Editorial
Bomba migratoria – Leonardo Kourchenko
Estaba muy cantada. Había múltiples señalamientos de organismos de derechos humanos, de visitadurías locales y regionales, incluso de legisladoras y legisladores que elevaron la voz de alarma. El discurso de ayer del senador Emilio Álvarez Icaza, estalla en la advertencia ignorada, previa a la tragedia.
Nadie se hizo cargo. México tiene una grave crisis migratoria, desde que Marcelo Ebrard, en lo oscurito –como señaló Mike Pompeo en su libro hace un par de meses– aceptó condiciones extremas para controlar y detener el flujo de migrantes centro y sudamericanos hacia Estados Unidos.
La torpeza de López Obrador y la ambición de Ebrard al aceptar dichas condiciones, condujeron a la crisis que hoy vivimos. Decenas de miles de migrantes provenientes de países vecinos en América Latina, entran a territorio mexicano y esperan aquí, de forma concentrada en ciudades fronterizas, la posibilidad de cruzar a Estados Unidos.
El gobierno de AMLO no otorga fondos adicionales a los gobiernos estatales para atender a esta población flotante. Carecen de servicios de salud, enfrentan problemas de alimentación y, como consecuencia, los niveles de seguridad en ciudades como Juárez, Tijuana y otras muchas, se han deteriorado.
Los centros “temporales” de atención al migrante se han convertido, en los hechos, en pequeñas cárceles, que detienen ilegalmente a personas de otras nacionalidades en su búsqueda por mejores condiciones de vida.
Según reportes de organismos de derechos humanos, que no la Comisión Nacional, silente cómplice del gobierno en todas sus fechorías por la mediocre y abyecta función de Rosario Piedra Ibarra, estos centros migratorios –que no son albergues como dijo el presidente López Obrador– se encuentran saturados, en condiciones ínfimas de calidad y atención básica.
Lo han denunciado múltiples legisladores que han visitado los centros.
Nadie hizo caso, ni prestó atención, ni buscó soluciones alternas.
El acuerdo intersecretarial sostenido en 2019, en el que la Secretaría de Relaciones Exteriores asumió la responsabilidad de la política migratoria, dejó en un vacío oscuro, la coordinación y supervisión de dichos centros. Técnicamente, operan bajo la supervisión del Instituto Nacional de Migración, que legalmente pertenece y reporta a la Secretaría de Gobernación.
Hoy, sucedida la tragedia por incapacidad e incompetencia, las dependencias se arrojan responsabilidades. Adán Augusto López, secretario de Gobernación, señala a la Cancillería, ignorante de que el instituto migratorio está bajo las áreas de su responsabilidad.
Ebrard, ambicioso y lucidor como es, pretendía manejar el tema migratorio como una “estrellita” más para su candidatura, pero atender muchos temas y hacer giras para plantas de automóviles, provocan distracción de los temas delicados y esenciales.
Las advertencias estaban sobre la mesa, los avisos, alertas, alarmas se pueden revisar en la prensa de los últimos 18 meses. Nadie hizo caso. Unos por la lucha por la sucesión, y otros como Garduño –titular del Inami– por incompetentes e irresponsables.
Hoy México es primera plana mundial por la tragedia, y señalado desde la ONU, la OEA, la Comisión Internacional de Derechos Humanos.
Y el presidente, en su cínica confrontación, acusa de amarillismo de los medios, y de que los migrantes fueron quienes encendieron el fuego. ¿Eso los hacía merecedores de la muerte? ¿Ellos se lo buscaron?
¡Un auténtico rosario de irresponsables y cínicos!
La tragedia es huérfana, no tiene tutores ni titulares. Fueron los otros.
Pero el problema sigue ahí y la relación con Washington, tensa como la ha forzado López Obrador, alcanzará niveles de extrema fricción en las semanas por venir.
Lo comercial, energético, el fentanilo y la seguridad, el desafío al senador Graham por parte de AMLO, y ahora la bomba migratoria no hacen sino complicar la más importante, compleja y delicada relación bilateral del continente.
Tenemos un presidente pendenciero, buscapleitos, confundido en su rol nacional como jefe de Estado, pero por completo extraviado en el internacional al acusar, insultar y ofender repetidamente. Vea usted la retahíla de agravios que le ha dirigido a la señora Boluarte, presidenta de Perú. O las descalificaciones continuas a funcionarios estadounidenses, gobernadores, legisladores.
El escenario hacia 2024 se tensa con el vecino del norte, se fractura entre las corcholatas divididas y confrontadas, y tristemente para México, se radicaliza con un presidente obsesionado con controlar no sólo la sucesión, sino el rumbo futuro de un país que él, ya no gobernará.