Editorial

EL PODER VITAL DEL SENTIDO DEL HUMOR – Gloria Chávez Vásquez

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EL PODER VITAL DEL SENTIDO DEL HUMOR

Gloria Chávez Vásquez

No hay nada más divertido que cuando ocurre algo inesperado en un funeral, porque en una situación trágica es cuando uno tiene más ganas de reírse: eso es el humor, lo inesperado.

Alex de la Iglesia (1965) director de cine

El sentido del humor ha experimentado muchos cambios en la historia de la humanidad. Lo cómico ha sido definido y redefinido por las escuelas literarias y estéticas a lo largo de los siglos. Se observa que los textos religiosos antiguos no contienen sentido del humor mientras que los griegos y romanos lo interpretaban como un fluido corporal. Cada época ha tenido su propia visión de lo que puede ser objeto de risa y de hasta dónde se puede llegar con la sátira.

A los científicos les ha resultado imposible hasta ahora, hallar la fuente del humor. Por su parte, los psicoanalistas encuentran que muchos cómicos y humoristas lidian con dilemas y tragedias en su vida personal. Sigmund Freud entendió el humor como la manifestación más alta de los mecanismos de adaptación del individuo. Hoy en día se define a la habilidad o sentido del humor, como una forma particular de percepción, una manera de anticipar, un paso adelante para romper el ritmo de lo normal.

Ya en el pasado, el escritor romano Cicerón hacia distinciones entre el humor grueso (incivil, petulante, malévolo, obsceno, chocante) y el humor sutil (elegante, cortés, ingenioso y jovial). En 1917 en su cartilla Nociones de urbanidad, José Martínez Aguiló aconsejaba evitar las bromas de mal gusto que lastimen la dignidad de los demás. El novelista Noris Vian entendía el humor como la cara civilizada de la desesperación mientras el dramaturgo Eugene Ionesco veía como inhumana toda sociedad que carece de sentido del humor y como consecuencia, es donde suelen erigirse los campos de concentración. El caricaturista William Rotsler pensaba que, sin la habilidad de reírte de ti mismo, estás a merced de los demás.

En las cortes de antaño, los reyes dependían, para entretenerse, de sus bufones, pero fue con el cinematógrafo, que el humor de los bufones modernos alcanzó más público. Así, Buster Keaton, hizo reír al mundo con su cara de tragedia. Con su humor cáustico y su crítica social Charles Chaplin parodió a Hitler en el film El Dictador (1940). El chiste gráfico, ya en el cine, ya en el periódico o revistas, así como en el escenario, rompió con lo intocable: la política, la autoridad, las costumbres y todo lo que en el pasado se consideraba sagrado.

La fórmula, según Evaristo Acevedo, autor de Los españolitos y el humor (1972) es un 50% de gracia para hacer asimilable un 50% de filosofía. Mientras más ingenioso, más sutil es el humor; la sutileza en la burla la convierte en ironía y a esta en comentario. El cómico hace reír; su humor es más visual, como en el caso de los payasos, y está dirigido a un público mayormente infantil. El humorista ofrece ideas e imágenes más abstractas, por tanto, hace pensar a un público más sofisticado. Es el caso del pianista danés Víctor Borge quien creó un humor único, alrededor de su talento musical. Una versión moderna es la del grupo Los Luthiers.

El comediante y actor español Alfredo Landa observaba que los españoles no tenían sentido del humor, sino un sentido trágico de la risa. En vez de quitarles aristas a la vida, le añadimos unas cuantas más. En ocasiones, humoristas como el cubano Guillermo Álvarez Guedes, suelen ser la voz de un exilio para convertirse en la espina en la planta del pie de un régimen como el cubano.

Algunos países han destacado por lo característico de su humor. Es notable, por ejemplo, el número de cómicos, humoristas y comediantes de origen judío en el mundo del espectáculo. En Latinoamérica el humor tiende a ser más local, y sus figuras más esporádicas, algunos han dejado huella de su ingenio en el continente, como el chileno Hebert Castro y el argentino Pepe Biondi.

En 1972, el humorista estadounidense George Carlin cruzó los límites del humor permitido con su monólogo de las siete palabras prohibidas por la televisión. Desde entonces muchos cómicos abrieron las compuertas de la vulgaridad y el público se vio obligado a clasificarlos por la calidad en el contenido de su humor.

Humor y filosofía

Humor se tiene o no se tiene, y es la manera de ver las cosas con claridad. A. Mingote caricaturista.

Provocar la risa tiene algo de subversivo porque el humor es una transgresión mediante la cual se puede reinterpretar la realidad. El humorista no solo comprende la relatividad al poner de relieve el ridículo de las cosas, sino que crea conciencia, suscitando piedad, ternura, y compasión en los demás.

El humorista ingenioso refleja a unos seres humanos vulnerables, a veces ridículos pero que merecen amor, respeto y compasión. Nos enseña, además, que un individuo es más humano cuando se ríe de sí mismo. Carlyle veía la esencia del humorismo en la sensibilidad, la cálida y tierna simpatía para todas las formas de existencia.

De ahí que sea lo primero que censuran los regímenes totalitarios. Una vez en el poder, los tiranos no admiten bromas. En su arrogancia, los soberbios no creen en el sentido del humor, porque es lo único que tiene un pueblo para manifestar su descontento frente a la opresión. El humor subterráneo es el más mordaz, el más vivo. Es lo que ha ayudado a generaciones de judíos a sobrellevar su historia de persecuciones y a las naciones subyugadas a soportar el oprobio.

Se requiere talento para provocar la risa. Coleridge pensaba que el sentido del humor es producto de una mente bien organizada. El buen humor requiere, además, estricta disciplina. Nietzsche creía que la potencia intelectual de una persona se mide por su capacidad para el sentido del humor.

El humor en una sociedad es, pues, imprescindible. Amos Oz, escritor israelí aseguraba que nunca había visto en su vida a un fanático con sentido del humor ni a una persona con sentido del humor que se hubiera vuelto fanática, salvo en el caso de que lo hubiera perdido. Por esa razón, el humor sirve como un antídoto del fanatismo y el humorista para mantener la cordura social.

 

El humor es la causa, la risa es el efecto

La diferencia entre el chiste y la sátira, es que el chiste transmite una historia y como figura del lenguaje, la sátira es vehículo del mensaje. No es posible comprender el fenómeno del humor si no se compara con la tristeza y el desasosiego de la inseguridad. Por eso el desorden social y la represión son fuente inagotable del mal humor. El buen humor surge para rescatar el ánimo, para objetivar y burlarse de las circunstancias, mientras el mal humor es el negativismo personalizado que se hunde, y es consecuencia de tomarse las cosas muy a pecho.

Cuanto más rápido se pase de lo serio a lo cómico, más sano está uno y mejor funciona su sistema inmunológico anota el escritor argentino Mario Satz. En El valor terapéutico del humor, Ángel Idígoras deduce que el humor no necesariamente ha de llevar a la risa, ni a la sonrisa siquiera. El humor cumple con su tarea, tan solo con mostrarnos que puede verse las cosas de forma diferente a la acostumbrada; si algo logra el humor, es separarnos de lo rutinario y servirnos de guía por lugares insospechados.

De otra parte, en su tratado de El humor como medio cognitivo, Eva Alandro especifica que la capacidad de reír es cognitiva: una manera de organizar y procesar la información que recibimos. Tal como afirmaba Bergson: “El humor está más dirigido al cerebro que a los sentimientos”, de ahí que una cierta insensibilidad acompañe a la risa.

En sus Memorias, el humorista español Miguel Mihura dejó por sentado que lo único que pretende el humor es que, por un instante, nos salgamos de nosotros mismos, nos marchemos de puntillas a unos veinte metros y demos una vuelta a nuestro alrededor contemplándonos por un lado y por otro, por detrás y por delante, como ante los tres espejos de una sastrería y descubramos nuevos rasgos y perfiles que no nos conocíamos,

Basta reflexionar sobre el espacio que ocupamos en el universo para darnos cuenta de por qué es necesario enfocar el mundo con gran dosis de humor: es un sentido que tiene la gracia y la virtud de reforzar tu confianza y seguridad de que tu vida tiene un propósito.

 

 

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