Editorial

Una lectura a Luisa Josefina Hernández – NORMA SALAZAR

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Una lectura a Luisa Josefina Hernández

NORMA SALAZAR

Luisa Josefina Hernández fue miembro de la llamada Generación de los Cincuentas época notable para nuestras letras mexicanas, destacados escritores y escritoras leímos de la talla de Rosario Castellanos, Sergio Magaña, Emilio Carbadillo, Jorge Ibargüengoitia, Margarita Michelena entre otros, punto crucial a destacar de la maestra Hernández es que impartió la cátedra de Teoría y composición dramática en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM por más de 40 años, ahí, emprendió un nuevo método de análisis para visibilizar otra forma del género teatral, concibió importantes descubrimientos escénicos-teóricos de nuestro teatro mexicano y narrativas, para las actuales generaciones la novelista y dramaturga Hernández es una autora distante en ocasiones desconocida, porque las actuales generaciones de dramaturgos no conocen a una de las mujeres que es un referente dentro de la dramaturgia mexicana.

Reitero amable lector, la dramaturgia de Luisa Josefina Hernández es trascendental para comprender el teatro mexicano del siglo XX, hoy es una antecedente para la producción en tiempos modernos de nuestro teatro. Historiales de un teatro nacional tras el finiquito del movimiento revolucionario, germina la necesidad de hallar expresiones artísticas que representa nuevos espejos sociales, culturales, tradiciones asimismo una identidad nacional más contemporáneo; en al ámbito teatral vio irradiado a creadores con distintas visiones para escenificar un teatro con técnicas europeas, es decir, dramaturgos extranjeros que radicaban en el país, otros escrutaban en sus puestas escénicas un teatro más nacional. Ahora bien el teatro apareció en 1932 con el propósito de representar un teatro nacionalista sociopolítico: los anécdotas de la revolución con recursos realistas, técnicas estéticas educativas, no todo en una puesta en escena era totalmente de carácter artístico sino una profunda realidad mexicana. Lo mostró perfectamente su maestro Rodolfo Usigli con las labores para no dar el brazo a torcer un teatro totalmente nacionalista ancló de raíz con su obra El gesticulador (1938) demostró el México de aquella época. Déjeme ser enfática para la mayor parte de los críticos la Generación de los Cincuenta con la cual la dramaturgia mexicana se retira cabalmente de las influencias teatrales europeas imperiosas en los autores anteriores ve surgir su propio rostro. Por supuesto que su maestro Usigli no pertenecía a esta generación pero sí le reconocen como un formador del teatro mexicano. Él pertenecía a la generación de la postrevolución y cuando surgió el grupo de Los Contemporáneos Jorge Cuesta, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia. Rodolfo Usigli uno de los grandes dramaturgos mexicanos fervorosamente admirador del irlandés George Bernard Shaw con su teatro de debate, Usigli escribió una serie de obras con formidable seguridad en cuestión del manejo de la técnica dramática sin dejar fuera la mexicanidad precedida toda su obra con abundantes prólogos venerando a Shaw. Aquellos planteamientos de discusiones insertos en la rúbrica del drama. El diplomático prestó atención y recreó la realidad tal cual también inventó; alternó la historia de México con personajes históricamente inexistentes pero dramáticamente vivos y vibrantes, es decir, era una enseñanza de historia para Usigli una metáfora de la realidad, en la cual intuye la muerte de los ideales revolucionarios sofocados en un contexto de total corrupción que devasta cualquier propósito de honradez y de pureza como lo muestra en La trilogía de las coronas escribe con gran lucidez tres de los más tajantes factores históricos que han formado la personalidad del pueblo mexicano. No perder de vista el teatro mexicano sin mencionar a Rodolfo Usigli cuantimás de la Generación de los Cincuenta que perteneció Luisa Josefina Hernández adquirió consciencia de una amplia tonalidad de posibilidades para el teatro poco explorada. Muestra con La Paz Ficticia a una escritora comprometida moral y éticamente con México, señala que “la realidad ideal”, la realidad oficial de México es desacorde con su historia, la realidad social, la realidad rural y urbana. Afirma nuestra autora y dramaturga con su obra teatral una realidad adornada y modificada por otras circunstancias otras posibilidades, sí, otras realidades, como lo explica:

“La vida es mucho más fea y rica que la literatura. Toda la gente, hasta la que escribe concientemente en forma autobiográfica (…) tiene que seleccionar, filtrar, sintetizar y recrear estéticamente la realidad suya, directa o indirecta. Entonces, creo que nunca resultan las obras verdaderamente autobiográficas porque la vida no es estética. El teatro debe funcionar bajo normas estéticas y el esfuerzo es de lograr un tipo de perfección, o sea que cambia la vida para mejorarla, inclusive muchas personas escriben porque tienen un anhelo de perfección que pueden manejar y sobreponer a los sucesos de la vida”

Su teatro ha sobrevenido al misticismo consiguiendo una técnica didáctica un punto de vista inexplicable de las cosas de la vida del mundo no están adheridas a ninguna corriente específica, la capacidad creativa y versátil que demuestra Luisa Josefina Hernández con sus técnicas por un estilo no definido de ciertos temas a tratar, ella realiza en sus obras lo más dúctil y vuelve analizar:

“Sucede que las experimentaciones están regidas por las modas (y la técnica) es un saber sólido que uno puede ir aplicando a las modas. Cuando uno cae en una moda, en realidad no está inventando nada, sino que está aplicando de otra manera lo que ya sabe”. Por ello es que “… no estoy comprometida con ningún estilo porque resulta que el material determina el estilo. Los temas piden una realización que viene a ser el estilo. El estilo es un instrumento de la realización del tema”.

En su labor teatral como autor dramático fue Luisa Josefina Hernández quien terminó de definir el género inventado por su maestro Rodolfo Usigli al considerar quien lo inscribió de manera predominante con las obras de Antón Chéjov, Luisa Josefina fue la que “instituyó la tragicomedia chejoviana como género en sí, llamándola pieza y definiéndola por su gran cercanía con la realidad”.

En la pieza como género dramático, la novelista Luisa Josefina entendió que Chejov y mucho antes Ivan Sergeyevich Turgenev revelaron un género ajustado para hablar acerca de los pequeños y medianos propietarios que viven en el campo o en ciudades pequeñas, una clase social identificada por su diverso poder económico, es decir, muestra al hombre que da la tónica del siglo. La idea de un género acuñado pieza tuvo el impacto hasta nuestros días, hoy en las aulas donde se enseña teatro tiene una idea precisa de lo que significa; la afirmación de este género es de cuño local y reciente, sí, es un género joven de todos los géneros.

Para la misma Luisa Josefina el termino Pieza es un género de análisis, referente a la utilidad entre los directores y autores pero que no circunscribe al espectador, “ese ente hipotético” con quien el autor pretende incorporarse a una comunicación a través de su obra, a fin de cuentas quien conserva viva la noción de un género es a veces un tanto deformada en sus detalles pero casi siempre infalible en su esencia.

Termino ávidos lectores el legado de la dramaturga, novelista y docente Luisa Josefina Hernández no debe olvidarse porque dedicó su vida profesional a rebelar el teatro en México, maestra de muchas generaciones de actores, dramaturgos e investigadores, nos dio una vasta producción literaria, heredando a sus lectores 60 piezas teatrales, 17 novelas, 10 traducciones, diversos prólogos, ensayos referente a la historia del arte, fue una mujer excepcional que recuerdo con admiración en la Facultad de Filosofía y Letras en mis clases de Seminario de teoría y composición dramática.

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