Editorial

Literatura infantil y juvenil I, lo juvenil – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Literatura infantil y juvenil I, lo juvenil

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Fb: Ediciones Ave Azul X: @adairzv YT: Ediciones Ave Azul Ig: Adarkir

 

Recientemente tuve la oportunidad de participar en la Ferio del libro infantil y juvenil del Valle de los volcanes 2023, en el Centro Cultural Mexiquense bicentenario (CCMB), que ocurrió del 4 al 6 de agosto. Ahí tuve la interesante experiencia de conocer el otro lado de la moneda, y participar brevemente como expositor de libros al interior del ágora instalada dentro de la biblioteca (que valga el chismecito, es un lugar espléndido). Además de parecerme una aventura fuera de lo común, no que me queda duda del enorme trabajo que muchas editoriales, especialmente las pequeñas, hacen para instalarse y ofrecer a los curiosos la mar de libros, artesanías u objetos. Además de eso y de odiar gente que pasa solo gastando su tiempo y el de otros, es un grato aprendizaje. En especial porque muchos conocidos se dedican activamente a esto, y parte de su modo de vida depende de andar a la caza de espacios donde presentarse, y de algún buen cliente que no sólo se quede a curiosear por no tener más qué hacer. Claro, como comprador la visión es opuesta, y se maximizan las compras, apegados a un presupuesto dentro de un contexto competido y a veces, saturado o excesivamente caro. La trinidad maldita de los altos costos de la cultura impresa en nuestro país. Pero eso es una queja a aparte.

El tema central de la feria, y de este comentario (que también gasta el tiempo del lector inútilmente), son los infantiles y los juveniles. Pensaba parcialmente en esto al colocar las sugerentes obras de Alberto Vargas en exhibición, y pensando en lo poco ‘child-friendly’ de muchos de los libros que estaban en el pequeño stand que tan amablemente nos prestaron en el CCMB. Y es que es un tema que se puede abrir para ver lo que sucede. ¿Existe una literatura juvenil por defecto? Se habla de los géneros de aventura, de novelas distópicas, de sagas de cierto corte entre dramático-holliwoodesco, y muchas obras hay por allí para ser leídas, algunas no tan malas, algunas no tan interesantes. ¿Pero eso limita la literatura ‘adulta’ (porque si existe una etiqueta, implícitamente se crea la otra) sólo a los mayores de edad legalmente? En mi caso, desde pequeño leía libros del acervo universal de la literatura, sin que nadie se entrometiera en absoluto. Claro, jamás fueron lecturas impropias o abiertamente violentas o sexuales, pero sí leí a Dickens, a Poe, y muchos otros maestros de las grandes obras del tiempo. ¿Pensar en lo juvenil implicaría cerrar esas puertas a la curiosidad de los lectores nacientes?

Pero más allá de esas moralidades, de las quemas de libros desde la intransigencia o la rabia, ¿para qué sirve la etiqueta? Entiendo en el caso de los niños que pueda haber temas, autores, o un mundo entero por el que podrían esperar antes de beber de sus aguas amargas o adultas, pero los jóvenes son una fuerza en movimiento que busca construir su destino y sus expresiones. Académicamente, quizá los jóvenes son un puente entre lo infantil y lo adulto, pero es una línea terriblemente difusa, y que no acaba quizá con la mayoría de edad, según la propia definición del núcleo poblacional en cuestión. Y el gradiente entre lo infantil y juvenil puede ser sutil, casi imperceptible. Naturalmente, como se intuye, depende más del lector, de su familia, de su forma de encontrar y asimilar la literatura.

La feria transcurre con su calma y muchos niños y preadolescentes moran los pasillos, entre juguetes, libros de cuentos, cómics, y muchas otras expresiones que son parte del desarrollo de la inteligencia, pero que de alguna manera nos encanta cuestionar por ocupar un espacio en este tipo de eventos. Sin embargo, también por eso son necesarios, supongo. Lo juvenil no puede limitarse a lo moralmente apropiado, o a lo legalmente por debajo de la mayoría de edad. Sin embargo, también es prudente la otra idea, de si no dejamos muy abierta la puerta del zaguán no sólo para que los cachorros corran al exterior, sino para que algo no muy sensato pueda llegar al hogar. Esa es la razonable duda de los padres, que fácilmente se puede corromper con ideas poco claras de la libertad o de lo ideal. Y ese es un tema de gran debate, dado que la literatura es específicamente contestataria, y se le ha perseguido justamente por abrir las puertas de manera vistosa a lo radical, a lo novedoso, o lo que está en perpetuo cambio. Y siendo francos, no me imagino a los jóvenes aceptando como colectivo la idea de lecturas prohibidas, de límites, de aquello que no es apropiado para su edad. Qué clase de sociedad tendríamos si la juventud se caracterizara por la obediencia. Esperemos que estas palabras sean una hueca reflexión de quien nada tiene que hacer, y no el inicio de una peligrosa manera de decirle a cada quien lo que sería apropiado o correcto leer.

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