Editorial

Leamos a las morras I: literatura femenina – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Leamos a las morras I: literatura femenina

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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En la actualidad se habla mucho de las diferencias entre hombres y mujeres, y en honor de la verdad, dentro del ámbito literario, es cierto que se desprecia la obra de muchas mujeres, aún hoy en día. En la historia de la literatura tenemos evidencia de sobra de estos vergonzosos momentos, y no es que hallamos avanzando tanto como era necesario, o cuando menos suficiente. Es importante leer cuanto podamos, vertientes, líneas políticas diversas, manuales o informes, para aprender un poco más del mundo, y para tener más opciones de contraste, y por tanto, de divergencia. Pero también es importante revisar si tenemos sesgos o no en esas lecturas, quizá acuciados como preferencias, pero quizá también perdidos como una encubierta ignorancia o flagrante desprecio por conocidos motivos.

Últimamente se usa el concepto de ‘literatura femenina’ para visibilizar a escritoras de distintas épocas y geografías, y la verdad es que no entiendo el concepto en sí, ya que una escritora es tan significativa como un escritor, y es su obra la que debe hablar más allá del tiempo y las barreras culturales. Entonces, la idea de una literatura femenina me queda poco clara si no es sólo para eso, y que corre el riesgo de segmentar, encasillar o incluso ocultar el trabajo de centenares o miles de creadoras a las que deberíamos envolver en nuestro aprendizaje cotidiano. Y sí, entiendo la necesidad política del concepto, pero me parece que empobrece y expone a un mayor marginamiento a estas valientes mujeres dentro del ámbito literario per se.

En primer lugar, nunca he visto que nadie defina lo que la ‘literatura femenina’ es en sí. Aunque quedan ciertas vagas referencias del siglo pasado, donde la novela rosa, la poesía cursi y de verso libre (mayormente) o los cuentos infantiles, se consideraban terrenos donde las mujeres podían ejercer su literatura (a mí no me maten, yo desde un inicio estoy diciendo que no estoy de acuerdo). No puede haber una visión más condescendiente o minimizadora al respecto, pienso. Porque no son sólo líneas temáticas exclusivas de las mujeres, sino que hay muchas obras que escapan de esas barreras, y que contribuyen a la novela negra, la métrica rigurosa, la ciencia ficción, o incluso, más allá de la literatura, como la filosofía, la crítica, las matemáticas u otras ciencias. Una mujer no debe verse como una profeta de lo infantil o del amor (ambas relacionadas con el trabajo reproductivo; coincidencias, no lo creo), sino que se debe explorar su obra con la misma apertura que cualquier otro autor, para descubrir sus pensamientos sobre el horros cósmico, sobre la política internacional, la sociología, el ensayo especializado o incluso, la aburrida epistemología (mis disculpas a los afectados).

La ‘literatura femenina’ es una categoría importante, pero inútil, que reduce el valor de lo que las mujeres crean, que antes de ser mujeres, son criaturas racionales, emocionales, que viven y que afrontan y resuelven problemas dentro de la sociedad. Es inútil poque encasilla a las mujeres a un cuarto apartado del que se puede pasar de largo por percepciones estéticas, porque quizá ‘no sea interesante; sea meloso; sea infantil’. La literatura es universal, y no puede estar sujeta a este tipo de concepciones, ya que quien tiene el deseo de descubrir o vivir la experiencia de distintas líneas literarias, lo menos que debiera importarle es la identidad del escritor (que no deja de ser importante por el contexto, pero no es central), ya sea de Oriente Medio, sea mujer, sea pansexual, o sea una tostadora (siempre y cuando exista un mínimo atisbo de inteligencia en el proceso). La categoría responde a una necesidad política por reclamar su visibilidad, lo cual es crucial, pero dentro de la literatura en sí, poco tiene que aportar.

Pero en el caso del lector, otra cosa es. Ya que sí, hay una libertad de elegir y explorar las obras que uno guste, siga las líneas del pensamiento que más le complazca, o que tenga a la mano. Pero debe haber una conciencia sobre por qué se siguen esos cánones, porque no hay una mayor diversidad de fuentes, o si selectivamente nos importa la orientación política, las características físicas o sentimentales de las personas que leemos. Un lector que no está abierto a conocer todo cuanto hay allí afuera, es un mal lector. Vi hace poco tiempo un meme de un ‘club de lectura de autores masculino’, llamado ‘Facultad de Letras y Filosofía’… Y no es una burda o superficial crítica. Existe la invisibilizarían de las mujeres, como Elena Garro, y otras, que sistemáticamente son excluidas de las listas, de los planes de estudio, de los Top 10 de cualquier hijo de vecina. Esa pobreza estructural sólo se puede explicar desde la ignorancia, esperando que no sea ignominia, y que sean huecos dejados por la burocracia y no un constante acto de segregación. El otro lado, igualmente, es pobre, buscando ‘solo leer mujeres’, dejando de aprender y comprender lo que la literatura es, su complejidad humana complementaria. En mi caso particular, algunas de las obras más importantes de mi librero son de mujeres, de africanos, de amputados, de locos o de enemigos de la moralidad. Ellos han sido mis maestros, todos, y son el pozo de Mimir de la humanidad; no solo el pequeño grifo que alguien más nos quiera imponer.

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