Editorial

Mariel Turrent – Divagaciones

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Mariel Turrent

Divagaciones


 

16 Entusiasmo

Thank you for the music, the songs I’m singing. Thanks for all the joy they’re bringing”.

Benny Goran Bror Andersson / Bjoern K. Ulvaeus

 

Mi mente divaga, pasa de una cosa a otra y la relaciona con algo completamente distinto. Por ejemplo, hoy en la mañana, cuando llevaba a mi hija a la escuela, me llamó la atención un mensaje que tenía un coche: “Good Pinches Vibes”. Me quedé pensando qué tipo de persona pone semejante mensaje en su auto. Buenas vibras, escrito en inglés y partido a la mitad por una palabra que, según José Emilio Pacheco, es la más autóctona de México y que en el Diccionario del español usual en México de Luis Fernando Lara se advierte como una grosería que se usa a manera de epíteto y degrada todo lo que toca. En otras palabras, es un adjetivo que vuelve despreciable, mezquino o de baja calidad, cualquier cosa que le ponga enfrente. “Normaliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla, pero no podemos cambiar”. Ya no quise profundizar más en aquella frase contradictoria, me perdí en el azul eléctrico del coche que sobresalía entre la mayoría de autos blancos, incluido el mío. Recordé el de color naranja de mi amiga Lil. Era fácil reconocerlo. Pensé en su personalidad entusiasta, y con nostalgia, en las tardes en que llevamos a nuestras hijas al asilo de ancianos para hacer horas de labor social. Lil muy animada nos ponía a cantar a todos y hacía que los ancianos salieran de su letargo. La memoria de los que sufrían Alzheimer pronto se aclaraba y reconocían la música y les venía a la mente la letra. Como cuando una planta no ha sido regada y está triste, exangüe y, de pronto, le pones agua y revive. Pero al terminar la canción todos regresaban a su aturdimiento. Cuando pienso en entusiasmo, pienso en Lil y en esa energía que contagia a los que se le acercan. Como la música de ABBA que ha unido generaciones y le cambia el ánimo a cualquiera. ¡Que viva la música! Hermosa frase para titular un libro como hizo Andrés Caicedo, compré su novela ¡Que viva la música!, en Quevedo Libros y Antiguedades, un lugar imperdible en Bogotá. Un recinto festivo con una sobrepoblación de libros nuevos y usados, antigüedades, discos, revistas. Recuerdo el entusiasmo de Andrés, un joven librero que me contagió su admiración por Andrés Caicedo y Mario Mendoza. Aunque tenía mis dudas sobre el título de la novela de Mendoza, Satanás, Andrés me aseguró que ambos libros eran el mejor camino para entrarle a la literatura Colombiana. “¡Eso! ¡Entusiasmo es lo que todos debemos compartir!”, pensé al salir de Quevedo realmente entusiasmada y creyendo que la novela de Caicedo me haría cantar —como lo había hecho años atrás en el museo de ABBA en Estocolmo, un museo totalmente interactivo en el que la música protagoniza la visita y te llena de buenas vibras—. No fue así. La novela de Caicedo es todo lo contrario, es precisamente la pérdida del entusiasmo causada por las drogas. El autor nos sumerge en la música y de forma paralela, en la devastadora y cruda realidad de una joven que se vuelve adicta al falso entusiasmo de los excesos sin sosiego. Sin duda una novela excepcional, pero desgarradora. Me sentí mejor con Satanás. Y no porque retrate un mundo feliz, sino porque al menos, la protagonista siente entusiasmo por la vida, y junto a toda la violencia hay escenas conmovedoras.

Regresando al entusiasmo, me detengo para definirlo y me encuentro con una definición que me gusta: “Salir por el espíritu de sí mismo hacia todas las cosas y ser así uno consigo mismo y con todo”. La del diccionario es: “Sentimiento intenso de exaltación del ánimo producido por la admiración apasionada de alguien o algo, que se manifiesta en la manera de hablar o de actuar”. A mí me apasionan las palabras, sus combinaciones y significados, las frases que elige la gente para poner en sus coches, por muy desconcertantes que sean. Me apasiona la música, y ABBA y las librerías, pero lo que más me entusiasma es la gente como Lil, o Andrés, que nunca ven lo pinche y salen de sí mismos hacia todas las cosas para contagiar sus good vibes.

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