Editorial

MIGUEL TORGA: MÉDICO, NOVELISTA Y POETA – Mario Morales Castro

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MIGUEL TORGA: MÉDICO, NOVELISTA Y POETA

Por Mario Morales Castro

Entre la larga lista de médicos escritores podemos nombrar algunos de los más famosos: el ruso Anton Chéjov, el escocés Arthur Conan Doyle, el español Pío Baroja, el austriaco de origen judío Sigmund Freud, el mexicano Mariano Azuela, el brasileño João Guimarães Rosa, etc. Portugal no es la excepción, pues cuenta con varios escritores médicos de gran prestigio: Fialho de Almeida, António Lobo Antunes, Fernando Namora y Miguel Torga.
Este último ha sido uno de los más queridos en Portugal y también admirado en España. A Miguel Torga lo dio a conocer primeramente en México el poeta Francisco Cervantes al considerarlo uno de sus poetas “pessoalísimos”, en una edición de autor intitulada Odisea de la poesía moderna portuguesa, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1985.
Nació en São Martinho de Anta, Trás-os-Montes, en 1907 y murió en Coimbra, en 1996. Miguel Torga es seudónimo de Adolfo Rocha, médico de profesión, poeta, narrador, periodista y dramaturgo. A los trece años se vio obligado a emigrar a Brasil bajo la protección de un tío suyo, quien lo ayudó a regresar a Portugal para realizar sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Coimbra. Al terminar su carrera, empezó el momento de escribir sus Diarios, tan importantes para seguir sus sentimientos, que incluyen poemas, y también la historia de Portugal del siglo XX. Fue uno más de los escritores que se opusieron a la dictadura salazarista: encarcelado durante varios meses al ser perseguido por la PIDE, la policía política del régimen, que censuró uno de sus libros al acusarlo de comunista, siendo que no estaba afiliado con partido alguno.
Para Óscar Lopes, uno de los autores de Historia de la Literatura Portuguesa, junto con António José Saraiva: “Su obra se impregna de un ambiente de mitos agrarios y pastoriles que desde su origen aldeano trasmontano se remontan a los símbolos bíblicos; por ejemplo: la semilla, la savia, la cosecha, el agua, la tierra, el viento, el pan, el parto, el pastoreo, Adán y Eva, circulan por sus libros como si fueran, no ideas, sino imágenes brillantes. Su poesía expresa las mismas intuiciones agrario-pastoriles pero de un modo más genérico y más personalista, y discurren en apóstrofes y desafíos al Creador del ‘hombre de carne y hueso’, del ‘arbusto de dos pies’, Adán universal, multiplicado y siempre renovado por la procreación a pesar de la muerte, ascendiendo titánicamente desde el lodo hacia un sentido terreno de la vida, a través de todos los errores y egoísmo que lo tornan enemigo y explorador de sí mismo. Esta poesía refleja también las aprehensiones, esperanzas y angustias de su tiempo, dentro de un ángulo individualista y, en el fondo, de visión religiosa, se impone su pureza y originalidad rítmica y la coherencia de sus imágenes”.
Mientras que para el poeta Fernando Pinto do Amaral, el médico fue un “Cultivador de una poesía muy ligada a ciertos valores eternos que trascienden la circunstancialidad de la experiencia humana, pero que por otra parte se revelan justamente a través de esa máxima experiencia, Torga nos da ―más allá de todo enraizamiento telúrico característicamente portugués―, un retrato humano de alguien que, a pesar de un aparente pesimismo, cree en el poder vital de la naturaleza y en un profundo designio órfico y prometeico para la escritura, encarada como grito liberador o como expresión más radical de un sentimiento de revuelta. Esta concepción del poeta como ‘Orfeo rebelde’ se encuentra igualmente viva en los muchos volúmenes de su Diario, donde a la par de un a veces lúcido análisis del panorama que lo rodea, encontramos hermosos poemas que reflejan todo el inmenso dramatismo profético del ser humano que reconoce en su angustia una barrera casi infranqueable, pero que busca en las fuerzas terrestres una energía capaz de sobrepasarla, para así descubrir en el amago de sí mismo una alianza indestructible con las cosas y fundar sobre esa alianza una hipótesis de plenitud y de justicia universales”.
El médico escritor mantuvo siempre una posición independiente ante el poder de los medios literarios, pues su obra fue publicada en ediciones de autor; no obstante, estuvo integrado al grupo de la revista Prescença entre 1927 y 1930; asimismo, llegó a dirigir las revistas Sinal y Manifesto. Entre sus poemarios destacan Orfeo rebelde; Cámara ardiente; Odas; Cántico del hombre, y Poemas ibéricos, en donde encontramos poesías dedicadas a personajes tanto de España como de Portugal. En su prosa destacan los libros de narrativa: Cuentos de la montaña, Bichos y Nuevos cuentos de la montaña.
En 1989 fue galardonado con el Premio Camões, el más importante para escritores de lengua portuguesa. Su obra abarca más de medio centenar de títulos, muchos de los cuales han sido traducidos a 16 idiomas. Cerramos nuestra colaboración con algunos de sus poemas para deleite de los lectores.

UN POEMA

No tengas miedo, escucha:
Es un poema
Una mixtura de oración y hechizo…
Sin cualquier compromiso,
Óyelo atentamente,
De corazón sincero.
Podrás memorizarlo
Al acostarte
Al levantarte,
O en las restantes horas de tristeza.
Con la segura certeza
De que mal no te hará.
Y puede suceder que te dé paz…

CERVANTES

El genio es humilde como
La naturaleza.
Realiza sus milagros
En una lenta y oscura
Tenacidad.
En un ignorado esfuerzo pertinaz
A partir de un destello de ironía,
Transforma, día a día,
Y hora a hora
El loco temporal que en mí vivía
En el loco intemporal que vive ahora.

 

EL CID

Llegaba la mañana en la lejanía del futuro,
Pero la noche de Iberia era cerrada;
Hice entonces un sol brillante y prematuro
Del acero limpio de mi espada.

Y fui a su luz abrasadora
El primer Quijote conocido:
Una presencia heroica y redentora
A la que el tiempo, despierto, dio sentido.

Toda la patria es un abierto descampado
Hacia un abrazo de amor.
Tenía el sueño de ser empezado…
Lo fue por mí, Cid Campeador.

MAR

¡Mar!
Tenías un nombre que nadie temía:
Era un campo blando por labrar
O cualquier sugestión que apetecía…

¡Mar!
Tenías un lamento de quien sufre tanto
Que no puede callarse ni gritar,
Ni aumentar ni sofocar el llanto…

¡Mar!
¡Entonces fuimos a ti llenos de amor,
Y el fingido prado de tu sollozar
Ahogaba igual arado y labrador!

¡Mar!
¡Engañosa sirena ronca y triste,
Fuiste tú quien nos vino a enamorar,
Y fuiste tú después quien nos perdiste!

¡Mar!
¿Y cuándo tendrá fin el sufrimiento,
Y cuándo nos dejará ya de tentar
Tu dulce y letal encantamiento?

SÚPLICA

Ahora que el silencio es un mar sin olas,
Y que en él puedo navegar sin rumbo
No respondas
A las urgentes preguntas
Que te hice.
Déjame ser feliz
Así,
Tan lejos de ti como de mí.
Se pierde la vida al desearla tanto.
Sólo supimos sufrir, mientras
Nuestro amor duró.
Pero el tiempo pasó,
Hay tranquilidad…
No perturbes la paz que me fue dada.
Oír de nuevo tu voz, sería
Matar la sed con agua salada.

ORFEO REBELDE

Orfeo rebelde, canto como soy:
Canto como un poseso
Que en la cáscara del tiempo, a navaja,
Grabase la furia de cada momento;
Canto, a ver si mi canto compromete
La eternidad en mi sufrimiento.

Otros, felices, sean ruiseñores…
Yo levanto la voz así, en un desafío;
Que el cielo y la tierra, piedras conjugadas
Del molino cruel que me tritura,
Sepan que hay gritos como hay vientos fuertes
[y fríos del norte,
Violencias hambrientas de ternura.

Bicho instintivo que adivina la muerte
En el cuerpo de un poeta que la recusa,
Canto como quien usa
Los versos en legítima defensa.
Canto, sin preguntarle a la Musa
Si el canto es de terror o de belleza.

 

 

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