Editorial

Trump, tras las rejas – Leonardo Kourchenko

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Será sólo por unos minutos y de forma simbólica. Sucederá este jueves o viernes, cuando Donald Trump, expresidente de Estados Unidos y aspirante a la candidatura republicana para regresar a la Casa Blanca, se entregue voluntariamente a las autoridades del estado de Georgia.

En el largo calvario judicial de Trump con múltiples juicios penales en distintos estados de la Unión Americana, esta semana tendrá que comparecer, entregarse –para evitar ser detenido y esposado– y pagar una fianza ante el juez que permitirá su libertad negociada.

La fianza, se ha filtrado, alcanzará los 200 mil dólares y el juez impondrá una serie de condiciones como el uso restringido de redes sociales, la comparecencia física obligada a las audiencias y la cero crítica o persecución a los coacusados.

El tema es que Trump forma parte de un juicio muy grande –30 acusados en total– por intento de manipulación y desvío de los resultados electorales en Georgia durante los comicios presidenciales de 2020.

Existen múltiples testimonios, audios, grabaciones mediante las cuales el entonces presidente y sus colaboradores (abogados, consejeros, jefe de campaña, etcétera) ejercieron presión para que las autoridades electorales en ese estado otorgaran la victoria –falsa, ficticia, fabricada– a Trump, o que de lo contrario, anularan el proceso por un supuesto fraude electoral, realizado por los demócratas y Joe Biden. Fraude que jamás logró comprobarse.

Los funcionarios de Georgia decidieron presentar acusaciones formales en contra del presidente saliente y de todos sus colaboradores.

El resultado hoy es el juicio que enfrenta –uno más– el expresidente y todos aquellos quienes intentaron cometer delito al manipular las actas, los votos y los resultados de aquella jornada electoral.

Entre ellos están Rudy Giuliani, quien fungía como abogado de Trump. Pero muchos otros consejeros, funcionaros y representantes de campaña se suman a la lista.

Según la ley en Estados Unidos cualquiera de estos coacusados pudiera convertirse en testigo protegido, lograr la disminución de su pena, si colabora con el juicio. Es decir, si narra con detalles y evidencias comprobables, que recibió instrucciones de algún superior –el presidente y candidato presidencial Donald Trump– para cometer fraude electoral, extorsionar, chantajear y amenazar a funcionarios locales en Georgia.

Por ello el juez prohíbe a Trump y su equipo de defensa intentar comunicarse o ejercer ninguna presión sobre los coacusados.

Todo esto sucederá a pocas horas del primer debate de aspirantes republicanos a la candidatura de 2024. Debate al que el señor Trump, con astucia y estrategia cuidadosa, ha anunciado que no asistirá.

Trump tiene una ventaja de más de 45-55 puntos sobre su más cercano contendiente, el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis. No tiene mucho sentido ni beneficio electoral batirse en un debate con lo que en México llamaríamos “la chiquillada”.

Pero además, enviará el poderoso mensaje de estar cumpliendo con la ley y, a pesar de “ser víctima de una persecución” –afirma el individuo–, comparece ante las autoridades.

El calendario judicial de Trump le quitará mucho tiempo en las semanas siguientes y hasta enero o febero de 2024. Los diferentes juicios y acusaciones en su contra forzarán su presencia en tribunales, con las eventuales consecuencias que ello pueda tener.

La gran pregunta es si los electores simpatizantes de Trump, quienes han aportado millones de dólares con los que ha pagado a docenas de abogados –se calcula que ha cubierto honorarios por cerca de 43 millones de dólares– continuarán ofreciendo su apoyo incondicional una vez que escuchen las acusaciones, los testigos y el proceso de cada juicio.

Muchos politólogos en EU afirman que es tan sólida su base de apoyo, que lo seguirán hasta la cárcel si es necesario. Pero hay otros que afirman que su apoyo se verá afectado y disminuido por los juicios. Está por escribirse.

Por lo pronto, los aspirantes republicanos sostendrán esta semana un debate de ligas menores, cuando el principal aspirante, con una considerable ventaja, no asistirá.

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