Editorial

Mariel Turrent – Divagaciones entre una frase y mi irrealidad

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Mariel Turrent

Divagaciones entre una frase y mi irrealidad


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“Y pronto olvidamos al señor Honda. Lo olvidamos como, antes y después, la mayoría de jóvenes ocupados olvidan a la mayoría de ancianos”.

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, H. Murakami

 

Cuenta Jonathan Swift en Los viajes de Gulliver que en Luggnagg existían los Struldbrugg, o inmortales (capítulo VIII de la tercera parte). Eran una minoría entre los luggnaggineses y los distinguía una mancha roja de nacimiento que indicaba su inmortalidad. Estos, lejos de alegrarse de su condición, a la edad de treinta iban cayendo en una terrible melancolía que crecía hasta los ochenta años cuando empezaban a vivir sujetos a todas las enfermedades, miserias y debilidades que arrastra la vejez sin el consuelo de la muerte.

Por otro lado, pienso en los Hunza habitantes en un valle conocido como El oasis de la juventud, a orillas del río Hunza entre la frontera de Pakistán e India. Viven hasta 120 años y casi nunca se enferman, además de conservar una apariencia lozana. Ojalá todos pudiéramos ser como ellos, llegar a viejos con todas las facultades de los jóvenes. Porque además, los Hunza según cuenta el dr. Guy Wrench en su libro The Wheel of Health (La rueda de la salud, 1930), son personas alegres, con buena actitud y gran energía. Han logrado mantenerse aisladas del resto del mundo y por lo tanto no han sido educados bajo la cultura de la enfermedad y el miedo a la muerte, sino bajo una filosofía de salud. Además, tienen hábitos completamente distintos a los nuestros, mismos que los hacen tan longevos.

Otro libro que trata el tema de la vejez es El Dador, de Lois Lowry que ha sido llevado a la pantalla como El dador de recuerdos estelarizada por Meryl Streep. Esta historia muestra un mundo en el que se ha logrado erradicar el sufrimiento, el dolor y la desigualdad social. En ese mundo no existe la vejez, ni la incapacidad, ni la enfermedad; han encontrado la forma de disolverlas, y el lector casi al final del libro descubre lo que sucede con los ancianos y el precio que han pagado los habitantes de esta ciudad “utópica” por erradicar todo lo que nos aqueja a los humanos.

En el mundo actual y retomando la cita de Murakami, la mayoría de los jóvenes ocupados tarde o temprano serán la mayoría de ancianos, olvidados por la siguiente mayoría de jóvenes ocupados que tarde o temprano serán la mayoría de ancianos olvidados por la siguiente mayoría de jóvenes ocupados…

Lo inquietante es que parece que cada vez será mayor el número de ancianos olvidados y minoría la de jóvenes ocupados y esos jóvenes ocupados vivirán entre un número cada vez mayor de ancianos olvidados y no sé si entonces vivir mucho será algo bueno, si la longevidad será deseada, si tal vez empezarán a disminuir los ancianos porque los jóvenes temiendo llegar a viejos lo resuelven de alguna manera funesta.

Me veo al espejo y puedo transformar mi reflejo en el de la anciana que puedo llegar a ser, cada vez la veo con más claridad y veo más difuso el rostro de la joven y todavía más vago el de la niña que fui. Me pregunto si estaría dispuesta a cambiar mi vida por la de un Hunza, si me gustaría vivir en el mundo creado por Lowry. Definitivamente, jamás me pasa por la cabeza el deseo de ser un Struldbrugg inmortal.

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