Editorial

LA AMÉRICA DE MAO – Gloria Chávez Vásquez

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LA AMÉRICA DE MAO

Gloria Chávez Vásquez

 

Xi Van Fleet tenía seis años cuando comenzó la Revolución Cultural China (1966). Como estudiante experimentó los horrores de la purga maoísta, que canceló 3.000 años de cultura y eliminó 20 millones de vidas para consolidar el régimen totalitario. En 1996 Xi logró escapar del comunismo en busca de libertad y una nueva vida en Estados Unidos.

A pesar de su timidez y su propósito de aislarse de la política, en 2021 la exiliada china irrumpió ante la Junta Escolar del Condado de Loudon, (Virginia) para advertirles que la Teoría Crítica de la Raza y la Ideología Woke que estaban tratando de imponer en las escuelas públicas, eran similares a la Revolución Cultural de Mao. Bajo la presión de estos movimientos, los niños venían siendo adoctrinados para pensar que los blancos son inherentemente racistas o sexistas. Este argumento estaba reduciendo a las personas a las categorías de «privilegiados» u «oprimidos» en función de su color de piel. Ese concepto es el verdadero racismo.

En agosto de este año, Van Fleet publicó Mao’s America: A Survivor’s Warning un libro donde explica cómo Estados Unidos ha entrado ya, en la opresiva distopía marxista de la que, ella creyó, había escapado para siempre.

¿Qué es una Revolución Cultural?

En la década de los 60, y tras la llegada del comunismo a China en 1949, Mao Zedong comenzó la erradicación de los «Cuatro Viejos» en la sociedad china: ideas, cultura, costumbres y hábitos. Borraba así toda la cultura china preexistente, para crear un hombre nuevo apto para imponer el marxismo cultural en el resto del mundo. Fue este un violento ataque político que acabó con el debate, la disidencia y la libertad de expresión. Aquellos que no rechazaban Los Cuatro Viejos, o simplemente eran sospechosos, eran perseguidos, castigados, torturados, e incluso asesinados.

La Revolución Cultural ganó poder desestabilizando primero la sociedad a través de la subversión y la agitación cultural y luego “cancelando” a los “ideológicamente impuros». Mao utilizó universitarios, conocidos como Guardias Rojos y canalizó el celo revolucionario de los estudiantes para atacar a sus enemigos. Todo en nombre del pueblo.

Tu nivel de concienciación determinaba tus posibilidades de obtener un ascenso o beneficios, y ¿quién decide tu nivel de concienciación?: los líderes del partido. Nos enseñaron a denunciar nuestra herencia. Los Guardias Rojos destruyeron todo lo que no era su ideología: estatuas, libros y cualquier otra cosa. Se nos animó a delatarnos los unos a los otros, como está haciendo el programa de Embajadores de Equidad Estudiantil y el sistema de informes de prejuicios en los Estados Unidos.

Entre 1966 y 1977, la Revolución Cultural de Mao canceló toda la civilización china anterior al comunismo y cambiaron los nombres de escuelas, calles, tiendas, “incluso nuestros nombres propios». La concienciación fue un componente clave de los métodos utilizados por los maoístas.

Tras la muerte de Mao, Xi Van Fleet obtuvo una beca para estudiar inglés en EE. UU.  “¡Sentí que era un país tan libre! -exclama ella. Y por eso regresó, años después, para quedarse. “Sin embargo, -lamenta- ahora, siento que me están quitando parte de esa libertad. Para mí, y para muchos chinos, es desgarrador que hayamos escapado del comunismo y ahora lo estemos experimentando aquí».

Las similitudes

Es evidente que la actual revolución cultural de Estados Unidos se halla en la primera fase del marxismo puesto que es una copia de la revolución cultural china, utilizada en otros países agobiados por el régimen comunista. Los movimientos TCR y el wokeismo utilizan la misma ideología y metodología, incluso el mismo vocabulario del marxismo cultural: 1) tácticas de división, adoctrinamiento, engaño, coerción, cancelación, subversión y violencia; 2) destrucción de los cimientos de la cultura tradicional para sustituirlos por ideologías marxistas; 3) El uso de los jóvenes como instrumentos para mover su agenda; 4) alcanzar el poder absoluto a expensas del pueblo.

Todo esto conduce al mismo final:  pérdida de libertad y gobierno totalitario. No necesitamos el ejemplo de China para verlo, más cercano, en Cuba, en Nicaragua, Venezuela, y gradualmente en el resto de Latinoamérica. El mismo proceso avanza agresivamente en naciones de África y en los países asiáticos vecinos de China.

Mientras que Mao hizo de la clase el foco de su revolución, los revolucionarios culturales de Estados Unidos se centran en la identidad. «En China, en lugar de buscar racistas, se nos ordenó buscar contrarrevolucionarios”. Ambas revoluciones atacan la religión, el cristianismo en Estados Unidos y el confucianismo en China. Los valores eternos que representan estas religiones no pueden coexistir bajo el comunismo. En China, y cada vez más en Estados Unidos, el Estado es el único Dios. Ambas revoluciones cambiaron sus puntos de referencia para honrar a la revolución. Derribaron sus monumentos para instalar otros nuevos, a los mártires e íconos revolucionarios. Hay calles de George Floyd en todo Estados Unidos, al igual que las de Mao Zedong en China.

Mao buscó borrar la feminidad; Los progresistas estadounidenses buscan borrar la masculinidad. El objetivo de ambos es el mismo: destruir los roles de género y, por lo tanto, la base familiar crucial del viejo orden.

Un momento decisivo

Los estudiantes radicales surgen de la creencia de que todo lo viejo es malo, que las tradiciones están plagadas de explotación y nos alejan de la verdadera utopía que está a la vuelta de la esquina. Cualquiera que realmente crea esto hará casi cualquier cosa para marcar el comienzo del cielo en la Tierra, especialmente si aquellos con autoridad les dicen que lo que están haciendo es correcto y justo.

«El verano de 2020 será recordado como el verano de los disturbios y la violencia», escribe Van Fleet. «Corre paralela al Terror Rojo de los Guardias Rojos en agosto y septiembre de 1966”. Es por esa razón, que la autora de La América de Mao le resultó demasiado familiar, las hordas destructoras en 2020. Sabía que el caos no era espontáneo sino deliberado. No podía pasar por alto las sorprendentes similitudes de la propia Revolución Cultural de Estados Unidos, nacida de la tormenta perfecta de la pandemia y la histeria violenta provocada por la muerte en Minnesota de un criminal negro, George Floyd, bajo la rodilla de un policía blanco.  

“Ahora se les dice a los estadounidenses que acepten una nueva realidad en la que se ha convertido en villanos a la policía y a los criminales en víctimas a las que se les permite deambular libremente por nuestras ciudades y comunidades, aterrorizando a los ciudadanos». El robo autorizado en tiendas y el estímulo de una subclase criminal envalentonada que plaga la mayoría de las ciudades azules (demócratas) no es un efecto secundario aleatorio de la pandemia, sino una táctica para desestabilizar la ciudadanía y mantenerla en un estado de confusión y miedo. De terror.

En una especie de Dejavú la activista chino-americana vio a los hijos volverse contra sus padres, las reuniones familiares de Acción de Gracias divididas por la discordia, el servilismo de los medios de comunicación y sus periodistas, las denuncias rituales públicas de los líderes conservadores, la profanación de iglesias y monumentos patrióticos, la denigración de la historia, la religión, la familia nuclear, las mentiras absurdas y, sobre todo, una censura muy antiamericana que aplastó la disidencia.

En China, la única forma en que alguien acusado de crimen de pensamiento podía escapar del castigo era a través de la confesión pública, la ‘reeducación’ y la disculpa abyecta en las llamadas ‘sesiones de lucha’, en las que eran humillados y atormentados por sus acusadores.  «Trágicamente, el movimiento woke ha reinventado este vil ritual, con maestros, periodistas, profesores y otros que buscan aferrarse a sus puestos pidiendo perdón desesperadamente».

La advertencia de Van Fleet en su libro y en sus conferencias, es que los estadounidenses no pueden darse el lujo de adormecerse pensando que todo esto está bien. Estos no son solo niños tontos que marchan hoy en día protestando por las calles. Este no es un momento de política como de costumbre. De hecho, estamos atravesando nuestra propia revolución cultural. Solo cuando los estadounidenses entiendan lo que realmente está sucediendo se levantarán y resistirán la toma de poder comunista de Estados Unidos.

 

Gloria Chávez Vásquez, escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos. Es autora de Opus Americanus, Depredadores de Almas, Crónicas del Juicio Final y Mariposa Mentalis. Disponibles en Amazon.

 

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