeneró en guillotina.
Bronowski examinó las consecuencias de las ideologías y sus innumerables víctimas. Reflexionando en particular sobre el socialismo nacionalista o nazismo: ‘Lo más terrible acerca de Auschwitz es que te das cuenta de que, los que morían incinerados en los hornos, eran los ‘afortunados’. Los que los tiraban a los hornos, eran personajes del Infierno de Dante; vivían en un infierno interminable, porque habían perdido todo sentimiento humano y tenían que repetir al día siguiente la indescriptible bestialidad que habían cometido hoy”.
En todos los medios donde labora el hombre, – y J.B cita entre ellos a los laboratorios de la ciencia – existen conflictos, rivalidad, envidia y contrariedades. Están engranados en la naturaleza humana. Por eso la tolerancia no puede basarse en la indiferencia, sino que debe tener fundamento en el respeto. Aquellos que piensan que la ciencia es éticamente neutral confunden los hallazgos de la ciencia (que si son neutrales) con la actividad de la ciencia, (que no lo es).
A la pregunta de cómo debería comportarse el individuo, Bronowski aclara que esta es una pregunta social, que involucra a varias personas; si el individuo no acepta más juicio o evidencia que los suyos, entonces no tiene argumentos que validen sus respuestas.
“Somos un experimento único de la Naturaleza, – observa el sabio –, para hacer que la inteligencia racional se pruebe a sí misma más auténtica que el reflejo. El axioma social es que deberíamos actuar de tal manera que lo que es verdad, pueda verificarse como tal.
La ciencia no es más que la búsqueda para descubrir unidad en la salvaje variedad de la Naturaleza o más exactamente en la variedad de nuestra experiencia. El compromiso personal de un hombre con su habilidad, el compromiso intelectual y el compromiso emocional funcionan como uno solo, es lo que ha hecho el ascenso del hombre.
Bronowski logró pues, traer el conocimiento de la ciencia a la gente, gracias a su gran habilidad para hacer que lo complejo pareciera extremadamente simple. El periodista inglés, Michael Parkinson – que entrevistó a Bronowski a raíz del éxito de la serie – declaró que su conversación con el intelectual, había sido la más satisfactoria y fascinante de su carrera.
El legado de Bronowski es en primer lugar, un legado científico: El trabajo, las teorías, los hallazgos científicos y los escritos. En segundo lugar, está el legado popular: la noción de que la ciencia no es la sola propietaria de lo intelectual. La ciencia pertenece al ser humano como un todo y por eso deberíamos estar dispuestos a aprender de ella.
El mensaje de JB es un regalo envuelto en la lírica de un lenguaje poético y cristalino y unas imágenes sublimes al espíritu y al intelecto. El arte al servicio de la ciencia y viceversa. El hecho de que hoy haya programas y canales de TV dedicados a la ciencia se lo debemos a Jacob Bronowski.
El que muchos de esos vehículos, supuestamente educativos, se hayan comercializado y bajado el nivel de cultura al mínimo, buscando acomodar ideologías y consumismo, es algo de lo que este Maestro se hubiera decepcionado.