Editorial

Mariel Turrent – Divagaciones

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Mariel Turrent

Divagaciones


 

12 La Ceremonia

“Saben, el mejor premio que la vida ofrece es trabajar duro en lo que valoras”.

De la película: Un puente hacia Terabithia, 2007

 

Escuchar esta frase me llevó de inmediato al día en que Rafael recibió un mensaje de WhatsApp en el que una colega suya del medio cultural le solicitaba que ingresara a una página web para llenar una aplicación a una convocatoria que había cerrado unas semanas antes y, para la cual, alguien lo había postulado, por lo que necesitaban sus documentos y datos en calidad de urgente. Parecía fácil, pero no lo era, había que mandar incluso un comprobante de su residencia de más de cuatro años en el estado, cosa que a Rafael se le dificultaba comprobar. Afortunadamente, buscando entre sus papeles encontró su Hoja Rosa del IMSS de 1998 y un comprobante de luz del 16 de septiembre de 2017. Tardó un par de horas juntando lo necesario y lo envió. Posteriormente recibió un mensaje con la invitación a la premiación y la advertencia de que el código de vestir era: “vestido largo para las damas y traje con corbata o moño para los caballeros”. Para un evento en un clima tropical a las 5:30pm le pareció complicado, pues no tenía un atuendo de semejante envergadura, mucho menos dinero para comprarlo, pero al parecer la cede del evento lo ameritaba pues al ver el menú se dio cuenta de que uno de sus platillos, valía el equivalente a su salario de un mes por los talleres de apreciación artística que daba en la universidad. “Qué país tan jodido”, me dijo, “pero vamos, te invito, seguro que la pasamos bien, además, nunca más te podré llevar a un lugar así, ¡vamos a aprovechar!”. Yo le dije que yo le pediría a mi hermana prestado su coche porque ir hasta allá en taxi sale en un ojo de la cara. A él le pareció que el esfuerzo que estaban haciendo estos ciudadanos por reconocer el trabajo de los artistas era de agradecerse y le entusiasmaba que juntos pudiéramos ir a uno de esos restaurantes de moda a los que de otra forma jamás tendríamos acceso.

Llegada la fecha todo sucedió como en los Oscars. El lugar era espectacular, la alfombra roja, la fotografía a la entrada, y el coctel donde saludamos a muchos artistas del medio. Rafael se sentía incómodo porque el traje le quedaba muy justo, sin embargo, cuando lo llamaron al frente para otorgarle un reconocimiento por su labor como artista plástico, hasta lo vi guapo y pensé que estábamos en otra realidad. Todo transcurría de maravilla hasta que de pronto la ceremonia se vio interrumpida. Los organizadores parecían contrariados, como que no sabían qué hacer. Faltaban dos premios, los más importantes, y la concurrencia se preguntaba si tal vez ya no los iban a dar. Todo se aclaró cuando, media hora después, anunciaron que estaba llegando la gobernadora. No solo llegaba tarde, tampoco respetó el código de vestir. Lo que me sorprendió más fue que todas las cámaras se giraran hacia ella, y tardó media hora más en llegar al estrado por todos los que se le acercaban a alabarla. Una vez que tomó el micrófono, se soltó con un discurso paternalista muy al estilo de los políticos que todos conocemos, en el que decía que siempre contaban los artistas con su apoyo, que los admiraba y reconocía su trabajo. “¡Pero qué apoyo!”, me dijo Rafa, “¿Cuándo nos han apoyado? ¿Cuándo nos han reconocido?”. Y antes de que yo pudiera reaccionar, lo vi pararse de su asiento, se subió al estrado, le quitó el micrófono a la licenciada y amablemente le pidió que se fuera. Todos nos quedamos mudos. La concurrencia de pronto no dijo nada. Rafa, con la candidez que lo caracteriza y su voz suave y atenta, le preguntó si por casualidad conocía a alguno de los premiados. La mujer se quedó muda. Le preguntó si ella había aportado recursos para la organización del evento, y luego le dio la estocada final preguntándole qué porcentaje del presupuesto de nuestros impuestos estaba destinado al impulso a la cultura y las artes. La mujercita no supo responder. Optó por bajarse del estrado y encaminarse a la salida. Algunos osados empezaron a aplaudir al compás de sus pasos y otros más audaces la abuchearon. De pronto yo sentí que los ciudadanos tomábamos conciencia de quién manda a quién. De lo que otorgamos con nuestro voto, de lo que podemos y debemos exigir.

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