Editorial

LA OTRA CLARIDAD – Alberto Hernández

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Crónicas del Olvido

Miguel Ramón Utrera

LA OTRA CLARIDAD

Alberto Hernández

1.-

Miguel Ramón Utrera es un monje que escribe bajo un árbol sagrado. A través de sus hojas se mete el mundo que sus ojos han visto en sueños. Desde la techumbre de la casa, advierte el arco de la tierra, las curvas soleadas de las serranías y el ojo de Dios calculando la luz. Entonces, San Sebastián de los Reyes es una epifanía, la gran fiesta de una voz hecha sonoridad poética.

2.-

El sonido de un yo exterior resalta en el cuerpo interior del paisaje. Un ojo permanente que desde el cuadro de la ventana imagina el acento de la soledad, el de una sombra que jamás se agota, el de una claridad cegadora.

“Alguien debía volver de aquel país de sombras. Y por haber olvidado la clave de sus pasos, caminaba a tientas, procurando recordar nombres olvidados en la sombra”.

Desde ese lugar recurre a una voz que se desliza por el tiempo en que la poesía era oro y silencio.

3.-

Con esta edición de La liebre libre ajustamos cuentas con el olvido. Desbrozando “el último sueño”, se publica, para regocijo de los lectores, una preciosa antología donde el poeta Miguel Ramón Utrera se aleja del país inasible.

Con un texto de entrada de Harry Almela, esta publicación es un verdadero regalo para todo el país: “No es justo el criterio de quienes desean la presencia de Utrera en el terreno exclusivo del nativismo. Esta doctrina rezuma color local desde el paisaje, entendiendo a éste como naturaleza tamizada por una voz poética”.

Desde su aldea, Miguel Ramón Utrera es el más universal de nuestros escritores, porque se funda en los sonidos que vienen de otros tiempos que hoy saboreamos con holgura. Desde la sombría celda de Fray Luis. Desde las flagelaciones silenciosas de San Juan. Allí está el oro de este hombre que ha permanecido toda la vida haciendo vida de creador, inventándose en su propio paisaje.

4.-

“La sed recoge un rumor de voces frescas”, pareciera ser el ars poetica de Utrera. Deshojando su propio árbol genésico, vuelve a la ventana. Adora las estrías de la madera. Celebra el cuerpo añoso de la silla. Vivaquea con el olor húmedo de las paredes. Sorbe, en su “más callada hora”, el relámpago de la primera lluvia en la montaña. Toda su sangre en el afuera, en el adentro que lo estimula y lo eleva.

5.-

El silencio/ fantasma: “Guardemos ya nuestras mejores voces”, canta y se inmortaliza. Y el misterio de aquel sonido peculiar, el de la donosa España escondida, soportada, renegada, relegada, austera en la palabra y rica en la poesía.

Celebramos con vasos de junco las aguas de este libro que refresca mucho más “la otra claridad” de los hombres. Celebramos con jugo de la tierra estas hojas de sueños. “El sendero invisible” que el tiempo nos tiene reservado.

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