Editorial

Nenipolis II – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Nenipolis II

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Anteriormente escribía, como con normalidad lo hago, con demasiada simpleza y pocos reparos, sobre las denominadas Ninis, que son mujeres en México que han encontrado en las redes sociales una especie de espacio de emprendimiento que les da la virtualidad. Y digo que es demasiada simpleza, porque tanto el fenómeno como sus implicaciones superan por mucho el desgarbo de garabatear entre las hojas por la simple fortuitica de tenerlas a la mano. Alguien debería exigirnos a quienes escribimos un mínimo de compromiso con las personas sobre las que ejercemos el oficio, o cuando menos, retroalimentar un poco el proceso, ya sea con un comentario, o un golpe, lo que sea más genuino. En fin, las Ninis.

El papel de la mujer en la economía general ha sido desde hace bastantes décadas, siglos prácticamente, reconocido tanto por el valor que aportan a los bienes y servicios, como por su capacidad de impulsar el esqueleto de los mercados fortaleciendo el consumo doméstico, administrando recursos, y finalmente, aportando su capital humano en las sinergias de desarrollo de múltiples actividades. Por alguna razón, allende el machismo, sigue pareciendo como un tema novel, y que acapara la atención de los medios y los colectivos. Quizá porque nadie lee la cantidad de libros que dicen que leen, o por simpe y llana indiferencia. Pero las mujeres están allí, desde siempre. Desde el pensamiento económico clásico (del papucho Mill, por supuesto), hasta la división del trabajo marxistas (más o menos), y hasta economistas más modernos como Sen, Luxemburgo, Ostrom, Krugman, Stiglitz y Robinson (por mencionar a muy poquitos), siempre se ha plasmado en los escritos y teorías el papel fundamental, o fundacional, que tiene la mujer. Que eso no permee en las lecturas obligadas en las universidades, y mucho menos en la vida política de la sociedad, ni es novedoso, ni es aceptable.

Las Ninis son mujeres que buscan abrirse paso por sí mismas en el ámbito de la competencia del mercado, con sus medios y capacidades, y se han aliado de herramientas tecnológicas que abaratan de manera relativa sus costos, en redes de apoyo sociales entre personas conocidas, y por supuesto, con bienes y servicios relativamente accesibles y de poco valor agregado. Son, en síntesis, pequeñas unidades económicas que están allí, buscando el pan diario y las oportunidades de alcanza no ya la acumulación de capitales, pero cuando menos la supervivencia. El único distintivo es que son mujeres, y que tienen una apremiante necesidad de generar un autoempleo. Las características que tienen son muchas y muy variadas, y no debe sobre simplificarse con la idea de que son personas de bajos estudios, sin recursos, en situación de vulnerabilidad o violencia, porque, aunque sean características reales para muchas de ellas, no es suficiente como para englobarlas a todas. Son un complejo fenómeno económico, y como tal merecen ser tratadas y estudiadas como un subgrupo social más dentro del enorme Leviatán del mercado.

Además, el papel que tienen en el soporte de sus familias, en el desarrollo de las capacidades de sus hijos, y en el entorno económico en el que están circunscritas, debería ser digno de ser merecedor de la atención seria de la academia, y, por tanto, de la atención de especialistas del desarrollo y temas de género (genuinos en ambos casos). Y es quizá relevante para reducir la brecha en las evaluaciones de bienestar, de generación de capital y de índices de desarrollo humano, ya que al ser un pilar que cae dentro de la informalidad, poco o nada se sabe del espectro real de su valor multiplicador en la economía en general, poniéndonos algo Keynesianos.

Porque detrás de una Neni, hay todo un entramado social que depende de su trabajo y los ingresos que genera el valor de su trabajo, y tendríamos hoy por hoy, el deber académico y moral de incluirlas dentro de los estudios formales para cuantificar esa enorme canasta de recursos que se desprenden de su desesperada búsqueda de autonomía, seguridad social, y un futuro más estable. Las llamadas Nenis, mujeres que aportan un genuino valor económico a la sociedad, son el reflejo de lo que se ha mencionado desde hace siglos que está ‘perdido/ignorado’ en la comprensión de los fenómenos económicos de cada país, pero que, sin duda suma al capital de reproducción de la fuerza de trabajo, las estructuras financieras y mercados más dinámicos mediante su existencia. Una investigación socioeconómica con verdaderas ganas de ser honesta e inclusiva, no daría por hecho que es un fenómeno pasajero y con poco valor para la sociedad, ya que las modernas Ninis son un eco de lo que se ha dicho por décadas: el trabajo informal de las mujeres debe de contar también.

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