Editorial
RADIOGRAFÍAS – NORMA SALAZAR
RADIOGRAFÍAS
NORMA SALAZAR
Troncones
Ahora sigo tu ejemplo, soy una viajante con acompañamiento de mis lémures porque no se estar sosiega en un solo territorio.
Padre escribo en las hojas de cocotero doradas, que se hacen presentes en el portón abierto, abrigo el aire puro que expulsa los griteríos citadinos, la brisa cae en la entrada de la casa para desempolvar desechos malhumorados, congojas y dejadeces, también la diosa Coventina ha llegado a estas costas en particular a la playa Troncones oleando por meses para llegar al otro resguardo.
Tu ausencia agranda mi repertorio de anécdotas, por ahora la diosa ha empapado todo el Filo Mayor sé que sabrías como proceder en estos momentos, inminentemente abrazo el sarape que está en la sala de mimbre para sentir tu abrigo y no sentir tu ausencia. Comienzo a bailar la danza protectora, mi cuerpo sigue el compás de las musitas gotas que caen en el techo de ladrillos, bailo por toda la casa como si tú me corearás, lloro con ojos cerrados, mi corazón queda seco por lágrimas volcadas.
A lo lejos en mar adentro no quita ojo la diosa Coventina, ahora es suyo el océano pacifico, escupe alaridos en estas costas americanas; YO SOY UN HURACÁN EXTENUADO.
Estiletes
Mi joyel sigo la ruta más allá del Océano Pacífico, rumbo a Colombia estaré trabajando un tiempo en la capital de Bogotá y los departamentos de Cali, Medellín para dar apoyo a la gente de acá, entrar en su frondosa naturaleza en compañía de algunos lugareños que guiarán a toda mi brigada. Una nueva encomienda laboral me espera y tomará más de un año que no podré regresar a México. Mi joyel estás a punto de titularte de tu licenciatura en Letras Hispánicas, sé también que estas terminando tu tesis, no podrás distraerte en lo más mínimo…
Puedo leer tu carta padre en un breve descanso. Leyendo tus líneas que son estiletes a cuenta gotas voy arqueando los pasillos de la Facultad, trato de salir lo más rápido para desempolvar mi sobresalto en los jardines de la Rectoría, el cuadrante universitario me parece un abismo de tablero de ajedrez, viro hacia las famosas “Islas” para encontrar tu rostro en mis ojos vedados pero no logro retener una visión de tu fisonomía por el llanto que nubla mi mirada vidriosa.
Caminar, caminar, caminar, caminar con los ojos envueltos de cascadas y por lentes oscuros, a pasos quebrantados sin importar el bullicioso juvenil de esta inmensa universidad.
Tu penúltima última carta enviada desde Chiapa de Corzo, Chiapas con un clima cálido húmedo. Me referías hipnotizado aquella naturaleza con una sinfonía de la calandria Dorso Rayado, o el plumaje esplendoroso del Momoto Corona Canela, emocionado sentías al ver el Zanate Mayor de negro azulado como el cuervo negro que siempre recuerdas de mi cabellera castaña oscura, por supuesto tu mirada hacia las casitas autóctonas con su techos de teja café; leía con alegría porque me transmitías un relato aunado a una postal de la hospitalidad inigualable de su gente nativa y orgullosa de vivir en Chiapa de Corzo presumirte sus raíces culturales. Narras como te sorprendió su vestimenta colorida, algunas de manta pura, sus telares simbológicos, sus lacas con olor sutil, las máscaras que ríen y lloran que osan mostrar el rostro más infalible.
Ahora, tu epístola intempestiva leo por tu próximo viaje internacional ciento que me astilla el corazón, se desgaja más tristeza.
Casa vacía
Me da gusto que te haya llegado mi última carta o mejor dicho pergamino con detalles, sabes que son demasiadas vivencias por narrarte, por ello, tienes que darte un remanso para leerlas y trasladar tu imaginación hacia otro espacio donde solo los dos coexistamos.
Ahora presta atención a mis letras, petición: Deja que forje algo cerca de ti deseo conocer más allá de la imagen y el título de papá. Me encantaría que llegará el día para llevarte al aeropuerto, tal vez ser tu chofer designado para conducir las infinitas autopistas de los territorios en que te pierdes por deshoras con motivo de tu trabajo algunas ocasiones por descanso. Tengo la esperanza de viajar y transitar calles lisas, autopistas rectas y curveadas para demostrarte lo bien que me enseñó el instructor de manejo con especificaciones tuyas, desgastar las llantas del jeep o camioneta por arroyuelos, dar oídos a las burbujas decoloradas, los vados escasos que limpian al interino paseante por cansancio, aquellos lugares que transitas y describes en tus cartas con minuciosidad tonalidad, la burdas casas y el olor puro de la tierra, tal vez desiguales asfaltos con sus señales, sí, déjame seguir tu rutina campirana para charlar sin tiempos, escuchar tu silencio remanso por observar bellezas tornasol, algunos suspiros con recesos podría atraparlos a mi ser tan vacío de naturaleza viva.
A dónde acampar bajo la protección del boscaje y el cobijo del manto oscuro que arrulla tu sueño sempiterno, quizá conocer y empapar mi catadura de todo lo que tú vives afuera con diferentes rostros, disimiles edades que saludas…
Padre, he despolvado mi vista citadina al entrar a casa me cuesta trabajo visualizar un recuerdo tuyo, saludo en silencio aquellos espacios tapiados de pinturas, prosigo por recovecos retirando el polvo histórico de este hogar, las sabanas que cubren la sala y preserva nuestros cansancios, el comedor donde tú y yo hemos degustado a deshoras los alimentos, siempre mirando al vacío en compañía del olor a caoba, por cierto mi nariz se ha impregnado al máximo de su olor, a paso de tortuga fui introduciéndome por los pasillos hasta llegar al estudio, los libreros de pared a pared musitaron, me detuve en tu escritorio observé que sigue abierto el libro Songs of innocence and experience de William Blake, supongo que algún día terminaras de leer.
Mi andar por la casa se escuchó y las duelas empezaron cuchichearme, pero, en ese momento solo quería escuchar tu regia voz.