Editorial

Mariel Turrent – Conversaciones del Taller Malix

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Mariel Turrent

Conversaciones del Taller Malix

 

 

Tema 1: La diferencia entre una mujer y un hombre

Parte 3

Como en estas cuestiones de género la brecha generacional es abismal, quise saber qué pensaban mis padres sobre las diferencias entre una mujer y un hombre. Educados en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado debían tener una idea diferente a la de mi esposo e hija. Les llamé por teléfono y contestó mi mamá. Me dijo rápidamente que las mujeres piensan más profundo y los hombres son más prácticos: “Las mujeres le damos más vueltas al asunto y los hombres hacen como que no pasa nada.  Las mujeres somos más de sentimientos”.

De su generación a la mía creo que no pensamos tan diferente, o más bien ella me educó y me pasó esa creencia. Quise saber qué opinaba mi padre y ella lo puso al teléfono. Le pregunté y se quedó pensando hasta que mi madre empezó a presionarlo:

— ¡Ya, di algo!

—¿Haciendo qué o qué? —dice mi padre como atorado en el conflicto.

—Lo que se te ocurra —le digo para aliviarlo.

—Ya, dile que le dices mañana —dice mi madre desesperada.

—Un hombre realiza trabajos en alturas, en edificios limpiando los cristales y una mujer limpia los cristales como los de las mesas.

—Consíguete gente más pensante para hacerle preguntas —me aconseja mi mamá cuando él le pasa el teléfono para que se despida de mí. Y yo pienso que la respuesta de mi padre confirmó exactamente la diferencia entre mi madre y él, además de darle la razón a mi mamá.

Mi amigo Ralston dice que el hombre es rudo y la mujer dócil. Pienso en la distancia de años luz que existe entre la palabra dócil, mi madre y mi hija. Luego me pregunto si en realidad conozco a una mujer “dócil”, y para asegurarme de que la palabra no tenga acepciones que yo desconozco la busco: “1. adj. Suave, apacible, que recibe fácilmente la enseñanza. 2. adj. Obediente. 3. adj. Dicho de un metal, de una piedra o de otra cosa: que se deja labrar con facilidad”. Confirmo: no conozco hombre o mujer dócil. Pero caigo en cuenta de que más o menos eso fue lo que quiso decir mi papá, pero de una forma más “elevada” por aquello de los cristales de los edificios. Ralston es ingeniero de profesión y de corazón. Es rudo cuando se trata de resolver problemas, sobre todo, si al resolverlos ayuda a alguien. Sin embargo, en cuestiones sentimentales me parece más suave y apacible que mi hermana Paty, por ejemplo. Ella dice que la principal diferencia entre hombres y mujeres es el cerebro y aclara: “La mujer puede hacer mil cosas y estar en mil pláticas a la vez y el hombre no”. Esta creencia me parece que está basada en su propio cerebro, pues desde niña siempre destacó como persona sumamente brillante. A pesar de ser parlanchina e inquieta lograba siempre el mejor promedio de la generación. Si esa fuera en realidad una diferencia, yo he de tener algo de hormonas masculinas porque si algo me molesta es que cuando estoy hablando con alguien otra persona me interrumpa. Soy incapaz de atender a ambos y mucho menos de hacer varias cosas a la vez —no sé cómo es que soy parte de un grupo de Facebook llamado Lady Multitask, confieso no pertenecer a esa especie—. Paty, como representante del género femenino, confirma la teoría de mi amigue Cocs, quién al preguntarle me dijo escuete: “Las mujeres trabajan más duro que los hombres”.

 

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